Decía Simón Bolívar que “el que manda debe oír las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que produzcan los errores”. Certeras palabras que resumen a la perfección lo que intentaré trasladar a la ministra de Sanidad, Calorina Darias. Hacerla entender que está cometiendo errores y aprender de ellos para, a continuación, rectificar.

Esta ministra tiene sobre la mesa algunas decisiones importantes que debe tomar y tiene que hacerlo desde el conocimiento de la situación, no desde el habitual “ordeno y mando” tan frecuente en los políticos. Saber que te equivocas, aprender de ello y rectificar, es no solo necesario, es además signo de buen talante, no hacer revanchismo y tomar decisiones adecuadas.

Quiero referirme a los asuntos que en estos momentos son los más importantes que tiene sobre la mesa. Apostar por una Sanidad bien financiada, creer en la Atención Primaria, “liderar” el cambio hacia un nuevo Sistema de Salud, (vuelvo a quitar de forma intencionada lo de Nacional, esto ya es imposible), reconocer la necesidad de ciertas especialidades (urgencias, infecciosas…etc.), rectificar su cabezonería en la imposición de un modelo de elección de plazas de residentes que todos rechazan y, por último, un liderazgo sin fisuras en respuesta al desafío de la Covid-19.

Trabajo importante, sin ninguna duda. Algo que justificaría que el ministerio que dirige no es una “maría” dentro del Gobierno, que tiene peso y mucha más importancia de lo que habitualmente se le da.

Voy a centrarme en tres de estos temas, residentes, especialidades, y Covid. Los otros son complicados, intervienen otros actores y requieren de tiempo.

Primer asunto para tratar de forma inmediata, urgente, sin demora. El miércoles día 23 de marzo de 2022, los futuros residentes, coordinados y organizados desde la FSE y CESM, celebran una nueva manifestación y concentración ante su ministerio, al igual que sucedió el pasado año. Los motivos son conocidos. Elección de plaza presencial y en tiempo real. Después de años de estudio, las mejores notas en el bachillerato, selectividad, acceso a una carrera dura, la de más carga lectiva, 6 años, una dura preparación para la prueba de acceso a la formación especializada y con 4 o 5 años de formación por delante, se juega el futuro en un proceso de elección de especialidad y centro de formación que actualmente no reúne las mínimas garantías.

El año 2021 se compromete con su firma el ya cesado director general de ordenación profesional Vicenç Martínez a modificar el modelo de elección, entiendo que con el beneplácito de la que era su ministra. Pues bien, de lo firmado nada de nada, todo sigue igual. Parece que lo de tener a la profesión manifestándose en la puerta de su despacho es un estímulo y que tiene algo que no termino de entender. Por el futuro de nuestros profesionales sanitarios, porque es necesario tratarles con el respeto que merecen, porque tienen razón, rectifique y demuestre que tiene algo de sabiduría.


"Sigo esperando liderazgo por parte del ministerio de Sanidad; medidas basadas en la evidencia y no en lo políticamente correcto, consenso y escucha activa a los responsables sanitarios"



Es hora de tomar decisiones, aunque en ocasiones decidir sea optar, signifique contentar a unos y enfadar a otros. España no puede ni deber seguir enrocada en la oposición a nuevas especialidades que los países de nuestro entorno ya reconocen hace años. La pandemia de la Covid-19 nos ha enseñado muchas cosas, entre ellas, la necesidad de un abordaje integral de la patología infecciosa. No dudo de la multidisciplinariedad de la patología infecciosa, de la necesidad de coordinación entre diferentes especialidades, de que es necesario un conocimiento trasversal de esta patología, pero eso no impide que exista una especialidad que aúne y coordine el tratamiento de los pacientes afectados por patología infecciosa. Sé que hay reticencias en algunas especialidades que pueden ver como un riesgo “perder esta parte de la patología”, como sucedió cuando cierta especialidad se oponía a la de neurofisiología o la de geriatría en los servicios hospitalarios. Pero lo que es necesario lo es, y si se tienen que tomar decisiones, se toman.

¡Y qué decir de la especialidad de urgencias! Es que no entiendo que estemos aún así, sin reconocer lo que es una clara necesidad y que no solo daría satisfacción a los “urgenciólogos”, también a los propios pacientes y de forma indirecta, pero con clara influencia, a la necesidad de médicos de familia que ejerzan lo que son, médicos cuya especialidad se desarrolla en el ámbito de la atención primaria. No podemos obviar que la falta de una especialidad propia de urgencia hace que la “cantera” de los actuales urgenciólogos sea mayoritariamente la de los médicos de familia. En este caso, al igual que con infecciosas, habrá que tomar decisiones, aunque no les gusten a determinadas sociedades científicas, por muy numerosas y poderosas que sean. Repito: ¡especialidad de urgencias ya!

Y sobre la Covid-19 solo unas palabras. Dos años después de la declaración de la Pandemia, sigo esperando liderazgo por parte del ministerio, toma de decisiones coherentes, coordinación y dirección, medidas basadas en la evidencia y no en lo políticamente correcto, consenso y escucha activa a los responsables sanitarios de las diferentes CCAA. Ojo, a estos también les digo lo mismo. Menos protagonismos basados en la identidad política y más evidencia.

Sé que de todo esto no veré nada en breve plazo. Por desgracia es lo que tenemos. Las especialidades no llegarán, la Civid-19 será lo de siempre y el 23 de marzo nos veremos frente al ministerio. Que fácil sería rectificar, decir: “reconozco mi error y vamos a rectificar”.

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