La Bioética puede definirse como la disciplina que se ocupa de los conflictos morales derivados de la vida del hombre en su hogar común, el planeta Tierra. Y dentro de la Bioética global se encuentra la Bioética clínica como una de las éticas aplicadas; en concreto, aquella que se ocupa de los conflictos morales que surgen en el campo de las Ciencias de la Salud.

La Bioética clínica no surge de la nada o del capricho de algunas personas, sino que aparece como una necesidad que permita mediar (deliberar) entre las posibilidades de la tecnociencia médica y los valores humanos, entre lo que se puede hacer científicamente y lo que se debe hacer humanamente. Así, desde la década de los 60 del pasado siglo hasta nuestros días, la Bioética clínica ha tratado de armonizar y buscar cursos de acción que permitan la aplicación de los avances tecno-científicos en la práctica clínica y en la investigación biomédica con la pluralidad de valores que predominan en nuestras sociedades occidentales.

A la Bioética clínica se debe la consolidación de un nuevo paradigma en la relación clínica, una relación basada en el respeto a las decisiones compartidas entre profesional sanitario y paciente a través del consentimiento informado, modelo de relación que se basa en la autonomía del paciente y supera el clásico paternalismo.

Así mismo, incorpora y hace suyo el respeto por la intimidad de las personas que se expresará en todo lo que significa la confidencialidad clínica o el secreto profesional, retomando así la más antigua de las premisas éticas de la Medicina occidental ya presente en el juramento hipocrático.

Pero a la Bioética clínica se le exigen también respuestas a cuestiones de investigación y de actualidad clínica que generan amplio debate social. Nos referimos, sin lugar a dudas, a las controversias y dudas morales que aparecen ante los avances técnicos y científicos relacionados con el principio y final de la vida: la ingeniería genética, la clonación terapéutica, la utilización de las llamadas células madre o la interrupción voluntaria del embarazo, por sólo citar algunos de los aspectos más polémicos del principio de la vida, o bien la muerte cerebral, la limitación del esfuerzo terapéutico o la justa distribución de trasplantes de órganos (toda vez que la demanda supera la oferta) relacionados con el final de la vida, o incluso respuestas a nuevos avances tecno-científicos como pueden ser las perspectivas que suscita la Medicina regenerativa, etc.

Todo ello forma parte de la Bioética clínica. Pero no sólo estos aspectos polémicos son estudiados por la Bioética clínica, sino que así como hay dificultad en la justa distribución de órganos para trasplantes, también la hay en la justa distribución de recursos en el campo sanitario, siempre escasos ante las amplias posibilidades de las Ciencias de la Salud en la actualidad y ante las necesidades de las personas, a veces, convertidas en deseos. De estos aspectos relacionados con la justicia distributiva, la Bioética se ocupa desde el denominado Principio de Justicia, que tiene como fundamento conjugar eficiencia y equidad en la distribución de los recursos sanitarios.

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