Sustancialmente las enfermeras y enfermeros son ese bastón de carácter humano donde se han apoyado los enfermos, con todo su derecho, a lo largo de su recuperación o tránsito hacia la normalidad.

Ningún respeto me despierta quienes han utilizado la muletilla de ¨la enfermería" para negar la profesión enfermera, su carácter científico y la proyección humana de esta maravillosa profesión, desde el confortable sillón de la gestión.

En el colmo de la indignidad, han mostrado su mejor sonrisa para solicitar aplausos populares hacia los médicos y sanitarios, desde la burda estrategia de la segregación por capas de lo sanitario. Mientras estudiaban nuevas fórmulas para reducir el número de contratos, cerrar plantas, camas y dejar sin aliento a los pocos sanitarios que quedaban en pie.

La gran mentira saltó por los aires cuando un virus desconocido tras meses de avisos previos llegó desde China. El tan manido mejor sistema sanitario del mundo hizo agua y los expertos, algunos sabios de lo desconocido, confundían con sus opiniones, más que alumbrar soluciones.

Es necesario corregir cuanto antes la indecente actuación de los poderes sanitarios auspiciados por la caterva de ignorantes expertos según ellos en gestión sanitaria y salud pública. Muchos de ellos con el único aval competencial que obtienen por la dudosa afinidad hacia algún partido o los cursillos del chiringuito pseudoacadémico, de escaso o nulo rigor científico, diseñados para unos pocos y pagado por unos todos. Algunos de estos librepensadores, conocedores profundos del "rota chollo" viven de tan nobles esfuerzos dejando solos y ante el peligro a las profesiones sanitarias, incluso a médicos y a la propia salud publica.

A estas alturas del llamado proceso de "vuelta a la normalidad", creo que serán pocos los enfermeros y médicos que aplaudan la gestión política en términos sanitarios de la Covid-19. No soy quién para buscar culpables, pero si para reclamar que las futuras políticas sanitarias se consensuen con los que tienen que aplicarlas y recibirlas. Pero no con lobbies de la gestión sanitaria privada, la industria farmacéutica, los "medicalizadores" de las residencias de ancianos, las aseguradoras sanitarias, sin olvidar la debida y responsable gestión de lo sociosanitario, sector que tantas vidas ha perdido por desatención de los mayores que no de sus cuidadores en las residencias.

Se abre la carrera hacia la vacuna de la Covid. Ya se apuntan éxitos cuasi milagrosos. No han tardado en dar a entender que la vacuna está al caer y con ello la gestión de la crisis se cerraría con éxito, ojalá. Algo parecido pasó con el VIH. De momento no tenemos ninguna de las dos. Pero disponemos de carísimos tratamientos antirretrovirales, aunque su anunciada masiva retirada del mercado, me llena de preocupación. El camino no pinta bonito. Así empezaron con los precios de la luz y ahora consumiendo la mitad pagamos el triple. Ya veremos.

De la prevención e intervenciones enfermeras con alcance en todo el sistema sanitario, poco o nada se dice en un país con cerca de ocho millones de ciudadanos mayores de 65 años.

Aunque no hay cifras exactas para mayor complicación, se estima que:

- Alrededor del 20 por ciento de la población mayor de 18 años tiene niveles elevados de colesterol

- El 50 por ciento de los mayores de 55 años padece hipertensión

- La diabetes afectaría a cerca de 5,5 millones de ciudadanos

Estaríamos hablando del abordaje de enfermedades crónicas, que requieren de cuidados, atención, valoración y seguimiento a lo largo del proceso, en ocasiones pluripatológico. Esta sencilla pincelada sobre el estado de salud de los ciudadanos dista mucho de las grandes hazañas médicas que se han vendido a la opinión pública como los trasplantes, las unidades de alta cirugía o unidades de hospitalización compleja, sin duda vitales también, pero los grandes problemas son los que son.

Alta cirugía si, trasplantes también, pero sobre todo prevenir, educar para la salud, valoración constante de la adherencia a tratamientos y la autonomía de los pacientes. No podemos olvidar tampoco, el estado nutricional, avanzar en la dependencia de los pacientes más vulnerables, vacunar y seguir calendarios vacunales, prestar cuidados de calidad, proximidad y duración, esto sí que sí. Ese debería ser el objetivo, porque las necesidades de salud están claras y afectarán a todos y todas, antes o después Seguro que más bien antes.

La tecnocracia y sus tecnófilos, que tanto abundan han tenido gran preponderancia en justificar errores políticos. Por su proximidad al poder han dirigido la toma de decisiones hacia un modelo sanitario jerarquizado y medicalizado alejado de los conceptos modernos de salud y atención de cuidados. El error político es una muy mala enfermedad que solo se cura con nuevos políticos. Nunca con mega hospitales de campaña del tipo visto y no visto, postureo en centros sanitarios o palabrería sobre el crecimiento del esfuerzo inversor.

Mientras, para que te atiendan por teléfono en tu centro de salud sin más, la media se va a la semana de demora. Y a que te ven en persona, pues algo más y eso si lo consigues, claro está. Porque la modesta y universal tensión arterial se toma de momento en vivo y en directo, no por whatsapp. ¿Cuántos hipertensos llevan sin comprobar sus valores tensionales en esta pandemia?

Sería factible un nuevo modelo sanitario, que atienda las reales necesidades de salud, pero para ello hacen falta nuevos políticos comprometidos, con vocación de servicio público y con mucho sentido común. Sus decisiones deben basarse en el compromiso con los problemas. Debemos exigir que escuchen, que desarrollen empatía con quién sufren o atienden a los que lo padecen, se dejen asesorar y busquen el bien de la mayoría.

España ha pasado de tener 3.2 médicos por cada 1.000 habitantes en el año 2000, a ocupar hoy el cuarto lugar en Europa con 3,9 cada 1.000. En el caso de las enfermeras la posición en esta clasificación no es para sentirse orgullosos. Nos sitúa en lugar 24 de los 28 países europeos. 5.1 por cada 1.000 habitantes, los cuartos por la cola, de eso no se habla, claro. Tampoco se habla de las ejemplarizantes 16 enfermeras de Dinamarca o las 14 de Finlandia por cada 1.000 habitantes. No es necesario estudiar un máster en gestión sanitaria para visualizar el desequilibrio y su verdadero impacto en la salud de todos.

Reconocimiento enfermero


En un gesto magnánimo se escuchan voces pidiendo premios para los sanitarios o incluso poner el nombre de una enfermera ilustre a un hospital público. Sin duda un acierto elegir el de Isabel Zendal Gómez, aquella eminente enfermera que participó en la expedición para llevar la vacuna de la viruela en la sangre de 22 niños a América y Filipinas, en una labor de 10 años. Todo un éxito científico y humano, considerada por la Organización Mundial de la Salud como la primera enfermera de la historia en misión internacional. 207 años de silencio institucional después, aunque me alegro y lo aplaudo, me parece más un gesto bufanda que un verdadero compromiso con la profesión enfermera y con ello con las necesidades de salud de los ciudadanos.

Alguna comunidad autónoma aumentó la inversión económica sanitaria en los últimos diez años. Como resultado más hospitales, más médicos, más precariedad laboral, más conflicto entre profesionales. Pero menos camas, menos enfermeros y menos Atención Primaria.

¿Cómo pueden abrirse más hospitales y tener menos camas en el conjunto de una Comunidad? O incluso tener que cerrar camas. Por el contrario, los hospitales concertados crecen, las cirugías ambulatorias también y las altas postquirúrgicas a domicilio sin valoración de cuidados enfermeros ni se plantean. Seguro que la falta de modelo centrado en el cuidado personalizado y de calidad está fuera del objetivo político de las élites gestoras.

El mercantilismo sanitario asoma la patita por debajo de la puerta. Ya dejó sin gratuidad farmacéutica a los pensionistas. ¿Qué será lo siguiente, el copago de las urgencias? ¿Un número máximo de pruebas anuales? ¿Exención de ciertas patologías crónicas? Suena a cláusula de exenciones de compañía de seguros privados de salud. Es necesario un giro importante, pero antes tenemos que salir de esta crisis político-sanitaria. Obviamente más política que sanitaria.

Transmisión comunitaria


Camino de la inevitable y evidente transmisión comunitaria, la carga viral apunta a la baja. Los casos confirmados actualmente y que tanta alarma generan, son mayoritariamente asintomáticos, no son enfermos. La masiva realización actual de test PCR se demostrará absolutamente ineficaz porque no miden carga viral. Todo apunta que el SARS-Cov-2 está mutando hacia formas menos virulentas.

Paralelamente una inmunidad cruzada con los linfocitos T, pudiera estar detrás de por qué algunas personas sin tener anticuerpos específicos, están inmunizadas. A la espera de la opinión de la comunidad científica, esto justificaría que el incremento actual de positivos no se refleja en una explosión de casos hospitalizados. De momento lo único que ha demostrado su eficacia es la prevención, la higiene de manos, la distancia social y la mascarilla. Mas allá de estas elementales pero imprescindibles medidas de higiene pública, el resto me atrevo a decir, es puro folclore mediático. Más para ocultar las miserias de errores políticos del pasado que por reales medidas sanitarias.

Año Nursing Now


Es el año del llamado Nursing Now, sin duda un gran momento de hacer viable el camino del cuidar independiente del curar. Es la hora de hacer que las enfermeras ejerzan con total y absoluta autonomía su función de cuidados profesionales a todos los niveles. Es imprescindible dotarlas de todas las herramientas para que definitivamente puedan abordar con seguridad jurídica todas las intervenciones de cuidados sin más dilación. Basta de excusas formativas, periodos de transición, comisiones de competencias y tutelas pseudopaternalistas. Es factible, pero sobre todo absolutamente necesario, un nuevo modelo de cuidados. Ahora. Sin más demora.

Las enfermeras tambien tienen que ser responsables y conscientes de que en vista de todo lo anterior, se agotan las opciones de acomodarse en la zona de confort del sistema sanitario público. Seguir en los puntos, es decir más de lo mismo, dejará de ser una alternativa. Los que quieran ejercer su profesión asumiendo responsabilidades y objetivos de salud para los ciudadanos tendrán alguna opción. Los que sigan el camino de la tranquilidad sin responsabilidad, pueden ser fagocitados por un sistema que solo entenderá de criterios económicos y no humanos.