Ahora que nos ha azotado a todos una enfermedad invisible, que ha sido capaz de romper con todo lo que era cotidiano para millones de personas,  consiguiendo paralizar la actividad y recluir a gran parte de la sociedad, muchas personas han visto cómo hombres y mujeres, sin capa, siguen prestando sus cuidados y están poniendo todo su conocimiento y esfuerzo por cuidar de los miles de afectados, por acompañar a los que están solos, por despedir hasta su último aliento a quienes no han podido superar el contagio.

Esas personas que, aun a riesgo de su propia seguridad y salud, y con una entrega absoluta son quienes están cerca de los que sufren y no pueden cuidarse por sí mismos son, y siempre han sido, las enfermeras.

La esencia de la disciplina enfermera se basa precisamente en cuidar de la salud y la vida de las personas aplicando y generando conocimiento basado en la evidencia científica. Y esta nos indica que se debe dotar de recursos suficientes para que los cuidados puedan llegar a todos con garantías de calidad y seguridad.

Irónicamente, este es el Año Internacional de la Enfermera y la Matrona y desde la OMS se pretendía como objetivo principal visibilizar la labor que estas profesionales desempeñan y la necesidad de contar con un número suficiente de ellas en todo el mundo. Y precisamente, en estos días, se hace más visible esa necesidad.

Aún más, las enfermeras venimos reclamando precisamente eso: poder cuidar de todos en las mejores condiciones, por el bienestar y la salud y la vida de los individuos y de la sociedad en su conjunto, especialmente de quienes más nos necesitan. Y eso pasa indiscutiblemente por contar con un número suficiente de enfermeras, máxime cuando partimos de plantillas infradotadas y mal retribuidas tras los periodos de recortes, y que además las profesionales cuenten con las condiciones materiales suficientes para poder realizar su trabajo, tanto en tiempos y espacios para la asistencia, como en equipos y materiales de protección.

En condiciones extremas como la que vivimos, encontramos a unas profesionales que siguen dando lo mejor de sí mismas, esforzándose por llegar a todo y a todos, sin materiales para cuidarse ellas primero y así poder cuidar de los demás. Se les deja solo con la protección de los aplausos, más  que merecidos, de millones de personas que cada noche recuerdan quiénes no dejarán de presentar batalla frente a esta pandemia y sus consecuencias.

Escuchen los aplausos, desde el ministerio y las consejerías de Sanidad, escuchen. Ustedes son los responsables de garantizar la salud de los profesionales sanitarios y de todos los ciudadanos. Protéjanles ya, no podemos seguir lamentando que miles de ellos están enfermando por falta de medios. Si ellos caen, no habrá quien pueda cuidar del resto.

Escuchen a los millones de personas que reconocen a los héroes y heroínas que cada día se dejan la piel por cuidar de todos. Pero es de justicia recordar que si ahora se les considera unas heroínas por su lucha contra el Covid-19, lo son y han sido todos los días, frente a esta enfermedad o cualquier otra, y en todos los ámbitos donde están presentes.

Espero que, cuando superemos esta crisis sanitaria, ninguno olvide a quienes cada día, como verdaderas heroínas, siguen cuidando de todos y tengan seguro de que tendremos que hablar de muchas cosas y no permitiremos, de ninguna manera, que la Administración mire para otro lado.