La hipertecnificación de la medicina ha centrado el objetivo de la medicina en la enfermedad desviándolo de quien la sufre. Esto ha generado cierta tendencia a la deshumanización de la atención médica, lo que nos lleva a afirmar que la medicina se ha deshumanizado a expensas de su hipertecnificación. Hemos de empeñarnos en poner a disposición de la persona enferma la mejor medicina posible con todos sus avances, pero sin olvidarnos de la persona. Los constantes avances tecnológicos y la masificación de la asistencia sanitaria están afectando a la relación médico-enfermo en la que cada vez hay menos tiempo para abordar los aspectos psicológicos, culturales y sociales de cada enfermo en particular, limitándose la mayor parte de las veces a estudiar e interpretar los exámenes que proporcionan las máquinas o los laboratorios clínicos. Los avances técnicos y la burocracia están alejando al médico del enfermo y esto lo tenemos que corregir.

Releyendo una vez más El médico y el enfermo de Pedro Laín Entralgo me gustó su expresión de cómo era considerado el enfermo por el médico: “el enfermo viene a ser la suma de un objeto científicamente cognoscible y modificable y una persona doliente y compasible”. Este concepto del enfermo que describe el profesor Laín Entralgo nos ha de hacer reflexionar a los médicos de ahora que hemos de tener en cuenta que cuando una persona enferma no es solo un órgano el afectado por los agentes patógenos, por los mecanismos degenerativos o por los traumas, sino que toda ella queda implicada desde su cuerpo hasta su capacidad de pensar y de razonar, influida por el dolor o las limitaciones impuestas por la enfermedad.

De esta manera llegaremos a comprender que el enfermo es una persona que tiene un nombre, una historia, unas costumbres, un entorno… que van mucho más allá de unos síntomas, un diagnóstico y un número de habitación. Con bastante frecuencia y de manera inapropiada, cuando llegamos al hospital preguntamos a nuestros colaboradores: “¿cómo está la cirrosis de la 214?” Esto es una gran falta de respeto a la persona que padece la cirrosis y que está ingresada en la habitación 214. Quien actúa de esta manera será, sin duda alguna, un gran experto en enfermedades hepáticas, pero con pocas o ninguna habilidad en relación médico-enfermo. El enfermo necesita que nos preocupemos también de él que es quien sufre la enfermedad.


"El enfermo necesita que nos preocupemos también de él que es quien sufre la enfermedad"



En el documento Los valores de la medicina que publicó la Organización Médica Colegial y en el que tuve el placer de participar como coautor, se abordan algunas ideas para recuperar los valores esenciales de la medicina y poder retornar a su humanización. En dicho documento se plantea cómo hacerlo en tres áreas esenciales como son en la universidad, en la investigación y en la asistencia sanitaria. Tal vez en la universidad se haría necesario un mayor ingenio docente para introducir las ciencias sociales y las humanidades de forma transversal, impregnando los contenidos biomédicos de un modo que resulte atractivo para los futuros médicos. Por otro lado, gracias al modelo biomédico de la investigación y a la aplicación de los avances científicos y tecnológicos a las ciencias de la salud se han producido avances indiscutibles que han supuesto enormes beneficios para la humanidad.

Sin embargo, un enfoque exclusivamente biológico se ha demostrado insuficiente para dar respuesta a las necesidades de salud de las personas. Es importante considerar que la interacción de los factores biomédicos y genéticos con los sociales y psicológicos influyen en las causas y en el desarrollo de las enfermedades. Por último, la recuperación de la dimensión humanística de la relación médico-enfermo, es sin duda un elemento decisivo en la calidad asistencial. Ello, junto con la disponibilidad del tiempo necesario, conduce a una medicina más satisfactoria para el enfermo, mayor eficiencia en el uso de pruebas diagnósticas y estrategias terapéuticas y con ello una menor yatrogenia.


"Los avances técnicos y la burocracia están alejando al médico del enfermo"



La medina también debe ser compasiva. Para ello tengamos en cuenta que la compasión es mucho más que un sentimiento de pena o de lástima hacia alguien, porque eso supondría mirar a la persona sufriente desde arriba, considerando que estamos situados en mejores condiciones y desde una mayor fortaleza. Alguien que sienta pena por otro no querrá estar en el lugar de ese otro. La compasión requiere sentir empatía hacia el dolor del otro, ponernos a su mismo nivel y comprender su problema como si fuéramos nosotros quien lo tuviéramos. Es adentrarnos en la dificultad de la otra persona, intentando hacernos cargo de ella. Es querer aliviar sus cargas, decidir hacer algo por aliviarla y ponernos en movimiento para ayudar. La compasión es la base del entendimiento y la empatía del médico ante lo que le ocurre y le preocupa al enfermo. Si empleamos nuestra competencia profesional con la aplicación de nuestros conocimientos técnicos y con nuestra compasión lo estaremos haciendo bien.

Cuando nos encontramos ante un enfermo incurable comprobamos que los avances de la medicina ya no le son útiles, pero nuestra actitud compasiva les ayuda mucho a sentirse reconocido en su fragilidad y su vulnerabilidad y a sobrellevar su enfermedad. Aunque la actitud compasiva siempre debiera ser una actitud en la atención a los enfermos, en  cualquiera de las etapas de su enfermedad, en la etapa terminal esta actitud debiera intensificarse porque la necesita más que la técnica.


"La compasión es la base del entendimiento y la empatía del médico"



Tenemos que aspirar a construir una sociedad compasiva y lo conseguiremos cuando seamos todos capaces de ayudar a quien lo necesita. Esta es una verdadera apuesta de todos los que componemos esta sociedad. El grado de responsabilidad de una sociedad se mide por su compromiso en el cuidar a quienes son frágiles, dependientes, vulnerable, marginados, sufrientes. Es por esto por lo que debemos apostar por una sociedad compasiva que cuide a sus miembros más vulnerables y los acompañe en el sufrimiento para podérselo aliviar.

Quiero recordar que todos los ciudadanos tenemos derecho a una atención médica de calidad humana y científica. La profesión médica y sus instituciones deben colaborar con los representantes de la sociedad para impulsar con generosidad las reformas necesarias para conseguir una medicina técnica, pero también compasiva.

Sería deseable que los médicos seamos capaces de atender a nuestros enfermos desde la ciencia médica y desde el acercamiento humano y poder decir, después de haberlos atendido, como dejó escrito el médico inglés, nacido en 1689, Thomas Sydenham: “nadie ha sido tratado por mí de manera distinta a lo que yo quisiera ser tratado si me enfermara del mismo mal.”