Nos encontramos ante el suceso más extraordinario al que nos hemos podido enfrentar hasta ahora. En un principio comenzamos a vivir esta crisis con gran distancia, cuando nos llegaban noticias de China lo vivíamos como algo ajeno y no presentábamos conciencia de que nos llegara a afectar. No éramos conscientes las dimensiones que iba alcanzar hasta que sufrimos su brutal irrupción en nuestras vidas.

Cuando la crisis del coronavirus llegó y en especial en Madrid, todos sufrimos una inesperada desestructuración de nuestra vida cotidiana: cerraron los colegios, los comercios y locales de ocio, nos tuvimos que aislar en casa y dejamos de ver a nuestros familiares y amigos.

Todo esto dio paso a un gran desconcierto, nos invadió el miedo a ser contagiados por un virus que no conocíamos, el miedo a perder a los nuestros, nos vimos cara a cara con la muerte que tanto intentamos evitar, llegó el temor a la caída de la economía, a perder el trabajo…

Y en el colectivo sanitario llegó el colapso, la necesidad de cambiar las estructuras del hospital para dar cabida a la gran cantidad de pacientes que esperaban a ser atendidos en urgencias y a ingresar en camas que eran insuficientes. Llegó la necesidad de crear nuevos equipos de trabajo con una necesidad formación constante y desarrollo de nuevos protocolos en un periodo de tiempo récord y sin posibilidad de descanso.


"A los miedos descritos en la población general, a los sanitarios se nos sumaron los miedos propios de contagiar a nuestros seres más queridos y de forma añadida nos invadió el sentimiento de culpabilidad por no llegar a todo"


A los miedos descritos en la población general se sumaron los miedos propios de contagiar a nuestros seres más queridos y de forma añadida nos invadió el sentimiento de culpabilidad por no llegar a todo, por no dar abasto, por tener que tomar decisiones como que pacientes no eran candidatos de  ingresar en UCI, cuando en otras circunstancias si que lo hubieran podido hacer.

Sentimos un malestar constante por no poder informar más a los familiares ávidos de noticias de los pacientes  ingresados y  la tristeza inmensa de no poder acompañar a pie de cama a nuestros  enfermos en situaciones de tanta vulnerabilidad…E incluso en la muerte.

A todo ello se sumó el temor y la inseguridad por tener que trabajar en condiciones de dudosa protección con escasez de materiales imprescindibles y expuestos a posible contagio sin suficiente número de pruebas. Y a toda esta sobrecarga añadimos las dificultades de nuestra vida personal, los niños con sus clases y tareas y a los que nadie puede cuidar ¿Qué ocurre si ambos padres somos sanitarios? La casa preparando comidas , la limpieza con una máxima desinfección, una especie de 'yinkana' mantenida y con una duración impredecible.

¿Y qué podemos hacer ante todo esto?

A estas alturas de la pandemia ya todos nos hemos familiarizado con artículos y tutoriales sobre estrategias generales de autocuidados.

Lo más importante y prioritario establecer una nueva rutina dotada de nuevas formas de trabajo y con versátiles horarios. Y hemos de organizarnos garantizando mantener las normas de higiene del sueño. Todo esto para recuperar la sensación de control. Un control irreal, pues toda la vida (incluso sin pandemia) es azarosa, pero el cual nos ayuda a seguir funcionando con menor nivel de incertidumbre y con una mayor seguridad.

Tenemos que mantener un buen contacto social. La calma con los compañeros importante para poder funcionar mejor y cuando estemos en casa, mantener la relación con amigos y familiares  a ser posible por videollamada para evitar la sensación de soledad mantenida, de manera más importante en los casos de las personas que vivan sin compañeros o familia.

Hacer ejercicio  ¡Indispensable!

Desde el Servicio de Psiquiatría de nuestro hospital, al igual que en muchos otros centros de la Comunidad de Madrid, hemos desarrollado un programa de apoyo especifico para el personal sanitario que creemos imprescindible.

Es importante estar aquí y ahora apoyando a los compañeros que muchas veces siguen o seguimos, guiados por una valiosa vocación, la cual en ocasiones nos puede llevar hacía una autoexigencia que nos hace seguir adelante a veces con costes. Heridas que pueden ir surgiendo ahora o que pueden llegar a aparecer en un futuro. Por todo esto es importante recordarnos que para poder continuar trabajando y viviendo con todas estas dificultades, hemos de cuidarnos y que esto no es un lujo si no una necesidad básica que nos van a agradecer tanto nuestros compañeros, como familiares  y pacientes.

El colectivo sanitario en estas circunstancias tan adversas, podría recibir ayuda. Primeramente un apoyo importante comprendería el ayudarnos a nosotros mismos. Sería muy conveniente hacernos conscientes de la autoexigencia que antes mencionaba para poder ajustar nuestros objetivos. Ser capaces de reconocer el trabajo bien hecho, en vez de culpabilizarnos por no a ver llegado a ciertas metas que quizás sean o fueron inalcanzables, dadas las circunstancias de pandemia.

También es muy importante escucharnos a nosotros mismos, conectar con nuestro cuerpo, parar, respirar… para poder detectar las emociones que nos invaden y realizar una adecuada gestión de ellas. Ser capaces de ventilar el miedo, la ansiedad , la frustración, la rabia…. Todas estas son emociones licitas a las que hemos de dar paso y no dejar que se enquisten. Para ello es conveniente buscar un entorno amable, como con los compañeros de Servicio o con nosotros compañeros de Salud Mental dispuestos a escuchar y dar apoyo.

Otra necesidad que debemos autoimponernos es no evitar buscar tiempo de descanso, como antes exponía es una necesidad para seguir funcionando en pleno rendimiento.  'Desconectar' al llegar a casa (como si fuera tan fácil después de tener que llamar a un familiar para decirle que su padre ha fallecido y que uno de los familiares tiene una hora para acudir a despedirse de él), es nuestra responsabilidad buscar estrategias, dar con la manera de no reverberar en nuestra mente estas experiencias y emociones tan complicadas. Evitando siempre caer en el abuso de alcohol.

Las personas somos fuertes y nos adaptamos a las nuevas realidades. A lo largo de la historia hemos visto cómo generaciones han sobrevivido a mayores catástrofes. Pero a pesar de esta capacidad adaptativa, tenemos que estar alerta a nuestras señales y a las de nuestros compañeros por lo que si en algún momento vemos que síntomas como la ansiedad, el insomnio, la tristeza nos imposibilitan continuar con nuestra vida habitual y con nuestras funciones habituales deberíamos recomendarnos o recomendar el pedir ayuda formal. Estamos aquí para eso.

Así que con nosotros mismos: conectarnos, reconocernos la labor positiva, dejarnos agradecer los elogios de la sociedad, de los pacientes, de los  familiares y compañeros, cuidarnos y estar muy alerta ante posibles signos de alerta que precisen ayuda.

En un segundo punto, me referiré a lo que los demás pueden hacer por nosotros. Es gratificante el reconocimiento del valor del Sistema Nacional de Salud y de los sanitarios por parte de la ciudadanía puesto de manifiesto a través de los aplausos pero creemos que sería importante, para reconocer  la valía y el esfuerzo de los profesionales, la implicación por parte de la Administración. Sería adecuado que esta supiera recoger los aplausos y el gran esfuerzo realizado traduciéndolo en las necesarias mejoras laborales. Esto supondría un buen cuidado de los profesionales, sería un acto reparador de las heridas sufridas, así como un buen  agradecimiento a una labor que a pesar de ser vocacional merece un reconocimiento.