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26 feb. 2020 18:40H
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Desde hace unos meses todo el mundo tiene el coronavirus en la boca -en sentido figurado, no se me alarmen- así que quiero mandar un mensaje de calma: por ahora la única epidemia que está azotando -y muy fuerte- al país, es la de gente hablando sin tener ni pajolera idea. Y, aunque lleva entre nosotros mucho tiempo y tiene una alta prevalencia y riesgo de contagio. Seguimos sin estar inmunizados: cada año encuentra algún mecanismo para adaptarse y sobrevivir. Cuando no es el ébola, es el coronavirus y cuando no, lo que toque.

Desde que saltó la alarma con el virus que nos traemos entre manos -de nuevo en sentido figurado, espero- hemos sido bombardeados con datos, información, vídeos, puesyocreoques y teorías conspiratorias varias. Una de las noticias que más rápido ha circulado ha sido que en las farmacias se habían quedado sin mascarillas.

Esto ha generado un silogismo en el inconsciente colectivo: si se han acabado es porque son necesarias, ergo yo también quiero. Por decirlo en términos marketinianos: a veces si se elimina la oferta, se dispara la demanda por pura paranoia. Aunque, en este caso, no se corresponda a una estrategia de venta, sino a desinformación.
 
En las farmacias nos hemos cansado de repetirlo. Desde que subimos la trapa, no pasan ni cinco minutos hasta que escuchamos la preguntita "¿Tenéis mascarillas?". Alguno, para ahorrar tiempo, ha colgado directamente un cartel en la puerta de "Que no. Que no tenemos mascarillas". Otros se han atrevido a matizar "Y ni falta que hace".


"La mayor parte de las mascarillas que se están solicitando están indicadas en patologías como el asma y alergias, pero no para virus"



Y es que, aunque más de uno no se lo va a creer, no todas las mascarillas sirven para todo. La mayor parte de las que se están solicitando, de hecho, están indicadas en patologías como el asma y alergias, pero no para virus.

Así que, lo único que se está consiguiendo arrasando con ellas en las farmacias, es marear a los farmacéuticos y dejar sin ellas a alérgicos, que ven asomarse a la primavera con cierta preocupación.
 
Medidas de higiene básica útiles -como lavarse las manos- se están dejando de lado en favor de conseguir, aunque tengas que recorrer todas las farmacias de la ciudad, una mascarilla que no ayuda. Porque creemos que la solución es siempre algo externo: como el paciente que va al médico y exige que le recete medicamentos sí o sí, aunque el tratamiento sea agua y reposo.
 
Paralelo a la conocida “histeria de las mascarillas” se han compartido consejos para tratar, paliar o evitar el bulo, de dudosísima evidencia científica: desde "alcalinizar el cuerpo" (como si eso fuera posible) hasta consumir cocaína para matar al bicho -que por lo visto no le va la marcha-, antibióticos etc. Quizá otra norma de higiene con respecto al virus sea no compartir toda información que nos llega por whatsapp.
 
Una enfermedad siempre es motivo de preocupación -individual y social- y si es infecciosa mucho más, pero es importante es mantener la calma. A veces es peor el miedo que la enfermedad.