Cuando empezamos la legislatura nos encontramos con una situación francamente esperanzadora en la Comisión de Sanidad del Congreso. El PP sin mayoría absoluta se veía en la necesidad de llegar a acuerdos. Muchas cosas podían cambiar. Se abría un tiempo para la esperanza. Nuestras conversaciones con el PSOE durante la anterior legislatura habían demostrado que existía capacidad de acuerdo entre nosotros y, además, Podemos mantenía en la comisión un talante mucho más abierto que en Pleno. Así que empezamos la legislatura convencidos de que habría cambios significativos en muchos aspectos. Aprobamos por unanimidad la reparación de las víctimas de la talidomida, aprobamos también la OPE extraordinaria y un horizonte de temporalidad por debajo del 10% para el final de la legislatura. El primer debate de un proyecto legislativo sanitario (nuestra ley de derechos y garantías al final de la vida) también salió del Pleno con una mayoría de más de 300 votos. Sin embargo, a esas alturas el PSOE ya había empezado a demostrar que en sanidad no había digerido muy bien la presencia de un nuevo partido que le disputaba, desde el realismo y el conocimiento del sector, la bandera del cambio sensato.

El primer tropiezo serio de la comisión fue a cuenta del Real Decreto de prescripción enfermera. El 23 de febrero, el PSOE presentó una propuesta absolutamente deficiente en la que se negó a incluir la derogación de la ley del medicamento en el apartado referido a la prescripción enfermera. La Proposición No de Ley (PNL) se limitaba únicamente a criticar el decreto. Es evidente, para cualquiera que lea la ley, que ningún decreto puede obviar la necesidad de cursos y protocolos que se deriva del contenido de la misma. Por todo ello, ERC, Podemos y nosotros presentamos una enmienda al PSOE que este se negó a votar debido a que ello suponía votar contra una ley elaborada por el propio PSOE. La oleada de críticas que la posición del PSOE levantó dentro de la Enfermería supuso una humillación que su portavoz no perdonaría. Las consecuencias de ese fracaso aún perduran, como veremos a lo largo del artículo.

El segundo encontronazo lo tuvimos cuando el 9 de marzo debatimos nuestra propuesta de reducción de copagos. Tras el imprudente desliz de la ministra con sus declaraciones de diciembre nosotros, como partido leal y sensato, nos propusimos hacer honor a nuestro acuerdo dando una oportunidad a la ministra de salir del barro y, sobre todo, resolviendo el problema de aquellos que de verdad sufrían el copago: los trabajadores con menores ingresos. Las evidencias publicadas por FADSP, SESPAS y por el Banco farmacéutico concluían, y concluyen, que el problema del copago como barrera de adherencia se concentra en las tarjetas tipo 3 (ingresos menores de 18.000eur/año). Pues bien en esa comisión no pudimos contar con el voto favorable de PSOE que se alineó de manera sorprendente con un PP atrapado por las palabras de su presidente tan poco amigo de "líos". Quedará para los anales de la historia el voto contrario del PSOE a una propuesta que buscaba facilitar la vida a los los trabajadores con más bajo nivel de ingresos. Nuestra propuesta de topar las tarjetas tipo 3 obtuvo el voto negativo conjunto de PP y PSOE y el apoyo de Podemos.

Un mes después, el 5 de abril, llegaba a la comisión nuestra propuesta de regularizar el uso terapéutico del cannabis. Contaba con el aval científico del Observatorio del Cannabis Medicinal y el de la evidencia científica recogida por la Academia Americana de las Ciencias. Dicha academia acababa de publicar un grueso y riguroso volumen en el que analizaba la evidencia existente hasta el momento. Centenares de pacientes en toda España esperaban un voto afirmativo que permitiese sacar de la "alegalidad" a pacientes con dolor neuropático crónico, espasticidad o secuelas de la quimioterapia. Era una propuesta en línea con lo que sucede en multitud de países occidentales. Pero el progreso se encontró nuevamente con la alianza PP-PSOE. El PP realizó un discurso conservador y antiguo como era de esperar, pero el discurso de Jesús Mari Fernández pasará a los anales de la historia parlamentaria por la cantidad de contradicciones en las que incurrió para intentar defender "a la vez" la supuesta posición progresista del PSOE con una argumentación absolutamente ayuna de datos y rigor científico. Nuestra irritación fue máxima cuando se llegó incluso a intentar engañarnos con un supuesto apoyo a su postura por parte de las asociaciones de pacientes. De manera conjunta, ambos partidos (PP-PSOE) pretendieron desplazar este debate a la Comisión Mixta de Drogas cuando se trataba, a todas luces, de un debate puramente sanitario. Solamente nuestra fortaleza y el apoyo de Podemos permitió que el asunto quedase pendiente de una subcomisión en  Sanidad y no en la Comisión Mixta de Drogas. Una nueva jornada para la historia.

Por último, la pasada semana nos presentamos al debate sobre las pseudociencias confiados en que, meses de debate público, 2 programas de televisión con testimonios reales del problema y pronunciamientos repetidos de la OMC y de asociaciones científicas eran aval suficiente para sacar adelante la PNL sin mayores problemas. Sin embargo, nuevamente nos encontramos con una PNL hueca de contenido del PP que el PSOE enmendó con un texto sorprendente que habla de terapias y medicinas alternativas. Si el texto del PSOE era chusco, la intervención, minuciosamente preparada con gráficos y todo, fue un auténtico despropósito donde se habló de una "medicina milenaria de antes de los griegos" y otra "biologicista". Las carcajadas aún resuenan entre los científicos con humor. El propio secretario de ciencia del PSOE se vio obligado a salir al paso afirmando que el PSOE solo avalaba la medicina científica.

No sabemos lo que nos queda aún por ver, pero de lo que si estamos seguros es de que el inmovilismo sanitario del PP ha encontrado un aliado impagable en el portavoz sanitario del PSOE. Emulando su última intervención, de citas quijotescas, solo me queda decir: "¡Cosas veredes, amigo Sancho!"

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