La llegada de la democracia a España supuso un cambio en todos los órdenes de la vida; en la medicina, sobre todo, en el mundo laboral, pues aquello a lo que habitualmente estabas acostumbrado como un derecho podía verse cercenado sólo por no ser reclamado. Fue ya entrada la década de los ochenta cuando el mundo de la representación laboral tomó cartas de identidad. La profesión tenía que organizarse, buscar sus foros de representación sindical y plantear sus reivindicaciones. Teníamos que concurrir, necesariamente, a las elecciones sindicales, obtener el 10% de representación para estar en las mesas sectoriales de Sanidad, negociar y firmar acuerdos. Conseguir ese objetivo para los médicos en un escenario de minoría, no era fácil; tampoco lo es hoy. Por eso se impuso la coalición electoral con otras organizaciones profesionales, y en especial, con el Sindicato de Enfermería, Satse, y se creó la organización Cemsatse, Convergencia Estatal de Médicos y ATS de España. Era un matrimonio de conveniencia, que permitió grandes logros, pero también no pocos enfrentamientos.

En aquella época, la sanidad estaba desagregada con predominio del Insalud en todo el territorio del Estado. Si algo bueno hizo la Ley General de Sanidad, de 25 de abril de 1986, fue integrarla. Se creó el Sistema Nacional de Salud (SNS), con sus servicios regionales y tantas áreas de salud como fueron necesarias. Cada una de ellas disponía de un complejo u hospital de referencia, y abarcaba bastantes zonas básicas de salud (ZBS). En paralelo a esa integración se fue desarrollando el mundo sindical: juntas de personal por cada área de salud, comités de empresa, delegados sindicales de las distintas organizaciones sindicales por Áreas, y las mesas sectoriales, en principio sólo en el territorio del Ministerio/Insalud, y después, por servicios regionales de salud.

En este contexto laboral, aparecimos un buen número de médicos en toda España dispuestos a crear sindicatos médicos provinciales, después regionales, para conseguir la representación en todos los ámbitos. En aquellos comienzos pertenecí a la Asociación de Médicos Titulares de Cáceres y al Sindicato Médico Libre. Desde ahí inicié mi periplo sindical llegando a ocupar en la Confederación Estatal de Síndicatos Médicos (CESM) los puestos de secretario de la Federación de Médicos Titulares y Rurales, y más tarde, el de secretario general del Grupo Insalud, que incluía a las once comunidades autonómas donde permanecía la asistencia sanitaria centralizada. Simultáneamente realicé una función integradora con mis compañeros de todos los sindicatos y asociaciones de médicos de las provincias extremeñas en la nueva organización sindical: el Sindicato Médico de Extremadura (Simex), del cual fui secretario general durante once años hasta el 2004. El Simex era y es el único sindicato médico de la región, miembro de pleno de derecho de la CESM. Esa etapa, con cargos de responsabilidad en Madrid y en Extremadura, es la de mayor actividad sindical de mi vida, con reuniones en Mérida, Cáceres, Badajoz, Insalud Central y Ministerio de Sanidad. Tenía un sustituto permanente, pero siempre que podía, al menos tres veces por semana, acudía a mi consulta de Puebla de la Calzada. La situación era muy parecida en todas las autonomías, pero había reivindicaciones que se tenían que negociar en una Administración y otras, en otra. Todo lo relacionado con sanitarios locales se trataba en el Consejo Interterritorial o en las autonomías, como la creación de los cuerpos y escalas autonómicos, la jornada laboral, etc.; en cambio, todo lo asistencial y del personal estatutario hasta las transferencias finales del Insalud, en 2001, se realizaba en Madrid.

Por otra parte, inicié, casi a título personal, una campaña reivindicativa sobre los presupuestos de Sanidad. Hasta entonces, la distribución se había hecho per cápita, y tras sucesivas denuncias y artículos por mi parte, contribuí a que se consideraran otras variables. Esa justificación sensibilizó al ministro José Manuel Romay, y desde entonces se tuvieron en cuenta tanto la dispersión como el envejecimiento de la población. Gracias a ello, comunidades como Extremadura, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Aragón y Galicia pudieron asumir las transferencias del Insalud con la dotación presupuestaria necesaria para que no se produjera ninguna carencia en la atención sanitaria.

Si nos circunscribimos a la división atención primaria (AP) versus atención especializada (AE), los acontecimientos iban paralelos a la reforma sanitaria. En los hospitales, la jornada laboral estaba bien definida y era asumible, habitualmente de 8 a 15 h. con compensaciones los sábados hasta las 40 h/semanales, y turnos de guardias de 15 a 8 h del día siguiente. En Primaria, los médicos rurales tenían la permanencia de las 24 h del día en la población asignada, pues una Orden promulgada el 9 de septiembre de 1981, de turno de guardias en el mundo rural, no se cumplía;  en el mejor de los casos, lo hacía para los fines de semana. En el mundo urbano o semiurbano disponían de servicios de urgencia, horario de 9 a 17 horas, de lunes a viernes, o adaptaciones compensatorias de las 40 h/semanales. En ambos sectores, el médico veía compensadas sus retribuciones por aumentar su trabajo, el hospitalario, con las guardias y peonadas, y el de primaria, por aumentar sus cupos o realizar otra actividad médica compatible (medicina de empresa, especialidad clásica, etc).

En el cambio de década (80/90), la situación era inaguantable para los médicos rurales y empezaron duros enfrentamientos con los responsables de la Administración en el Ministerio de Sanidad y el Insalud. Después llegó la calma con la negociación y la firma de acuerdos de enorme trascendencia en aquella época, social y profesionalmente hablando. Se consolidó la reforma de la atención primaria con los centros de salud y consultorios locales dispersos por toda la geografía española; en cada ZBS existía un punto de atención continuada (PAC) que permitió liberar al médico de las 24 h al día de trabajo y abonarle tantas horas de guardia y tarjetas como trabajara; el médico pudo acceder a un tiempo libre, que en muchas ocasiones, utilizaba para su formación u homologación del título de la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria. Todo coincidió con el desempeño de mis puestos de responsabilidad en la CESM y el SIMEX. Se consiguió el reconocimiento del sueldo base completo de los médicos titulares, se liberó a los médicos rurales de la esclavitud de las 24 h/día/335 días al año, se reconoció el pago de hora de guardia y por tarjeta a todos los médicos de los centros de salud, se modificaron leyes de Función Pública en las autonomías para crear las escalas de facultativos sanitarios y permitir la convocatoria de concursos de traslados y de oposiciones. Se estabilizó en el empleo como personal estatutario a miles de médicos con el sistema de concurso-memoria. Se firmó la jornada laboral ordinaria de 35 h/semanales de lunes a viernes, y más tarde, la exención de guardias a los médicos hospitalarios mayores de 55 años, con módulos compensatorios alternativos de tres/cuatro tardes al mes para mantener el poder adquisitivo en las once autonomías del territorio Insalud. Se puso en marcha la carrera profesional en toda España.

Fueron grandes logros en una situación de cambios para una situación concreta. En 2004 dejé la Secretaría General del Simex, volví a los cinco años a la Presidencia para contribuir con mi equipo a ganar las elecciones sindicales en el sector médico y demás facultativos. Lo conseguimos con amplia mayoría, que nos ha permitido estar en la Mesa Sectorial de Sanidad como Sindicato Médico de Extremadura.

Hace unos meses tuve que dejar Extremadura por razones familiares, y en la actualidad, ocupo un puesto de Coordinador de Equipos en la Gerencia de Atención Primaria de Salamanca. Dejar la asistencia me ha costado, pero la gestión siempre ha sido una de mis pasiones. Espero estar a la altura de las expectativas creadas. Este artículo pretende ser el cierre de una época, y es poco tiempo para aventurarse en predicciones. Son tiempos de crisis, donde la discriminación no es la causa. Se tiene que agudizar el ingenio. Sólo por aventurarme diría que hay que mejorar la coordinación (incentivar) primaria-especializada, apoyar la unidad básica asistencial (UBA) médico-enfermera para que sea más resolutiva la AP, orientar la jornada laboral del médico al cumplimiento de objetivos, unificar la historia clínica informatizada para los dos sectores (AP y AE) y aplicar los medios de comunicación y las nuevas tecnologías en pro de la eficacia, efectividad y eficiencia de la medicina, sin olvidar que siempre nos debemos al enfermo.

Desde aquí mis más sincero agradecimiento a los que me han ayudado en mis tareas.


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