En noviembre del año pasado la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (Sefac) presentó en su quinto congreso, celebrado en Barcelona, su propuesta de nuevo modelo para la retribución del servicio de dispensación de medicamentos y productos sanitarios al SNS, basada en un sistema mixto con un honorario profesional fijo más un cargo logístico variable.

Por aquel entonces pocas voces ajenas a nuestra sociedad se hacían oír defendiendo con determinación la necesidad de un cambio de filosofía en la retribución de las farmacias, lo cual no significa que en otros ámbitos no hubiera habido ya voces reclamándolo. Sin embargo, algunos no veían entonces, y siguen sin verlo ahora, el momento oportuno para plantear esta cuestión. Pese a ello, el debate hoy no solo sigue vivo, sino que cada vez son más los partidarios procedentes de distintos estamentos que plantean abiertamente este cambio o, al menos, no se cierran en banda a debatirlo e, incluso, el propio Ministerio de Sanidad ha reconocido públicamente que puede haber llegado el momento de buscar otro camino para retribuir a las farmacias que no sea el sistema actual basado en un porcentaje sobre el precio del medicamento.

Podremos discutir si la propuesta de Sefac es técnicamente la más adecuada pero permite un  inicio que ayuda al debate y desarrollo de ideas para alcanzar el máximo consenso posible para lograr un modelo retributivo capaz de sostener profesional y financieramente (el actual ni siquiera cubre los costes básicos) el servicio de dispensación que, no lo olvidemos, hoy por hoy sigue siendo la principal actividad de la farmacia.

Más allá del dinero y de los aspectos estrictamente económicos, sobre los que habrá que seguir perfeccionando la propuesta, el objetivo fundamental de una modificación en el modelo retributivo es un cambio de filosofía. Se trata de una nueva forma de pensar y de encarar los problemas de las farmacias que va más allá y que busca un mayor reconocimiento del trabajo profesional que desempeña el farmacéutico comunitario. El sistema retributivo no puede ni debe generar un conflicto de intereses con la actuación del profesional, impidiéndole alinearse en los objetivos de disminución del gasto público en medicamentos. Se trata, en definitiva, de alinearse con los planteamientos que ya tienen una mayoría de los principales países desarrollados de nuestro entorno (Francia, Alemania, Gran Bretaña, Holanda, etc.), donde el modelo retributivo se estructura alrededor de un honorario que reconoce el trabajo profesional en cada dispensación y que obvia el pago por medio de un porcentaje vinculado al precio del medicamento.

Este cambio es necesario y debemos aspirar a que, tarde o temprano, acabe produciéndose pues los tiempos en que los márgenes de los medicamentos incluían el servicio de dispensación y más actuaciones del farmacéutico ya no existen, y la tendencia es totalmente contraria. Pero, sobre todo, se trata de un cambio necesario porque no es deseable que una profesión que aspira a ser un referente sanitario capaz de liderar el uso adecuado de los medicamentos, vea remunerada exclusivamente su labor de dispensación mediante un porcentaje del precio del medicamento. Este hecho no refleja la labor sanitaria y/o asistencial que puede haber detrás de una no dispensación de un medicamento pues ¿acaso no merece ser retribuida la actuación del farmacéutico que ejerciendo su profesionalidad deriva al médico sin dispensar un fármaco tras evaluar que no éste no es adecuado para el paciente?

Alguien podrá decir también que con las actuales dificultades económicas por parte de la Administración, plantear un cambio en el modelo retributivo es muy arriesgado porque tampoco el pago estaría garantizado con un nuevo sistema. Sin embargo, sinceramente, creo que este planteamiento es un argumento apoyado en el miedo; un miedo paralizante que en gran medida viene atenazando a la profesión desde hace muchos años, sin permitirnos otear nuevos horizontes y perspectivas más esperanzadoras. En resumen, un miedo que nos inmoviliza y que nos condena a refugiarnos, como he apuntado antes, en un pasado que no volverá.

Creo que si los farmacéuticos comunitarios somos capaces de dar un paso al frente y de seguir demostrando que aportamos mucho a la sostenibilidad del SNS con nuestra labor asistencial y mejorar la salud de nuestros pacientes y la eficiencia de los recursos disponibles, la Administración comprenderá (como lo ha hecho en otros países) que no hay mejor opción que retribuir como se merece el trabajo del farmacéutico comunitario. Y primero lo hará con el servicio de dispensación y después con el resto de servicios que seamos capaces de ofrecer con calidad y garantías suficientes en beneficio de la población, pues los pacientes lo demandarán y el sistema sanitario lo agradecerá.

Seneca decía que “muchas cosas son difíciles, no porque sean difíciles en sí, sino porque no nos atrevemos a emprenderlas”. Quizá haya llegado el momento de empezar a construir lo que de verdad queremos ser, sin importarnos lo difícil que parezca, antes de que otros lo hagan por nosotros y no de la manera más eficiente.


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