10 jun. 2015 18:40H
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Ismael Sánchez. Madrid
Como si de un coche se tratara, no importa si de lujo o utilitario, el seguro de salud es un buen invento, ha venido a decir Juan Hormaechea, presidente ejecutivo de SegurCaixa Adeslas, convencido de que el ramo es uno de los mejores argumentos que la compañía tiene para seguir mirando al futuro con confianza.

Juan Hormaechea, presidente ejecutivo de SegurCaixa Adeslas.

Su amplio conocimiento del ramo de autos, en el que presenta una reconocida y dilatada trayectoria, ha llevado a Hormaecheaa tirar de símiles automovilísticos para elogiar el seguro de salud, que ha sido “motor de crecimiento en el pasado y ojalá también lo sea en el futuro”, además de “amortiguador de la caída de otros ramos durante la crisis”. Desde luego, para SegurCaixa Adeslas, la crisis ha sido menos crisis gracias a la sanidad.

Entrando en las características del producto, Hormaechea no disimula su satisfacción, tan alta como la de los propios asegurados. “Esto no es casualidad, como tampoco lo es el ritmo de crecimiento, que marca diferenciales notables con el resto de ramos”, ha reflexionado antes de citar la libertad de elección, la flexibilidad horaria y las menores esperas como algunos de los argumentos indiscutibles para seguir contratando seguros de salud.

Si algo ha quedado claro en el 4º Foro Adeslas es que el sistema sanitario está en ciernes de una profunda transformación, de la que ya tenemos algunas pruebas palpables y hasta evaluables, y a la que el sector asegurador privado no puede ser ajeno. SegurCaixa Adeslas no lo va a ser, según su presidente ejecutivo, “y de hecho, queremos liderar este proceso”, ha sentenciado.

La aseguradora ya ha comenzado a mirar hacia la cronicidad, la prevención, el bienestar, términos que hasta hace no mucho parecían prohibidos a empresas con ánimo de lucro en el sector salud. “Vamos a seguir curando”, ha precisado Albert Sarrá, subdirector general de Oferta y Operaciones, pero con un ojo en la promoción de la autogestión de la salud por parte del paciente. La estrategia, que no es nada nueva, ya ha sido verbalizada por varias autoridades sanitarias, marcando la obligación de las administraciones públicas para hacer el sistema más sostenible añadiendo años de vida saludable a sus ciudadanos. Pero no es tan habitual escucharla de labios de altos representantes de aseguradoras privadas, teóricamente situados bajo el fatal influjo de un discurso envenenado: a mayor enfermedad, mejor para nuestra cuenta de resultados. Pues resulta que es falso, aunque muchos no les crean.

Por lo demás, en el Foro no ha faltado el clásico llamamiento a un mayor papel del aseguramiento privado en la provisión de los servicios sanitarios que necesita España. Gracias a la argumentación del analista económico Juan Ramón Rallo, director del Instituto Juan de Mariana, hemos vuelto a escuchar las antiproclamas que bien podrían ser dirigidas como las valquirias de Wagneren Apocalipsis now contra las mareas a favor de la sanidad pública. A saber: entre 1995 y 2015, hemos pasado de un gasto sanitario per cápita de 800 a 1.400 euros, lo cual no ha evitado una decreciente calidad de la atención sanitaria pública; el sistema sanitario, igual que el de pensiones, seguirá precisando de fondos crecientes en los próximos años, pero no será posible seguir financiándolos a costa del esfuerzo fiscal de un ciudadano mileurista cuyo salario bruto es de 20.100 euros para convertirse en una cantidad neta de sólo 10.900 euros, tras las sistemáticas y variadas retenciones, de muy diverso origen. Esta vaca está exhausta, dice Rallo, y no podrá ser ordeñada mucho más, y no paradójicamente por el capitalista explotador sino por todo un ministro de Hacienda.

Las cuentas, a trancas y a barrancas, terminan saliendo gracias a todos esos asegurados que pagan dos veces: sus impuestos y sus seguros de salud. Y para los que, según Rallo, sería toda una bendición que les dejaran disponer de más renta (es decir, que les frieran a menos impuestos) para poder decidir coberturas y prestaciones. Toda una revolución aseguradora para la que este país, todavía, no parece preparado.
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