La Revista

Tres afectados de menos de 30 años explican los peligros de infectarse incluso estando sanos

Hablan los jóvenes con Covid persistente: "No puedo hacer una vida normal"
Álvaro Rial, Cristina Granados y María José Cárdenas.


9 jul. 2021 12:00H
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POR MARÍA GARCÍA
Álvaro Rial pasó de trabajar 10 horas al día y disfrutar conociendo mundo a ser una persona totalmente diferente por culpa del Covid. Fue precisamente en un vuelo entre España y Estados Unidos, un día antes de que se decretara el estado de alarma, donde cree que se infectó. Fuera donde fuese, lo cierto es que en ese viaje comenzó la falta de apetito, los dolores de estómago y los mareos que a día de hoy aún le impiden hacer una vida normal. 

Una vez de vuelta en España pasó dos semanas con dolor de cabeza, presión torácica, dolor en las costillas, taquicardias, febrícula o conjuntivitis. En solo un mes perdió 13 kilogramos. De aquella no había prueba PCR para él; ahora sabe que padece Covid persistente. Tiene solo 30 años y es uno de esos casos de personas jóvenes en España que sufren síntomas permanentes de la enfermedad aunque no tuvieran una patología de base. 

Como no mejoraba e iba a más, su médica de Familia le derivó a Medicina Interna. Había parámetros que no eran normales para una persona sana de su edad. "Me impedía hacer mi vida. Estaba enfermo. Me puse a buscar por internet y encontré a más compañeros con lo mismo. Es muy raro que tantas personas hayan perdido la cabeza cuando los síntomas eran tan parecidos. Así que hicimos un poco de fuerza y en el German Trias i Pujol comenzaron un estudio", señala. 

Una de esas personas es Cristina Granados. Ella y su hermana gemela se infectaron en marzo de 2020. No llegaron a ingresar en un hospital. "Al ser una persona joven me mandaron a casa y me siguieron telefónicamente", explica. Se asfixiaba, las pulsaciones eran altas, el cansancio le impedía ponerse en pie y le dolía el estómago y la cabeza. Salvo por la neumonía, los síntomas siguieron un año y cuatro meses después. 

"Todo me da miedo"


"Estoy todos los días en médicos, con rehabilitación, probando tratamientos diferentes... Todo me da miedo. No puedo hacer una vida normal, ni ejercicio físico, ni puedo tomar nada más que agua porque entre la medicación, la hipoglucemia y el problema de insuficiencia suprarrenal nadda más me sienta bien. En mi empresa nos tienen en una sala separada que  habilitaron y para mí porque si no no podría seguir trabajando", asegura. Tienen solo 26 años. 

"Sufro pérdida de memoria y de conconcentración. Tuve que dejar la carrera en octubre, cuando me infecté, y ahora estudiar es una tortura"



Uno menos, 25, tiene María José Cárdenas. Dio positivo en coronavirus en octubre, aunque no sabe dónde se pudo contagiar. Por entonces sólo iba al supermercado y a la empresa donde hacía prácticas. Lo pasó especialmente mal por la falta de aire, pero no estuvo ingresada. "Podía haber ido al hospital con la disnea pero no quería. También tuve fiebre, síntomas digestivos, mucho cansancio.. Todo menos la pérdida de olfalto y gusto", afirma. Meses después se sigue sintiendo cansada y afixiada. 

También explica que tiene síntomas digestivos y problemas en ojos y dientes. Espera el resultado del TC que le hizo la neuróloga. "Sufro périda de memoria y de concentración. Estoy acabando la carrera porque en octubre, cuando empecé, me infectó. Estudiar es una tortura", explica. Además siente dolor generalizado.

Adiós a la vida social 


Ahora trabaja eso con una psicóloga, pero le sigue costando quedar con gente para tomar algo. "Además de la ansiedad que me supone pensar que puedo contagiarme otra vez, porque lo mínimo que me ocurrirá sería terminar en una UCI. Eso lo llevo fatal. Cada día no sé cómo me voy a levantar", asegura. 

Los tres jóvenes han vivido un cambio radical en su vida social. Álvaro Rial asegura que usa mascarilla incluso en casa. No puede estar en espacios cerrados con mucha gente porque se agobia. En este tiempo se ha separado y ha cambiado de residencia: de Barcelona se fue a Galicia, donde vive con sus padres en el campo. Tampoco puede trabajar. 

Ver las imágenes de jóvenes haciendo botellón sin mascarillas ni espacio entre ellos les preocupa e indigna a partes iguales. "Yo lo tuve con 25 años. En su momento me dijeron que si llego a tene dos o tres más me hubiera muerto. Es importante que tengan conocimiento de que esto no es una tontería. Es algo real. Es verdad que lo solemos pasar más leve, pero también hay personas que estamos mal. No eres inmune a nada. El virus no distingue ni de raza, ni de sexo, ni edad. Como te pille te ha pillado", asegura Granados, que recuerda que ha pasado de estar sana a tener una enfermedad de por vida. 

"Ya no es por ti, es por tus familiares. ¿Cómo podrías permitirte transmitir el virus a alguien de la familia que puede fallecer o estar mal? O que tú, como persona joven, quedes inapacitado un tiempo. Te puede pasar. No lo vemos hasta que nos toca. Ojalá pudiese volver a febrero del año pasado porque las precauciones en aquel avión hubieran sido máximas", concluye Rial. 
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