La Revista

Concepción Sánchez Pina, presidenta de la Asociación Española de Pediatría de AP, defiende su oficio a capa y espada

La presidenta de la Aepap, Concepción Sánchez Pina, en la sede de la Asociación tras pasar consulta.


11 mar. 2017 20:00H
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POR @JAVIERBARBADO
Habla entrecortada pero con ilusión, dos características que reflejan su modo de vida. Ocupada las 24 horas los siete días de la semana como madre, pediatra y presidenta de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (Aepap), todavía le queda tiempo para hacer senderismo e incluso alguna maratón, aunque no con la frecuencia que ella desearía. Recibe a LA REVISTA de Redacción Médica en la sede de la Asociación una tarde, pero viene de pasar consulta hasta pasada la hora de la comida. En la despedida, se encamina a su casa para resolver una docena de asuntos “que tengo sobre la mesa”. Sus tres hijos ya son mayores, pero todavía queda su inercia de madre para estar al tanto de cómo les va. Una ‘supermamá’ pediatra metida a política, aunque esto lo hace “porque me lo han pedido”, pues su verdadera vocación es curar a los niños. Qué duda cabe.

Su paso por la Presidencia de la asociación, ¿la confirma más como política que como médica?

En absoluto. No tengo vocación política alguna. A mí lo que me gusta es la consulta con los niños, y esto ha sido circunstancial, casi de casualidad. Empecé siendo presidenta de la Asociación Madrileña de Atención Primaria, donde estuve cuatro años; luego he dirigido el Curso de Actualización de Pediatría otros cuatro años y ahora estoy de presidenta porque me lo han pedido.

                                  Las mujeres llegan al poder en la pediatría
La misma semana que se ha celebrado el Día Internacional de la Mujer, la presidenta de la Aepap no deja escapar la oportunidad para expresar su alegría de que, poco a poco, la Pediatría española está dando paso a las féminas en los puestos directivos y no solo asistenciales. “Porque en las facultades y en la profesión ganamos por goleada y, si me lo permite, lo hacemos mucho mejor”, aclara. Para poner un ejemplo, se refiere a la Asociación Española de Pediatría (AEP), en la que está integrado el colectivo que ella dirige y que ha anunciado que, en unos meses, su próxima presidenta será la pediatra del Hospital La Paz de Madrid María José Mellado, la primera mujer en su Historia en desempeñar ese puesto. “Además, Pepa se ha comprometido a incluir al menos a tres pesos pesados de la Atención Primaria pediátrica en su Junta de Gobierno” algo que, en su opinión, prepara el terreno para mejorar las condiciones laborales del grueso de estos especialistas en España.
Pero también tendrá inquietud por resolver problemas desde el cargo…

Por supuesto. Ya que estoy en el cargo, intentaré hacerlo lo mejor que pueda. Tengo mucha suerte en ese sentido porque cuento con un gran equipo con pediatras de Aragón, Comunidad Valenciana o Castilla-La Mancha, entre otras autonomías. Y trabajo con un Ejecutivo muy bueno con el que pienso hacer grandes cosas.

Ahora que es presidenta, ¿sigue pasando consulta?

¡Todos los días! Trabajo en Villaverde, al lado del 12 de Octubre, en el Centro de Salud San Andrés, y estoy encantada. Antes que eso, estuve trabajando en un pueblo, Griñón, durante 20 años yendo allí, desde Madrid, todos los días con mis hijos pequeños. Ha sido muy duro, pero bueno.

Concepción Sánchez Pina posa en la sede de la Aepap en Madrid.

¿Cuándo fue eso?

Entre 1993 y 2015, cuando ya obtuve el traslado a Madrid. Las plazas de este tipo se conceden solamente por años. De hecho, el problema de los pediatras es que disponemos de muchas menos plazas que los enfermeros y los médicos de familia.

Cuando presidía a los pediatras madrileños…

Eso es. Mi vida siempre ha sido ir corriendo de un sitio a otro.

Pero usted también es madre, ¿cómo compagina todas sus obligaciones?

Pues ya le digo: todo el día corriendo como todas las mujeres trabajadoras con familia numerosa y que ocupamos algún cargo público.

¿No se reparten las tareas en casa?

Sí, sí se reparten, un poquito sí, claro que sí.

¿Cuánto tiempo le queda para la Asociación?

Pues le dedico muchas horas, por las tardes e incluso los fines de semana. También tengo reuniones todas las semanas pero, más que nada, paso muchas horas con el correo electrónico.

¿Y cuál es su principal lucha ahora?

La falta de pediatras de Atención Primaria que, en realidad, no es tal; desde que empezó la AP ha habido déficit y no es que ahora mismo falten más pediatras que nunca, pues siempre ha habido un 25 por ciento de plazas ocupadas y otro 30 por ciento desempeñadas por no pediatras, dependiendo de las autonomías.

¿Qué experiencias recuerda de su ejercicio en el pueblo?

Lo mejor, la gente. Teníamos, por ejemplo, un equipo de Enfermería muy bueno. Lo peor es que estás solo ante el peligro, lejos de los hospitales, y se pasa muy mal cuando atiendes a un niño grave o la ambulancia tarda mucho en llegar…

En el San Silvestre 2015, en Albacete, con Isabel y Mercedes, amigas del colegio.

¿Le recuerda alguna anécdota o suceso?

Me acuerdo de un día que había una tormenta, con los atascos que se forman en la carretera de Toledo, y pensé: este niño, con una sepsis meningocócica, si pido una ambulancia no llega a su destino. Así que cogí mi propio coche y lo llevé yo misma al hospital.

¿Dónde estudio Medicina?

En Alcalá de Henares. Por entonces (hoy ha cambiado por completo) nos tocó como campus, a las primeras promociones, poco menos que un descampado a las afueras de la ciudad. Ni siquiera había un hospital en el que rotar, así que debíamos trasladarnos al del Guadalajara.

Todavía no existía el Príncipe de Asturias…

No; ahora, en efecto, tanto el hospital como la Universidad son maravillosos. Pero los principios fueron muy duros, todo hay que decirlo, había mucha diferencia (a peor) con la Autónoma de Madrid o con la Complutense.

¿Pensó durante la carrera en ser pediatra?

Me gustaba la Neurología, la Psiquiatría y también mucho la Pediatría, que es la que escogía al final. Pero saqué muy buena nota en el MIR y pude haber elegido cualquiera de las tres.

¿Dónde cursó la especialidad?

Fui a formarme como pediatra al Hospital La Paz con el doctor Castro Viejo.

¿Qué recuerda de esa etapa?

Realmente lo que veíamos en La Paz era epilepsia infantil y enfermedades neurodegenerativas, patologías que, luego, he visto muy poquito, la verdad. Es decir, adquieres una experiencia en un hospital terciario que, después, en Atención Primaria no te sirve de mucho.

Volvamos entonces al centro de salud. ¿Atienden, por ejemplo, las enfermedades mentales de los niños, para quienes los psiquiatras reclaman una nueva especialidad?

Claro que los atendemos. Nos hemos formado para ello. Por poner algunos ejemplos, estamos preparados para abordar problemas de ansiedad o del neurodesarrollo como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Hemos tenido que ir aprendiéndolo, muchas veces sobre la marcha. Los pediatras de Atención Primaria a menudo somos autodidactas.

Familia Carrasco Sánchez vista por el marido de la entrevistada, Ángel Carrasco.

¿Cómo detecta que unos padres no cuidan bien a su niño?

Se ve que el niño a lo mejor no está todo lo limpio que debería, o tiene más dermatitis… Hay una serie de enfermedades que sabemos valorar muy bien los pediatras de Atención Primaria que llevamos muchos años en el oficio. Hay padres que se pasan en los cuidados y otros que no llegan.

En España ahora son más tardíos a la hora de tenerlos. ¿Cómo afecta eso a la salud de los niños?

Ese aspecto cambia mucho según el nivel socioeconómico del sitio donde trabajes. Si lo haces en uno alto, en efecto ves lo que me dice. Pero en un entorno social deprimido se observa todo lo contrario. Conocer las dos caras de la Pediatría es un privilegio.

¿Cómo son esas dos vertientes de la paternidad?

La madre añosa que ha recurrido a la fecundación in vitro tiene con su niño un cuidado extremo, lo hiperprotege (también el padre). Normalmente se trata de un hijo único sobreprotegido. En cambio, los padres en lugares deprimidos tienen tres o cuatro hijos.

¿No los protegen tanto?

Hay de todo, no se puede generalizar.

¿Se ha librado de vivir la muerte de algún niño?

No. He tenido a un niño fallecido y, la verdad, fue un caso horroroso porque en realidad me lo trajeron muerto tras un accidente de tráfico. Lo llevaron a la consulta y, mis compañeros y yo misma, le intentamos hacer la reanimación cardiopulmonar al menos durante media hora. Por desgracia, como le digo, no había nada que hacer.

Con sus colegas de la Ejecutiva de la Aepap en Toledo en 2016. De izq. a dcha.: Pedro Gorrotchateg (presidente de los pediatras de AP  en el País Vasco); Carmen Villaizán, coordinadora del Grupo Currículum de la European Confederation Primary Care Paediatrician (Ecpcp); Concepción Sánchez Pina; Narcisa Palomino, vicepresidenta de los pediatras de AP de Andalucía; Dolores Cantarero, presidente de los pediatras de AP de Castilla-La Mancha; Carmen Rosa, presidenta de los pediatras de AP de Canarias; y Cesar García, coordinador  de la Red Investigación en Pediatría de AP (Papenred) y vicepresidente de Investigación de la Aepap.  

Algo así le debe de hacer mella en su vida personal…

El sufrimiento de los niños es mucho más duro que cualquier otro, y esas cosas se arrastran, por supuesto. Hay muchos casos dolorosos, como los niños con enfermedades crónicas que has tratado y que no han evolucionado bien. Eso sí, cuando sucede lo contrario, es lo mejor de toda la profesión, por ejemplo cuando se diagnostica de forma precoz una leucemia y les salvas la vida.

¿Qué ha sucedido con el abastecimiento de algunas vacunas (varicela y meningitis B)?

Te puedo contar lo que ha sucedido con la segunda, porque hay un desabastecimiento a nivel mundial. No se han producido tantas dosis como estamos solicitando los pediatras, y el laboratorio promete que volverá a haber suficientes dosis.

¿Debería ser obligatorio el calendario vacunal?

Ahora mismo, en efecto, no lo es. Un padre se niega a vacunar a su hijo y no le puedes obligar. Es una pregunta muy difícil. A los padres, en general, nos gusta ser libres y poder elegir. Pienso que la mayoría solo queremos lo mejor para nuestros hijos. De todos modos, no creo que, si se hiciera obligatorio el calendario, se consiguiera así que se vacunaran muchos más niños. De hecho, las tasas de cobertura vacunal en España ahora mismo ya son muy buenas.

EN CORTO
Un libro de cabecera
El Siegel, de Ecografía Infantil.

¿Película preferida?
'Tomates verdes fritos'.

Una ciudad para vivir
Albacete. 

Una ciudad para viajar
Cualquiera que esté en Suiza.

Un objeto imprescindible
El móvil.

Un personaje de tu vida
Mi padre.

Un personaje histórico
Cualquier mujer luchadora. Marie Curie.

Un equipo de fúbol
El Real Madrid.

Un lema
El trabajo y el servicio.

¿Qué le hace feliz?
Trabajar.
Los medios dan la sensación de que proliferan…

Hay algunas personas en contra, matrimonios aislados que no vacunan a sus hijos como en el caso de difteria en Cataluña el año pasado, una enfermedad que no se daba en España desde hacía décadas. También se han visto brotes de sarampión en colectivos que no han vacunado a sus niños todo lo que deberían.

¿Qué le dicen en la consulta esos padres?

Que las vacunas son malas para sus niños. Intento convencerles de que lo terrible es no vacunarles. Son fundamentalmente padres incultos. Si no se lo cree, vaya a India y vea a los niños con polio.

En el tiempo que le queda para la Aepap, ¿qué rutina tiene fijada?

Aparte de avalar notas de prensa, nos reunimos tanto física como virtualmente por teleconferencia. Ahora mismo tengo una decena de cosas por solucionar encima de la mesa.

¿Por ejemplo?

Queremos mejorar la formación en Atención Primaria de los residentes y captarlos, ésa es una línea estratégica muy importante para nosotros, que conozcan mejor la Pediatría del primer nivel asistencial.

Poco antes del suceso con el autobús de la asociación Hazte Oír, que pone en duda la realidad de los niños transexuales, la escuché decir a los medios todo lo contrario. ¿Cómo le ha sentado este suceso?

Los niños transexuales, las niñas lesbianas, los niños bisexuales… nacen así. Entonces, ¿qué tenemos que decir los demás, por qué tenemos que criticarlos, a cuento de qué debemos decir algo nosotros? ¿Quiénes somos para hacer tal cosa?

                    el colecho, los padres y los pediatras 'blogueros'
Cada etapa de la vida se aborda de una manera diferente. Incluso el contexto sociocultural, que cambia con las generaciones, impone nuevas tendencias. Esta pediatra y presidenta pone como paradigma de polémica entre padres y profesionales de hoy elegir dónde duerme el retoño: con los padres (colecho) o en una cuna y habitación aparte. Su opinión al respecto (que influye más de lo que parece, según advierte, en sus propios pacientes) es muy clara. “El colecho es mucho más cómodo y ha sido el método elegido por los seres humanos de forma ancestral; ahora bien, también exige una serie de precauciones como, por ejemplo, que los padres no sean fumadores ni bebedores ni tampoco tomen pastillas que les impidan estar alerta por la noche”, ha zanjado. A los  poco iniciados en la paternidad, les puede parecer una cuestión baladí, pero muchos pediatras blogueros o autores de best-sellers escriben ríos de tinta con asuntos como éste…
Es algo que ve en la consulta, claro.

Por supuesto que lo vemos en la consulta, aunque quizá se manifiesta más en la adolescencia y no es algo frecuente, si bien las cifras están aumentando. En mi cupo yo, por ejemplo, no tengo a ninguno, pero hay compañeros que tienen a dos o tres.

¿Sabe y siente el niño lo que es?

El niño o niña sabe perfectamente que es un chico o una chica. Y eso te desarma, qué vas a decir frente a eso.

Aparte de tanta Pediatría, hará alguna actividad que nada tenga que ver con ella…

Me gusta mucho hacer deporte, ir a la calle y andar o incluso correr. Y me encantan las aventuras, irme de viaje… Ahora que mis hijos son mayores, paseo con ellos, o voy a la sierra a andar por el monte y recoger setas cuando llueve. También leo bastantes libros de aventuras o de biografías de mujeres científicas.

La presidenta de la Aepap no cambia la consulta por la actividad política, aunque sea capaz de asumir los dos compromisos por el momento.

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