Alejandra García, enfermera en Noruega.
"¿Las enfermeras españolas somos mejores? No lo sé... pero sí estamos mejor preparadas". Así comienza su testimonio Alejandra García, una enfermera asturiana que lleva casi una década trabajando en Noruega. Lo que al principio le parecía una intuición se fue transformando en certeza al compartir quirófano con compañeras del país nórdico: "Estábamos en una laparoscopia y le pregunté a una enfermera qué órgano veía. Era el hígado. Dudó. Luego le señalé el bazo y no lo supo identificar.
Me explotó la cabeza".
Según relata en un vídeo publicado en su perfil de TikTok, la diferencia entre ambos países arranca en la universidad. Mientras que en España
estudiar Enfermería requiere cuatro años y se hacen prácticas desde el primero, para
ser enfermera en Noruega se tiene que hacer un grado de tres años, sin rotaciones reales hasta el segundo curso. "
Farmacología apenas tiene peso. Anatomía, Fisiología y Bioquímica están todas en una sola asignatura. Así no se puede profundizar", añade García. A esto se suma que
muchas alumnas no pisan el quirófano más que como observadoras en tercero, justo antes de graduarse.
Frente a ese modelo, García reivindica la
exigencia académica española: seminarios, tardes enteras de prácticas, conocimiento detallado de procedimientos y estructura anatómica. "Igual que los médicos estudian muchísimo, nosotras también", subraya.
Enfermeras "pasivas"
En su publicación, García asegura que además
no solo hay una diferencia formativa si no también se refleja en la práctica asistencial. En Noruega, las enfermeras se encargan de tareas básicas: aseo, alimentación, compañía o traslado al baño. "
Eso en España lo hace una auxiliar. Allí nosotras hacemos planes de cuidados basados en la NANDA y nos coordinamos con médicos, psicólogos o familiares si hace falta.
Aquí no se implican en nada", apunta.
"Por ejemplo, me parece una barbaridad que en algunos hospitales se dé pastel a pacientes diabéticos porque 'no se les puede negar' algo dulce", denuncia. Según su experiencia, este tipo de decisiones no parten de una mala intención, sino de una falta de formación y de su cultura: "No se arriesgan a tomar decisiones porque no saben, y eso al final repercute en el paciente".
No obstante,
García reconoce que también hay profesionales valiosas en Noruega: "Tengo una compañera que es súper buena enfermera, la verdad, es de las pocas que he dicho: ojo, esta lo vale". "
El sistema está diseñado para que las enfermeras no asuman más funciones que las básicas. Y eso es muy triste, porque
al final terminan siendo poco más que asistentes, cuando podrían estar aportando muchísimo más", reflexiona.
"En España estamos explotadas, pero formamos enfermeras excelentes. No me extraña que tantos países quieran contratarnos"
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En este sentido, considera que esa falta de implicación genera un efecto dominó en el hospital: los médicos están sobrecargados y
reciben llamadas constantes con dudas elementales. "He tenido que coger teléfonos en quirófano y escuchar preguntas de farmacología básica que no se deberían estar haciendo", lamenta.
La clave, para ella, está en las competencias: "Aquí las enfermeras no asumen responsabilidad. No es culpa suya, es el sistema que tienen, pero
deberían tener más preparación y más decisión". "En España estamos explotadas, sí, pero
formamos enfermeras excelentes. No me extraña que tantos países quieran contratarnos.¿Somos mejores enfermeras que las noruegas? Pues la verdad es que sí, estamos mucho mejor formadas y muy bien preparadas. No me extraña que nos requieran tanto aquí.
¿Del mundo? Pues no creo. Seguro que hay muchas mejores, pero por lo menos estar orgullosos de que como enfermeras españolas valemos mucho la pena", ha concluido.
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