El traumatólogo Pablo Sanz analiza dicha cuestión, que en España carece de protocolo unificado y estudios de impacto

Entrevista a Pablo Sanz, especialista del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Gregorio Marañón
Pablo Sanz, especialista del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Gregorio Marañón.


15 feb. 2024 7:00H
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Pablo Sanz es especialista del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Gregorio Marañón. Un trabajo en un centro sanitario de referencia que le permite conocer de cerca la problemática de las infecciones de prótesis: las incidencias que provocan en el día a día, el protocolo que existe para enfrentarlas y la necesidad del Sistema Nacional de Salud por reducirlas. Temática con múltiples matices que aborda en esta entrevista con Redacción Médica.

Usted es médico especialista del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Gregorio Marañón. Dada su experiencia, ¿qué valoración hace de la tasa de infección de prótesis que tiene nuestro sistema sanitario?

Realmente no hay ningún registro estatal que recoja todas las infecciones protésicas de manera homogénea, así que no lo sabemos. Los diferentes registros autonómicos que tiene cada comunidad son diferentes y no se incluyen todos los pacientes.

De hecho, debería haber un cambio para que podamos cuantificar realmente la magnitud del problema y ajustar los recursos que se utilizan. El sistema tiene unos recursos finitos e indiscutiblemente hay que usarlos en aquellas enfermedades que generan mejor beneficio para nuestros pacientes. No podemos solicitar más herramientas porque no hay conciencia sobre esta patología. 

¿Qué protocolo quirúrgico existe a nivel estatal y en su propio hospital para prevenir estas infecciones?

A nivel estatal no existe ningún protocolo establecido. Hay diferentes proyectos, como 'Prevencot', o 'Proyecto de infección cero', que intentan disminuir las infecciones en prótesis al mínimo, pero realmente no hay un proyecto como tal.

En nuestro centro en concreto, hay diferentes protocolos relacionados con el servicio de Medicina Preventiva y con el grupo de estudio de infecciones articulares, que busca disminuirlas al mínimo, optimizar al paciente e incluso ofrecer soluciones antisépticas especiales para disminuir la tasa de infección. Además, se establece un control de personal dentro del quirófano, se utilizan apósitos especiales postquirúrgicos, el uso sistemático de cemento para fijar las prótesis con diferentes antibióticos...

Y en el caso de que ocurran, ¿qué protocolo aplican?

En caso de que ocurra una infección, se debe diagnosticar. Habitualmente se hace una analítica sanguínea y se saca líquido de la articulación (artrocentesis) para analizarlo y cultivarlo. A veces hay casos en los que no queda otra opción que ir a quirófano y hacer un desbridamiento quirúrgico para limpiar esa prótesis e intentar salvarla. Si con eso no se consigue, la única opción es quitar la prótesis para curar la infección. Una vez que se haya curado, se pondría una prótesis nueva. Bien es cierto que en centros superespecializados como el nuestro, en algunos pacientes se pueden realizar ambas intervenciones (extracción y posterior reimplante) en una sola cirugía, disminuyendo la morbimortalidad y los costes, al mismo tiempo que se mejora la función de estos. Pero en otros casos, como digo, es necesario retirar la prótesis completamente.

Además de cómo afectan a la salud del paciente, ¿qué coste asociado acarrean estas infecciones?

Esa es otra pregunta del millón. Realmente no se sabe cuál es en España el coste de una infección protésica. Se intuye por estudios publicados en los medios sobre algún hospital en concreto, pero el coste de tratarlo lo desconocemos.

Recientemente, se ha publicado en el grupo de la Sociedad Europea de Infecciones de Huesos y Articulaciones (EBJIS, por sus siglas en inglés), el coste de la infección protésica en diferentes países, junto al dinero que se le asigna a los hospitales para el tratamiento por infección, ya algunos sistemas europeos reciben dinero en función del gasto que tengan. Pero en España no tenemos esa información.

En todo caso, según el tipo de infección, su coste se enmarca entre 20.000 hasta 100.000 euros. Además, la mortalidad a cinco años de una infección protésica es más alta que la mortalidad de alguno de los tres principales cánceres de nuestra sociedad como son próstata, mama o melanoma. Es un problema enorme.

A día de hoy, las probabilidades de sobrevivir son más altas para pacientes que padecen un cáncer de mama o de próstata, que son los más frecuentes, dependiendo del sexo, y los que más atemorizan a la población, que una persona que sufra una infección protésica. La mortalidad es muy alta en estos casos y el camino es la prevención.

¿Se consideran estas infecciones en prótesis un problema que el SNS debe solucionar?

Decir un problema se queda corto, en mi opinión es un auténtico drama. Se estima que la probabilidad de infección es de un 1-2 por ciento tras una cirugía de cadera; un 1-3 por ciento tras una cirugía de rodilla, y en torno a un 5 por ciento tras una prótesis por fractura de cadera.

En España se ponen aproximadamente unas 50.000 prótesis de cadera y unas 50.000 prótesis de rodilla al año y aproximadamente unas 20.000 prótesis por fractura. Estamos hablando de en torno a 120.000 implantes, de los cuales se infecta el 2-3 por ciento, con un coste de tratamiento de entre 20.000 y 100.000 euros. En el mejor de los casos, la supervivencia a cinco años está en torno a un 70 por ciento.

¿Existe cierto consenso respecto a cómo se debe enfrentar esta problemática?

Existe bastante consenso. No hay duda de que la única forma de curar una infección es mediante un tratamiento quirúrgico, ya sea para intentar mantenerla o para retirarla. Puede ser en una sola cirugía, o en dos con un intervalo, con un espaciador de cemento y con antibióticos.

Por otra parte, los esfuerzos que se hacen en la profilaxis en diferentes centros son muy poco uniformes. Desafortunadamente, la infección en general en medicina, en cirugía y, en concreto, en cirugía protésica, es una complicación que estigmatiza al paciente y al cirujano.
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