El médico, político y analista Gaspar Llamazares aporta su perspectiva a 'Lecciones del Covid-19'

"No hay una gobernanza global en salud pública al nivel de las pandemias"
Gaspar Llamazares Trigo.


23 may. 2020 18:30H
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Médico de formación, Gaspar Llamazares desarrolló buena parte de su carrera política pendiente del sistema sanitario español. Llegó a ser presidente de la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados, y han sido múltiples sus propuestas parlamentarias nacionales y autonómicas (en su etapa en el Principado de Asturias) basadas en criterios de salud.

Ahora ve como analista político la situación creada en torno al coronavirus, y suma su punto de vista a 'Lecciones del Covid-19', el documento que impulsa Redacción Médica para la reformulación del Sistema Nacional de Salud tras esta pandemia.


¿Cuáles son los aciertos y errores que considera que se han cometido durante esta crisis?

Se trata de una pandemia, es decir una epidemia infecciosa de carácter mundial, y por lo tanto los aciertos y errores fundamentales, de haberlos, deberían tener ese ámbito.

Por tanto, un primer acierto es el papel activo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde un primer momento frente a los primeros casos del Covid19 en Wuhan y el incremento de la alarma con la Declaración de emergencia y pandemia.

Los errores, sí acaso, han podido ser los retrasos iniciales en la detección. Por eso la propia OMS ha acordado en su reciente sesión una auditoría externa sobre la gestión de la pandemia.

Pero, sí hay un error de principio, este es que no exista gobernanza global en salud pública al nivel de la gravedad de los retos que suponen las pandemias infecciosas y también las que tienen que ver con los determinantes sociales, laborales, ambientales y de género de las pandemias de las patologías crónicas y degenerativas hoy prevalentes en el mundo.

Eso significaría una OMS con mayor autonomía, mayores competencias en salud pública y mayor capacidad económica y de intervención global.


"El error europeo ha sido el exceso de confianza en lo que ha sido interpretado erróneamente como un nuevo SARS o MERS, es decir un nuevo virus asiático, cuya alarma sería más informativa que real y se quedaría a las puertas de Europa"


En todo caso, no comparto las amenazas del presidente de los Estados Unidos ni en el fondo ni en la forma y más parecen venir de la búsqueda del enemigo exterior y el prejuicio sobre los organismos internacionales, tan propia de los nacionalismos autoritarios.

En nuestro ámbito más cercano de la Unión Europea (UE) y del Gobierno español, los aciertos y errores han tenido más que ver, en primer lugar con la dificultad para una respuesta coordinada de salud pública en el marco de la UE, más allá de de las recomendaciones de la ECDC. Es decir de la inexistencia de un ámbito Europeo de salud pública propiamente dicho y en consecuencia de la falta de coordinación y solidaridad en la respuesta, tanto en equipos de protección, como industrial, tecnológica y de investigación.

Pero, sobre todo, el error europeo ha sido el exceso de confianza en lo que ha sido interpretado erróneamente como un nuevo SARS o MERS, es decir un nuevo virus asiático, cuya alarma sería más informativa que real y se quedaría a las puertas de Europa. Se minusvaloró su virulencia y se sobrevaloró nuestra capacidad de respuesta sanitaria y tecnológica.

En España se ha hecho hincapié en el retraso de la respuesta y los problemas de gestión tanto de equipos de protección, como de respiradores para las UCIs. Sin embargo, sí bien compartimos con nuestros socios europeos y occidentales la minusvaloración de la amenaza y la sobrevaloración de nuestra sanidad, lo cierto es que tanto la Declaración de Alarma como las estrategias han sido muy similares a las de los países de nuestro entorno.

Unos han sido, sin embargo, nuestros hechos diferenciales, como son nuestra concentración urbana, gran movilidad y liderazgo turístico que han determinado como en Italia o Francia la gran expansion de la pandemia.

Otro es muy propio y es la debilidad de nuestro sistema de salud pública que contrasta desde hace décadas con la fortaleza de nuestra sanidad pública.

Apurando el símil hemos demostrado una vez más, y esta vez de forma trágica, a diferencia de la opereta del ébola en España, que somos un gigante sanitario no con los pies sino con la cabeza de barro. Una sanidad fuerte con una inteligencia sanitaria en el límite. Sin capacidad, organización ni medios de salud pública, la respuesta de contención y detección de contactos se ha visto desborda y nos hemos visto circunscritos al confinamiento. La demostración está en el intento apresurado en la actual desescalada de dotarnos de un sistema de información y de unos medios materiales y humanos a uña de caballo.


Ante una crisis similar futura, ¿qué medidas deberían adoptarse ya de forma preventiva en cuanto a recursos humanos, recursos materiales, y gestión / organización?

Las he ido desgranando en la respuesta anterior y todas tienen que ver con la escasa presencia de la salud pública como inteligencia sanitaria, de sus instituciones y de su capacidad de intervención tanto mundial como europea y española. Sin ellas volveremos a estar inermes ante futuras y previsibles pandemias.

En este sentido el mayor papel de la OMS a nivel mundial, del ECDC en Europa y del centro y Consejo de Salud pública que cambien el carácter meramente reparador de los sistemas sanitarios hiperhospitalarios médicamentalizados y tecnológicos por una mayor atención comunitaria, la prevención, la promoción de salud y las estrategias de salud en todas las políticas, como así estaban previstos en la ley de salud pública española de 2011, pero que se han visto paralizados desde hace casi una década, son totalmente imprescindibles.

La salud pública debe contar con un papel fundamental en el sistema sanitario, pero también en el conjunto de las políticas públicas, las sociales pero también de movilidad, medioambientales, industriales... Si de verdad queremos hacer frente con solvencia a las pandenias de nuestro tiempo. Tanto a las pandemias infecciosas como el Covid-19 o a las resistencias bacterianas como a las pandemias crónicas y degenerativas.

En un Estado compuesto como el nuestro, este servicio de inteligencia a desarrollar con sistemas de información, vigilancia e indicadores, como es la salud pública, debe contar con instituciones, organización y recursos compartidos y que funcionen de forma coordinada y cooperativa, no solo en el ámbito interno, sino también con los organismos internacionales.

La revisión del modelo socio sanitario y de las residencias de ancianos, así como las garantías al derecho a la atención sanitaria y los estándares éticos en el acceso a los dispositivos sanitarios es sin lugar a dudas otro imperativo político y moral.


¿Qué podría haber aportado el entorno de la acción política que no haya podido hacer por la premura en el estallido de la crisis?

La verdad es que al igual que en otros momentos históricos las pandemias no han sido solo los heraldos de cambios sociales y políticos, sino que muchas veces se han visto también precedidas de ellos. Guerras, revueltas y hambrunas han anunciado, si no favorecido, a lo largo de la historia la aparición de las epidemias desde la antigüedad hasta hoy.

En este sentido, la reciente crisis económica y sus secuelas de recortes y malestar social, así como de crisis de confianza en la política han Estado y están muy presentes en el devenir de la pandemia en el mundo y en España. En nuestro país, se reflejan contradictoriamente en el apoyo a los sanitarios y en el excelente cumplimiento  y resultado de las medidas de confinamiento, pero también, aunque minoritarios, en el negacionismo, la polarización y la búsqueda de culpables, algo tan viejo como la historia.

En el ámbito político, las dificultades para la adopción de medidas de confinamiento, las tensiones en los mercados de productos sanitarios y la gestión del mando único y de las CCAA se ha convertido en materia de confrontación política, quedando la unidad y la cooperación hasta ahora en tan solo buenos deseos.

Pero para fortalecer nuestro sistema de salud pública, la Atención Primaria y la protección de los ancianos, así como nuestra investigación e industria sanitaria, como lecciones de la pandemia, el mayor acuerdo social y político, es la mejor receta.

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