La Revista

Lorenzo Armenteros y Carlos San Martín, médicos de AP, reclaman más formación y herramientas de prevención

Medicina de Familia para combatir la violencia de género


17 feb. 2018 20:00H
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“Por desgracia este tipo de situaciones las vivimos todos”, lamenta Lorenzo Armenteros, responsable del Grupo de Trabajo de Salud de le Mujer SEMG (Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia), que ha sido testigo en primera persona de casos de violencia de género tanto en las consultas de Atención Primaria como en Urgencias. También se ha hecho cargo de ellas Carlos San Martín, médico de familia y Coordinador del Grupo de Trabajo de Sexología de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen): “Hay que abandonar la idea de que son conflictos privados, asumir que es una cuestión de salud pública y que es una de las causas de morbilidad de las mujeres en determinadas edades”. Ambos profesionales coinciden en señalar las carencias en formación y la necesidad de implantar herramientas para detectar a tiempo los casos de violencia de género y poder tomar medidas: “La formación da al sanitario la seguridad y confianza de abordar el problema de manera óptima”; sentencia San Martín.
 
“En las consultas ordinarias, con un cupo que conoces, suele ser más sencillo detectarlo porque son personas más conocidas y ves posibles cambios de actitud. En mi caso, que hago también guardias hospitalarias, son situaciones más complejas donde  ya te encuentras el acto físico de la agresión más clara”, explica Armenteros. La detección precoz de los síntomas de violencia de género es fundamental para poder tomar medidas, pero no es sencillo: “Desde la asistencia habitual, ves actitudes que pueden llevar a detectar una violencia que no ha sido manifiesta, ves estadios de previolencia o preagresión que no es física pero sí psicológica”, amplía el doctor, que añade: “Hay comportamientos que se alteran en algunas mujeres con una patología  somática que no tiene una explicación orgánica, pero que con una investigación más detallada en la que deberíamos estar formados todos, y un estudio más completo de las actitudes de esta persona en el tiempo, serviría para detectarlo de forma más temprana y precoz”.
 
Esa habilidad de los sanitarios es fundamental para poder abordar el problema. “Hay muchas situaciones en las que el motivo de la consulta no es explícitamente la violencia de género porque la mujer no es consciente a veces de que está expuesta”, relata San Martín, quien ya es experto en captar el más leve síntoma:  “Hay situaciones de violencia psicológica, es lo que llamamos ‘violencia en luz de gas’, muy basada en la manipulación: la víctima va cayendo sola, se le echa la culpa de todo lo que ocurre, es algo sibilino, la mujer va asumiendo y normalizando ese maltrato psicológico. Lo detectamos a través de síntomas indirectos como cuadros de ansiedad, depresión o trastornos alimentarios. Pueden ser un chivato, pero son la punta del iceberg de un escenario en casa de violencia de género”, advierte el sexólogo, que ha dirigido un programa de tratamiento de agresores por el que pasaron unas 500 personas.
 
VARIAS ENTREVISTAS
 
Sin embargo, no siempre se consigue atisbar el problema en los 15 minutos de consulta, aunque sí salten las alarmas. “Es complicado y a veces exige una entrevista clínica más activa. Si tenemos una sospecha tenemos que orientarla hacia esos aspectos contando con la delicadeza necesaria y respetando el pudor que pueden tener a veces las mujeres, a las que les da vergüenza o incluso miedo”, relata Armenteros, que cree que la cercanía de Atención Primaria juega a su favor: “Tenemos la ventaja de su confianza y del tiempo que conocemos a esa persona y hemos visto actitudes de cambio”. Para ello, es necesario que acudan varias veces a consulta: “Tenemos que hacer una citación más a menudo para ver si ha habido un cambio o no, seguir insistiendo en esos aspectos” hasta tener una prueba flagrante de esa sospecha de agresión.
 
“Requiere que incorporemos de forma sistemática la posibilidad de hacer un tamizado universal en pacientes por encima de catorce años, pacientes nuevos  y pacientes con las que llevemos un largo periodo de tiempo sin haber tenido contacto con ellas para incorporar esa variable”, añade el portavoz de Semergen como medidas a tomar, que hace hincapié en que los médicos tomen conciencia de que “dentro de las cosas que les pueda pasar a nuestra paciente sea que esté expuesta a una situación de violencia de género” .
 
MÁS FORMACIÓN Y RECURSOS
 

Carlos San Martín, coordinador del Grupo de Trabajo de Sexología de Semergen.

Aunque ambos especialistas reconocen que se ha perfeccionado el protocolo en los últimos años, aún echan en falta ciertas mejoras en la forma de atender a las víctimas de violencia de género. “Tenemos que seguir trabajando con los profesionales y dándoles recursos formativos porque creo que uno de los obstáculos que a veces se tiene es que no se sabe muy bien cómo intervenir, cómo o qué preguntar, cómo se va a sentir la mujer”, explica San Martín, que advierte de la necesidad de arropar a la mujer: “Si preguntamos a una mujer que no sufre ninguna agresión, va a saber que estamos ahí. Si la padece, le abrimos la puerta a que nos lo cuente por primera vez y a partir de ese momento se pueda derivar a centros sociales”. Para el doctor, “la formación sigue siendo una carencia importante, sin la continuidad necesaria que sí hay, por ejemplo,  en patologías como la diabetes o en la hipertensión. Debe ser continuada, constante y actualizada y no existe tanto esa filosofía”.
 
Armenteros coincide con su compañero en la necesidad de invertir más en formación y recursos. “Necesitaríamos más estrategias para poder afrontarlo e intentar aflorar ese aspecto preventivo  que tiene esta grandísima lacra para evitar males mayores. Porque vemos que a veces el sistema fracasa y llegamos a puntos sin retorno”, sentencia el médico, que reconoce cierta mejora en los últimos años: “Ahora hay un protocolo y estamos mejor preparados, pero falta más intensidad y tener, por ejemplo, consultas más adecuadas o un sitio donde puedan estar aisladas, tener intimidad, porque a veces a las consultas van con los agresores, y notas ese comportamiento obsesivo o agresivo de la pareja y está sentado al lado”, narra con desgarro el médico, quien reclama “herramientas suficientemente agiles y rápidas para que en una entrevista corta, como en el tema adicciones, podamos detectar de una forma breve ciertas actitudes y valorar actitudes de prevención”.
 
CONTROLAR LA EMOCIÓN
 

Lorenzo Armenteros, responsable del Grupo de Trabajo de Salud de SEMG

Tanto dolor, llega a afectar a los profesionales. “A veces existe la opinión de que los médicos nos acostumbramos a todo y es relativamente cierto. Desarrollamos una sangre fría para que nuestro pensamiento no se nuble con las emociones, pero todos somos seres humanos y estas situaciones dramáticas las vivimos con la intensidad que se pueden vivir”, explica Armenteros, que recuerda su peor experiencia: “Tuve que atender, porque me lo trajo la policía, a un agresor que demostraba una tranquilidad total, como si no pasara nada. Acababa de asesinar a su mujer y casi a su hija y me dejó impresionado su frialdad y el grado de deterioro humano, sin arrepentimiento. No me deja de sorprender esa sensación de miedo de las mujeres, cómo vienen. Están anuladas completamente... Esa sensación de indefensión te deja marcado”, confiesa.
 
Tampoco es fácil para su compañero: “Los casos que te dañan especialmente son en los que hay menores que se convierten en víctimas activas. Hay veces que el agresor respeta un poco más el terrero físico. Pero cuando el agresor malmete, manipula y chantajea sin escrúpulo contra los hijos para dañar a la madre, siendo consciente de generarles un daño irreparable… Te revuelve más. Como profesional surgen la rabia e impotencia. Pero hay que manejar las propias emociones porque intervenir en violencia es intervenir también con la víctima. Muchas veces como hombre, nos sentimos extraordinariamente  avergonzados de cómo algunos se convierten en auténticos animales”, reconoce el doctor, que advierte de la importancia de reconocer también la violencia de género fuera del entorno familiar: “El único factor de riesgo es ser mujer. La violencia también es explícita en casos como el acoso laboral o prácticas como la mutilación genital femenina o  la explotación sexual”.

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