Helicobacter Plyori.
En un contexto donde esta
infección crónica se está convirtiendo en una de las más frecuentes en el mundo,
Mónica Manzano, profesora del Máster de Nutrición Clínica de la
Universidad Europea, expone la necesidad de adoptar un enfoque integral que tenga en cuenta su transmisión y las medidas convenientes para erradicar esta bacteria que se transmite principalmente por vía oral-oral y fecal-oral, en función de las condiciones higiénico-sanitarias del entorno y
“coloniza la mucosa del estómago y puede sobrevivir en un entorno altamente ácido.
Alta prevalencia en España
En España, la prevalencia de esta infección es alta, especialmente en
adultos mayores debido a contagios en la infancia y su persistencia. También afecta a personas de bajo nivel socioeconómico, áreas con higiene deficiente y descendientes de inmigrantes de regiones con alta incidencia, pero “puede acabar dándose en poblaciones con buen nivel de vida, a través del contacto directo, alimentos contaminados y transmisión intrafamiliar”, explica la experta quién advierte de la transmisión intrafamiliar, particularmente de padres a hijos, “sigue siendo una de las vías más frecuentes, lo que subraya que su transmisión también depende de hábitos cotidianos y dinámicas sociales”, apunta.
En cuanto a los síntomas, la profesora del Máster de Nutrición Clínica de la Universidad Europea señala que puede ser
asintomática, “su persistencia en la mucosa gástrica puede favorecer el desarrollo de gastritis crónica, úlceras y, en algunos casos, cáncer gástrico o un linfoma MALT”. Por ello, “el diagnóstico temprano es crucial para prevenir estas complicaciones y para facilitar la erradicación de la bacteria antes de que desarrolle resistencia a los antibióticos”. Además,
“la detección precoz reduce el riesgo de contagio familiar y mejora el pronóstico en pacientes de riesgo”, añade. Para prevenir la infección por Helicobacter pylori, la experta recomienda mantener “una buena higiene, evitar compartir utensilios, consumir agua potable, lavar adecuadamente frutas y verduras, seguir una dieta equilibrada rica en fibra y evitar el tabaco y el alcohol”.
Por otro lado, Mónica Manzano asegura que “el principal problema es el aumento de la
resistencia antibiótica, ya que complica la erradicación total de la bacteria”. Por tanto, lo que se recomiendan son terapias cuádruples concomitantes o con bismuto. La primera incluye un inhibidor de la bomba de protones (IBP) junto con tres antibióticos (habitualmente amoxicilina, claritromicina y metronidazol), y la terapia cuádruple con bismuto durante 10 días, administrada como Pylera®, en combinación con un IBP como el omeprazol. “El bismuto, no solo potencia la eficacia antibiótica, sino que también ejerce un efecto protector sobre la mucosa gástrica”, apostilla. En caso de fracaso, la profesora de la Universidad Europea aconseja “realizar un estudio de resistencias para seleccionar el esquema antibiótico más adecuado”.
Investigaciones recientes han destacado el
papel clave de la microbiota gástrica e intestinal en la susceptibilidad y evolución de la infección. La composición de la microbiota parece influir en la respuesta inmune del huésped, modulando la gravedad de la inflamación gástrica y el riesgo de desarrollar complicaciones. Aun así, su análisis y regulación destaca como estrategia complementaria en la prevención y tratamiento de esta infección.
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