Julia Vargas, miembro del grupo de Salud Mental de Semergen y Pilar Rodríguez Ledo, presidenta de SEMG.
Conocer el
contexto psicosocial que rodea al paciente es, desde hace muchos años, una parte clave en la anamnesis que realizan los médicos de Atención Primaria y no algo accesorio que haya que integrar, tal y como sugerían desde los ministerios de Sanidad y Trabajo recientemente. El problema, según aclaran en relación a la propuesta los facultativos de Familia, es el de siempre: la
falta de tiempo. Y es que, aunque disponen de una formación en adquirida en el MIR, el hecho de tener que racionar los minutos en cada consulta hace que sea complicada aplicarla en según qué casos.
Julia Vargas, miembro del grupo de Salud Mental de la
Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) enumera la presión asistencial, las largas
listas de espera y el cansancio como hándicaps a la hora de establecer un abordaje adecuado: "Nos falta tiempor para
conocer al paciente, poder tener un diálogo sereno y recomendar medidas que no sean farmacológicas, que sean más acordes con lo natural, con las propias herramientas que puede tener el paciente". Esto arrastra a algunos facultativos a prescribir psicofármacos porque "es lo más rápido".
De hecho, "se están prescribiendo más
psicofármacos de los que se debe", confirma Pilar Rodríguez Ledo, presidenta de la
Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
Valoración del riesgo-beneficio
Aún así,
recetar medicamentos ansiolíticos no es la primera opción de los médicos de Familia cuando un paciente acude a su consulta con problemas emocionales. "Evitamos la prescripción a no ser que sea necesario", incide Vargas. Incluso cuando se trata de "un cuadro grave de ansiedad y no de nerviosismo por un estilo de vida concreto o el estrés en el trabajo", corrobora, en este sentido, Rodríguez Ledo.
Bajo su punto de vista, solo se tendrían que utilizar psicofármacos "cuando realmente el paciente tiene
una afectación determinada, bien establecida y bien etiquetada" tras un periodo razonable de segumiento y tras valorar el "riesgo-beneficio" de su uso. Sin embargo, Ledo ha observado que existe una "cultura social" que insta a "tener soluciones inminentes a los problemas del día a día", lo que deriva en una "sociedad medicalizada".
Vargas, que conoce cualés son los
efectos derivados del consumo inapropiado de psicofármacos, asegura que, una vez se conocen las
condiciones laborales, familiares y sociales del paciente, lo recomendable es
recurrir a "otras medidas de control" en primera instancia, como técnicas de relajación y de
gestión emocional, evitando así la prescripción concreta de
benzodiazepinas y antidepresivos en aquellos casos en los que verdaderamente no son necesarios.
Formación en terapia
Así, Vargas resalta la importancia del autoconocimiento, "que el paciente reconozca sus
propias emociones y cómo le afectan". Para ello, los servicios de salud de las comunidades autónomas tienen "
herramientas de apoyo a disposición de los pacientes" como guías para controlar la
ansiedad, medidas de higiene para mejorar el sueño, recomendaciones para salir de un estado depresivo o maneras de aprender a expresar necesidades o a comunicarse en el trabajo.
Otra forma de tratamiento es la
terapia cognitivo-conductual, la cual, puede ser realizada por los propios médicos de Familia "de manera breve en la propia consulta", gracias a la formación. adquirida durante el MIR y que puede ir ampliándose durante la carrera profesional.
Dosis mínima y tiempo mínimo
En el último escalón, se encontraría ya la
prescripción de psicofármacos, empezando por "individualizar, personalizar y negociar los tratamientos con el paciente, y explicándole que no hay otro remedio que utilizar", cuenta Vargas. En este sentido, también es fundamental explicar que "los medicamentos interfieren en los circuitos cerebrales para provocar estados de menor ansiedad o para remediar el insomnio, siempre con la
mínima dosis y el mínimo tiempo posible", evitando así que se genere una adicción.
Sin embargo, Ledo advierte que "los fármacos no sirven para evitar el sufrimiento humano, sirven para
controlar una enfermedad". Por esta razón, la divulgación, dice, es clave para concienciar a "profesionales, pacientes y a la sociedad en general" y contribuir a un uso más responsable. "No puede ser el recurso para todos, ni para la cuidadanía ni para el profesional", concluye.
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