La OMS ha designado a España centro de referencia mundial en bioseguridad



30 abr. 2015 16:12H
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Marcos Domínguez / Imagen: Cristina Cebrián. Madrid
Cada año se producen más de 500 millones de cateterizaciones periféricas en el mundo. En España, el 66 por ciento de los pacientes de hospital van a tener alguna cateterización, y la mayoría de ellas serán de este tipo, lo que genera un riesgo de seguridad tanto en el paciente como en el profesional sanitario: un estudio llevado a cabo en el Hospital del Mar estima en unos 18.000 euros el coste por bacteriemias relacionadas con el catéter. Teniendo en cuenta que la mitad de estas infecciones se pueden evitar con el buen uso y la buena calidad del material, el ahorro anual para un gran hospital puede superar los dos millones de euros.

De izquierda a derecha: Emilio Bouza; Encarnación Fernández; Joaquín Poch, presidente de la Real Academia Nacional de Medicina; Margarita Alfonsel, secretaria del Patronato de la Fundación Tecnología y Salud; Pilar Fernández Fernández, vicepresidenta del Consejo General de Enfemería, y Luis Mazón.


Esta cifra ha sido calculada sobre la base del Gregorio Marañón, ha explicado Emilio Bouza, jefe de Enfermedades Infecciosas y Microbiología del centro. A partir de 1.500 pacientes con bacteriemia significativa al año, la mitad de las cuales se adquiere en el hospital y un 33 por ciento de estas últimas tiene origen en el catéter: 250 episodios, lo que supone 4,5 millones de euros. Siendo un 50 por ciento evitables, la cifra queda en más de dos millones de euros.

Bouza, durante su intervención en la conferencia ‘Innovación Tecnológica en Terapia Intravenosa’, organizada por la Fundación Tecnología y Salud, ha destacado que, entre 2011 y 2014, han reducido este tipo de episodios, pudiendo ahorrar al hospital 680.000 euros.

Sin embargo, para el especialista “el mejor catéter es el que no se coloca”, es decir, que hay que evitar su uso innecesario. También aboga por optimizar la inserción incluyendo las recomendaciones que tienen todas las guías, y que la implantación del catéter se haga con una técnica quirúrgica, bajo el liderazgo de una enfermera “que tenga la autoridad para parar el proceso”. La formación continua, con un plan de prevención por parte de los hospitales, es una necesidad fundamental para reducir los riesgos asociados a esta técnica invasiva.

Innovaciones tecnológicas

La innovación y la mejora de la seguridad en la terapia intravenosa también beneficia al profesional, y es que tiene entre un 2 y un 40 por ciento de riesgo de contraer hepatitis B, entre el 0,6 y 1,2 por ciento de contagiarse de hepatitis C y un 0,3 por ciento de hacerlo de VIH, según Encarnación Fernández Palacio, directora de Enfermería del Clínico San Carlos.
Elementos como la inserción guiada por ecografía o el electrocardiograma intracavitario consiguen aumentar la precisión en la implantación, evitar las complicaciones y mejorar la seguridad. Además, nuevos materiales permiten mayor duración del catéter, con los beneficios que el menor número de aplicaciones tiene.

Siguiendo con la seguridad para el profesional, Luis Mazón, coordinador del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Universitario de Fuenlabrada, ha destacado el uso de dispositivos de bioseguridad y la gestión por procesos como punto clave para minimizar el riesgo de exposición y reducir el número de accidentes.

Mazón ha aprovechado para recalcar el liderazgo español en este ámbito, de tal forma que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha nombrado a nuestro país referencia mundial en materia de bioseguridad.
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