Las Mir sienten nervios para asistir este tipo de casos.
La asistencia de una víctima de
violencia de género se antoja uno de los episodios más duros que puede vivir un médico en su vida profesional. Se trato de casos que requieren de una combinación de atención física y psicológica, en los que, en determinadas ocasiones, interfieren también los propios sentimientos del facultativo. Es más,
muchos sienten miedo ante el abordaje sanitario de estos sucesos, especialmente aquellos que recién arrancan con su carrera en el mundo de la salud. Una conclusión a la que han llegado investigadores de la Universidad Estatal de Campinas (Brasil), cuyos resultados han publicado en la revista BioMed Central.
Para ello, los autores del artículo científico contaron con
la participación de 36 residentes de Obstetricia y Ginecología, la mayoría mujeres de más de 30 años de edad. Estas se sometieron a una intervención para examinar su conocimiento, actitud y práctica sobre violencia machista. Esta comenzó con un cuestionario anónimo de 28 preguntas sobre cuestiones psicosociales, conocimientos o aspectos epidemiológicos entorno a estos casos, incluidas preguntas sobre cómo se sienten las médicas en formación ante este tipo de actuaciones. A continuación, se entregó material formativo en vídeo y papel para saber cómo implementar una estrategia asistencial para las víctimas. Por último, se volvieron a repetir las preguntas realizadas ante la actividad.
Las respuestas de las residentes fueron
evaluadas a nivel cualitativo y cuantitativo. La interpretación y el análisis de datos fueron las principales herramientas empleadas para llegar a las conclusiones principales expuestas en el artículo.
Impotencia ante los casos de violencia machista
Las residentes han indicado que experimentaron
diversos sentimientos cuando se enfrentaron a estos casos. Eso sí, los más habituales fueron impotencia, frustración e incomodidad, a los que se unen la tristeza, la angustia, la preocupación, la ira contra el agresor o el miedo -tanto a represalias como a fomentar la revictimización de la paciente-. Asimismo, provocan el recuerdo de situaciones vividas a las médicas en formación y despiertan preocupación en sus homólogos masculinos, temerosos de no tener la capacidad de crear un ambiente acogedor para la víctima en el hospital o centro de salud. Un arco emocional que se relaciona con las dificultades que tienen para gestionar a este tipo de pacientes.
Por otro lado, las participantes en la intervención reconocieron que existe
falta de preparación y conocimientos -funcionamiento de las redes de apoyo integral a las víctimas, habilidades comunicativas…- para abordar esta lacra en sus servicios. Así, los sanitarios se ven limitados a la hora de actuar. Motivo por el que reclaman
más protocolos, el impulso de equipos multidisciplinares para tratar estos casos o la reducción del volumen de pacientes por médico, ya que el exceso les impide establecer el nexo de confianza necesario para asistir a la víctima de violencia de género.
Los residentes han señalado que existe falta de preparación y conocimientos en violencia de género
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Asimismo, han lamentado
la invisibilización de la violencia de género, al menos en Brasil. Es más, destacan que este problema debe dejar de valorarse únicamente como un problema social, sino también como uno de salud.
Acciones para mejorar la asistencia
Los autores del artículo científico han remarcado que estas barreras estructurales deben ser derribadas. Para ello, hay que garantizar
una respuesta adecuada a la violencia de género. Por ejemplo, a través de la coordinación de actividades de prevención y detección, la capacitación del personal de salud, la financiación de iniciativas, la mejora de la infraestructura sanitaria y los sistemas de información.
Respecto a los médicos en formación, los investigadores han destacado la importancia de
realizar más intervenciones de este tipo para mejorar la práctica profesional.
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