La formación en interacción medicamento-alimento tiene todavía carencias.
Los
farmacéuticos con formación de posgrado o especialización entienden mucho mejor cómo
los alimentos pueden alterar el efecto de los medicamentos que
los profesionales comunitarios o los estudiantes de último curso de Farmacia. Así lo confirma un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Inonu (Turquía), que pone sobre la mesa la necesidad de reforzar la enseñanza de las
interacciones fármaco-alimento, un terreno todavía poco explorado en los planes de estudio.
El trabajo, publicado en la revista científica
BMC Medical Education, recuerda que
las interacciones alimento-fármaco “pueden provocar un deterioro clínico del estado de salud, presumiblemente debido a la alteración de la farmacocinética o la farmacodinamia del medicamento o del alimento”. En este sentido, se cita, entre otros ejemplos, el riesgo de hiperpotasemia al combinar ciertos antihipertensivos con alimentos con alto contenido en potasio.
Para conocer cómo afecta el nivel de conocimiento de los especialistas y los futuros especialistas a la hora de abordar esas situaciones, los investigadores analizaron el nivel de conocimiento de 356 personas, incluyendo
estudiantes de último año de Farmacia, especialistas en Farmacia y estudiantes de posgrado en la misma área. La conclusión es clara: la formación marca la diferencia.
Según los expertos, “
los niveles más altos de conocimiento sobre interacciones farmacológicas correspondían a los farmacéuticos con especialización en educación farmacéutica, mientras que los niveles más bajos se observaron entre los estudiantes de último curso”. Por el contrario, “los niveles más bajos se observaron entre los estudiantes de último curso de farmacia”. De acuerdo al artículo, estas diferencias sugieren que la capacitación adicional puede influir en la destreza profesional para detectar este tipo de riesgos.
Además, se añade que, “si bien los farmacéuticos hospitalarios y comunitarios interactúan con los pacientes con frecuencia”,
los especializados “tienden a ser más meticulosos en lo que respecta a las interacciones farmacológicas, ya que brindan atención farmacéutica a sus pacientes”. Por tanto, llaman a “priorizar la formación en interacciones farmacológicas para los farmacéuticos que trabajan en otros ámbitos”.
Experiencia laboral, sexo y fuentes de información
Los investigadores identifican otros factores asociados a la obtención de mejores resultados en las pruebas de conocimiento:
una mayor experiencia laboral y la frecuencia con la que el farmacéutico ofrece consejo sobre la relación alimento-medicamento durante su práctica diaria: “Los farmacéuticos que brindaban asesoramiento sobre interacciones farmacológicas con mayor frecuencia obtuvieron las puntuaciones más altas”.
El factor sexo también es determinante en esa línea. Según el estudio,
el hecho de ser mujer “aumentaba significativamente la probabilidad de tener altos niveles de conocimiento”. “Creemos que esto se debe a que, en nuestra muestra, las mujeres son consultadas con mayor frecuencia que los hombres sobre este tema, lo que deriva en un mayor nivel de experiencia a medida que profundizan en la investigación”, señalan los expertos. En cuanto a las fuentes de información utilizadas por los participantes,
el recurso más usado es el prospecto, seguido de los artículos científicos. Los investigadores advierten que recurrir a fuentes no basadas en evidencia científica “conlleva la proliferación de desinformación, perspectivas sesgadas o afirmaciones no verificadas”.
Recomendaciones para la formación en Farmacia
A partir de estos resultados, en el artículo
se recomienda incluir un curso sobre interacciones farmacológicas en los planes de estudios de pregrado de Farmacia y en los programas de capacitación continua para farmacéuticos ya graduados. “Creemos que los farmacéuticos estarán más atentos y dispuestos a brindar asesoramiento sobre interacciones fármaco-alimento a sus pacientes en su práctica habitual”, concluyen.
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