Diccionario de enfermedades

Espondilitis anquilosante

Cauas, sítnomas, complicaciones y tratamiento de la espondilitis anquilosante
La espondilitis anquilosante es una enfermedad inflamatoria que afecta principalmente a la columna vertebral, aunque puede también afectar a articulaciones de las extremidades y a otros órganos. Aparece fundamentalmente en varones de entre 15 y 30 años. Más del 90% de los pacientes tiene un marcador genético llamado HLA B27. Sin embargo solo unas pocas personas de la población con dicho marcador genético desarrollarán la enfermedad.

¿Cuáles son las causas de la espondilitis anquilosante?


Las causas de la espondilitis anquilosante son desconocidas. Se trata probablemente de una enfermedad autoinmune (es decir, una enfermedad en que las defensas de una determinada persona se equivocan y atacan y destruyen los órganos propios) por la cual se destruye la zona de unión de los ligamentos con los huesos, una zona denominada entesis. Como en toda enfermedad autoinmune existe una predisposición genética (heredada) sobre la que algún otro factor facilita que se desarrolle la enfermedad. Dicho factor es desconocido aunque se sospecha que las bacterias intestinales pudieran tener algún papel en su desarrollo.

¿Qué síntomas produce la enfermedad?


La edad media de presentación de la espondilitis anquilosante es a los 23 años, aunque en alguna ocasión los síntomas pueden aparecer por encima de los 40 años.

Suele iniciarse con un dolor sordo, de inicio lento y progresivo, localizado en la zona lumbar o en la zona del sacro, es decir la parte más baja de la columna vertebral, y que indica inflamación de las articulaciones sacroiliacas (sacroileitis). El dolor se acompaña de rigidez en la zona que es peor por la mañana o después de un tiempo de inactividad y mejora a lo largo del día. Tras unos meses el dolor se hace continuo y puede afectar a ambos glúteos, con exacerbación por la noche que puede obligar a levantarse y caminar por la habitación. Puede acompañarse de dolor al tocar sobre ciertas zonas, como el esternón, las vértebras de la columna, las palas de la cadera, la cabeza del fémur o los talones. A veces puede asociarse con artritis (inflamación de una articulación) de las caderas o de los hombros y, menos frecuentemente, con artritis de las rodillas, pies, codos, muñecas o manos.

Todo ello puede asociarse con fiebre de baja intensidad, cansancio (astenia), pérdida de apetito (anorexia), perdida de peso y sudoración, sobre todo en pacientes de edad más avanzada.

Síntomas fuera de las articulaciones (manifestaciones extraarticulares)

Además de la afectación de las articulaciones, la espondilitis anquilosante suele afectar a otros órganos:
  • Uveítis. Es una inflamación del interior del ojo que puede preceder en meses o años a la espondilitis. Aparece en uno de cada tres pacientes con la enfermedad y produce dolor en un ojo, junto a molestias con la luz (fotofobia) y lagrimeo. Suelen repetirse, afectando frecuentemente también al otro ojo. Los brotes repetidos de uveítis pueden llevar al desarrollo de cataratas y de glaucoma.
  • Colitis o proctitis, es decir, inflamación del colon o del recto. Generalmente es asintomática aunque en ocasiones puede aparecer una enfermedad inflamatoria intestinal.
  • Insuficiencia aórtica como consecuencia de la dilatación del comienzo de la arteria aorta, que puede favorecer el desarrollo de insuficiencia cardiaca.
  • Bloqueos cardiacos.
  • Insuficiencia respiratoria debida a lesiones pulmonares y a los problemas respiratorios secundarios a la alteración en la columna que dificulta la introducción de aire en el pulmón.
  • Osteoporosis.


¿Cuáles son las complicaciones más frecuentes?


La espondilitis anquilosante puede complicarse con:
  • Fractura de una vértebra. Dado que la columna está rígida y descalcificada, cualquier mínimo golpe puede favorecer la fractura de una vértebra, lo que se asocia con intenso dolor y, en ocasiones, con compresión de la médula espinal. En estas circunstancias puede producirse un daño grave de los nervios, lo cual obliga a una actitud urgente para evitarlo.
  • Infecciones respiratorias. Pueden ser graves y llevar a la muerte.

¿Cómo se diagnostica?


No existe ninguna prueba especial que permita un diagnóstico rápido y seguro de la espondilitis anquilosante. Además de los datos clínicos se utiliza el test de Schober que mide el grado de rigidez de la columna y los test para ver como se expande el tórax con la inspiración (al meter aire en los pulmones). La mayoría de los pacientes suelen ser HLA B27 positivos aunque no todos lo son y muchos sujetos HLA B27 no desarrollarán nunca esta enfermedad.

Se deben solicitar radiografías de las sacroiliacas y de la columna, gammagrafía de los huesos, así como un TAC y, sobre todo, una RMN de la misma localización.

Para su diagnóstico se han elaborado unos criterios (criterios de Nueva York modificados) que incluyen:
  • Criterios clínicos:
  • Dolor y rigidez en la parte baja de la espalda, de más de 3 meses de duración, que mejora con el ejercicio pero que no cede con el reposo.
  • Limitación de la movilidad de la zona lumbar.
  • Limitación de la expansión torácica en comparación con personas de la misma edad y sexo.
  • Criterio radiológicos:
  • Sacroileitis bilateral al menos de grado 2.
  • Sacroileitis unilateral al menos de grado 3.
Para el diagnóstico se precisa tener al menos un criterio clínico y un criterio radiológico.

¿Es hereditaria?


Existe un componente hereditario. Además de que la espondilitis anquilosante casi siempre aparece en personas que son HLA B27 positivas, un marcador que se hereda, debe haber otros factores hereditarios que predisponen a la enfermedad dado que se ha visto que es mucho más frecuente entre familiares de primer grado (padres, hermanos e hijos) y entre hermanos gemelos.

¿Es contagiosa?


La espondilitis anquilosante no es una enfermedad contagiosa.

¿Puede prevenirse?


La espondilitis anquilosante no puede ser prevenida.

¿Cuál es el pronóstico de los afectados?


El pronóstico de la espondilitis anquilosante es muy variable de unas personas a otras, encontrándose personas con molestias discretas y cierto grado de rigidez a lo largo de toda su vida y otras con fusión de todas las vértebras de la columna (anquilosis de la columna) y artritis graves en diversas articulaciones que lleva a deformidades de la columna y a dificultad para la movilización.

¿Cuál es el tratamiento de la espondilitis anquilosante?


Para el tratamiento de la espondilitis anquilosante es necesario un programa de ejercicio supervisado o explicado por un especialista en fisioterapia (http://www.nass.co.uk/exercise/).

El tratamiento con medicinas incluye:
  • Anti-inflamatorios. Son la primera línea del tratamiento. Deben administrarse de forma mantenida, en ocasiones asociados a analgésicos (paracetamol)
  • Los corticoides por vía oral o intravenosa no mejoran la enfermedad aunque algunos pacientes mejoran con inyecciones de corticoides en el interior de una articulación inflamada (intraarticulares).
  • Sulfasalazina. Es un tratamiento adecuado para pacientes con afectación preferente de las articulaciones de las extremidades cuando los anti-inflamatorios no son eficaces.
  • El tratamiento de la afectación de las sacroiliacas y de la columna vertebral que no responde a anti-inflamatorios siempre debe hacerse con medicinas anti-TNF (anti factor de necrosis tumoral), descartándose antes la presencia de una infección activa o de una tuberculosis latente. Dentro de estos medicamentos se encuentran el adalimumab e infliximab. Aunque algunos pacientes no responden a este tratamiento, la mayoría sí lo hace, lo que ha modificado sustancialmente la situación clínica de los pacientes. Actualmente se desconoce cuánto tiempo deben mantenerse o si se deben usar de por vida dado su coste y potenciales efectos adversos, pero hay datos de que su suspensión se asocia con recaídas de la enfermedad. Los inhibidores de la IL-17 son una opción a estos tratamientos y pueden usarse si no hay respuesta a los anti-TNF.
  • La cirugía con colocación de prótesis, fusión de huesos o reparación de huesos dañados, debe hacerse de forma individualizada.
La uveítis puede responder al tratamiento con anti-TNF, si bien puede requerir la inyección local de corticoides, la utilización de gotas oculares que abren la pupila y, a veces, la utilización de corticoides por boca.
Aunque esta información ha sido redactada por un especialista médico, su edición ha sido llevada a cabo por periodistas, por lo que es un contenido meramente orientativo y sin valor de indicación terapéutica ni diagnóstica. Recomendamos al lector/a que cualquier duda relacionada con la salud la consulte directamente con el profesional del ámbito sanitario correspondiente.