En esta ocasión inicio este artículo con una frase cuyo autor desconozco, pero me parece que es la mejor definición de lo que estamos viviendo en el Sistema Nacional de Salud (SNS): “Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás segura si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa sí es segura: cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata la tormenta. El SNS esté siendo sometido a la fuera de una tormenta constante, duradera, que ocasiona cuantiosos daños, pero que para nuestros insignes dirigentes pasa casi desapercibida, eso es lo que parece, y ocasionará el final del modelo de Sistema Nacional de Salud (SNS) que hemos disfrutado estas últimas décadas.

He escrito en muchas ocasiones sobre este tema. He planteado los problemas que tenemos en el SNS, también he intentado analizar las causas, incluso me he atrevido, ignorante de mí, a proponer soluciones y alternativas. No soy nadie, se que una gota no hace el océano, pero también sé que gota a gota se hace una profunda oquedad en la roca mas dura. Y soy persistente, no desistiré y seguiré con ello hasta que, junto a la presión de muchos otros, seamos capaces de sacar los colores a los responsables y se pongan manos a la obra para salvar el SNS del desastre al que nos encaminamos.

Se puede discutir sobre el modelo de sistema sanitario, sobre si es mejor un modelo totalmente público o si es mejor entrar en el de la total liberalización; también si la colaboración público-privada es mas eficiente o solo es bueno para trasferir recursos y beneficios al sistema privado; o si el mal endémico de las listas de espera se puede solucionar con más recursos propios o con más convenios de colaboración con la sanidad privada y los conciertos. Se pueden hacer profundos estudios y análisis sobre si es suficiente la financiación o realmente está infrafinanciado, o si solo es cuestión de mala gestión o, si aún con la mejor gestión, el sistema sanitario, sometido al tradicional modelo de oferta y demanda, ese modelo que la experiencia nos dice que no tiene límites, que a mayor oferta hay más demanda, que la exigencia de prestaciones sanitarias es ilimitada y que los ciudadanos exigen su derecho a la última de las tecnologías, el último y mas costoso tratamiento, etc., y con ello queda sometido a una tendencia al gasto infinito.

Y mientras los sesudos expertos, los gestores, los políticos, los amantes de las teorías hacen sus valoraciones y sus análisis, presentan “libros blancos” y “planes integrales”, plantean consensos y acuerdos para llegar a un gran “pacto por la Sanidad”, el sistema agoniza, no da más de sí, sobrevive como puede. Hasta ahora lo hacía, básicamente, por el esfuerzo y el entusiasmo que sus profesionales han prestado a lo largo de muchos años. Pero claro, todo llega a su fin en algún momento, los profesionales no tienen una elasticidad infinita, el “material” con el que nos hicieron a los que vivimos el nacimiento, desarrollo, crecimiento y bondad del modelo, y, como con casi todo, esto se ha terminado y los nuevos profesionales ya no están dispuestos a trabajar en la esclavitud, no están dispuestos a vivir solo por y para la profesión, quieren derechos, quieren conciliar su vida laboral y familiar, quieren ejercer en unas condiciones laborales ajustadas a sus altísimas capacidades y su responsabilidad.

Esta situación de modelo caduco y deteriorado, necesitado de una profunda reforma, y a la vez las nuevas exigencias de los profesionales, hace que estemos ante la llegada de esa “tormenta perfecta” que arrasará con todo. Los médicos, todos los facultativos, también el personal de Enfermería, miran más allá de las fronteras, en las ofertas de trabajo, las condiciones laborales que ofrecen en otros países, y muchos, cada día más, deciden marcharse y abandonar nuestro Sistema Nacional de Salud.

Ahora, como siempre tarde, los gestores y políticos querrán poner remedio a esta situación, intentarán poner un muro de contención que proteja de la fuerza de esta tormenta que nos arrasará. Pero es tarde, ya no hay quien pare la fuerza de una tormenta perfecta. Posiblemente arrase con todo y nos obligue a empezar de nuevo, a reconstruir el sistema, hacerlo más fuerte, mejor dotado, con más y mejores condiciones. Y para ello, lo primero, los dirigentes políticos deben pensar que la base del sistema sanitario son los profesionales, que, sin médicos, facultativos, Enfermería, etc., no hay sanidad posible. Que deben empezar por planificar las necesidades, que piensen que un médico/facultativo tarda entre 10 y 12 años en formarse, deben retener el talento que ya tenemos y parar esa diáspora de facultativos que cada año abandonan nuestro país en busca de un lugar donde se les reconozca y se les quiera. La tormenta ya está con nosotros, intentemos que haga el menor daño posible, pongamos los recursos necesarios para que no arrase todo nuestro querido Sistema Nacional de Salud.