La temporada sanitaria que concluye ha tenido una noticia sobre todas las demás, de la que se ha hablado, discutido, manifestado y pleiteado sobradamente. El proyecto de externalización de la gestión que la Comunidad de Madrid ha concebido para seis de sus hospitales ha creado una controversia muy profunda, que incluso se ha extendido a todo el Sistema Nacional de Salud (SNS). Sin embargo, todos estos meses de polémica no se han empleado en lo verdaderamente importante: evaluar y recopilar datos y evidencias que permitan contrastar lo que yo llevo pensando desde hace tiempo: la gestión privada parece que es más eficiente que la pública y, antes que recurrirla e intentar paralizarla, sería mejor copiarla. Nuestro sistema sanitario nos lo agradecería.

Ante una crisis sin precedentes, que ha puesto al SNS en una situación de insostenibilidad y ahogo económico nunca vistos antes, la Comunidad de Madrid, con su consejero Fernández-Lasquetty al frente, podía haber intentado capear el temporal, haciendo lo que muchos harían en estos casos: apenas tomar decisiones y gestionar con disimulo, en espera de tiempos mejores. Sin embargo, ha demostrado ser un político con arrestos, capaz de plantear soluciones audaces, para tratar de aliviar problemas eternos. Su propuesta de externalización no sólo va acompañada de ahorros presupuestarios y mejoras en la gestión; es también una manera muy clara de decir que es posible y necesario hacer las cosas de otra manera.

No es fácil proclamar esto en la sanidad, donde los viejos hospitales de la Seguridad Social se siguen gestionando igual hoy que hace 30 ó 40 años. Es más, nunca se van a gestionar de otra manera; es inviable. Hay demasiadas cargas y demasiadas servidumbres. Tampoco ha habido valor político suficiente para tratar de gestionarlos de otro modo, pese a que es evidente que el margen de mejora es muy notable. Casi tan evidente como que cualquier cambio en la gestión o en el régimen jurídico del personal provoca una reacción instantánea, casi alérgica, en muchos agentes y colectivos que se vanaglorian de ser los defensores del sistema público.

Los hospitales madrileños son buenos, seguramente de los mejores en el conjunto del SNS. Pero pueden funcionar mejor, limando ineficiencias, potenciando puntos fuertes, adaptándose a las necesidades del entorno asistencial. Sin embargo, sin cambios organizativos profundos, sin una auténtica nueva gestión que trascienda los conocidos –y estrechos- corsés de la fórmula clásica y directa, no será posible cambiar nada.

Es muy probable que Lasquetty haya elegido esos seis hospitales porque, al ser tan nuevos, aún sea posible modificar la cultura de gestión. Y lograr así esos resultados que justifiquen este año de ruda confrontación de pareceres políticos y de sentencias judiciales a favor y en contra. Por eso, creo que es tiempo de saber si el consejero está en lo cierto, de si su reforma va en la buena dirección, y de si va a lograr las mejoras y los ahorros comprometidos.

Yo creo que sí está en lo cierto y, pronto, si los críticos y sus recursos no lo impiden, pronto comenzaremos a comprobarlo. Ya hay algunos resultados inapelables, procedentes de Cataluña, gracias a la gestión del conseller Boi Ruiz. Y en esos datos, que habrá que analizar con detenimiento, se ve a primera vista que la gestión privada obtiene infinitamente mejores resultados que la pública. ¿Por qué no va a ocurrir lo mismo en Madrid?

Pero es verdad que necesitamos saberlo, necesitamos comprobarlo. La nueva gestión de los seis hospitales madrileños tiene que ser una realidad, si es en septiembre mucho mejor, pero no por dar la razón a unas siglas políticas y quitársela a otras. Ni siquiera por respaldar a un consejero frente a sus muchos críticos. No. Lo importante en esta batalla, que parece toca a su final, es tener la certeza de que se están acometiendo cambios en la manera de prestar un servicio que parecía inmutable para muchos. Y que esos cambios arrojan resultados mucho mejores que si no se hubieran llevado a cabo.

No es la primera vez que las nuevas experiencias de gestión surgen entre la polémica, la cautela y a veces el rechazo más frontal. Pero tampoco será la última en la que demuestren a la postre que son una buena fórmula para transformar la organización de los centros sanitarios. Es cuestión de tiempo que en Madrid también lo sean. Lo veremos.


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