Ojalá Apetp no existiera; tampoco la iniciativa FarmaCiencia. La primera responde a “Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas”; la segunda está coordinada por farmacéuticos “a favor de la evidencia científica”.

Ojalá la muerte de Mario Rodríguez nunca se hubiera producido [facilitada por un curandero] y ojalá ningún ciudadano considerara, erróneamente, que la homeopatía funciona -un 53 por ciento así lo creen en España-. ¿Qué estamos haciendo mal durante el proceso educativo para que nuestro pensamiento crítico se ausente, nuestra lógica sucumba a la creencia, y la credulidad, magnificada por el ensalzamiento de la ignorancia,  prevalezca sobre el conocimiento?

Hoy no apelaré a la irresponsabilidad (ni dejadez) de las autoridades sanitarias competentes con respecto al tema, sino a la racionalidad del ciudadano de a pie y a su propio interés en proteger tanto su salud como la de aquellos a quienes ama; o la de aquellos a quienes, por profesión, le está obligado deontológicamente a salvaguardar al paciente.

En pocas ocasiones me he encontrado frente a una declaración de intenciones tan sumamente cínica a la vez que emitida a destiempo.

Una vez más ha ocurrido; otra vez ha vuelto a pasar. Ha tenido que ser necesaria la muerte de un menor, de 7 años, por otitis, tratable con antibióticos pero letal bajo homeopatía, para que, ahora sí, la Asamblea Nacional de Homeopatía (que acoge a las principales asociaciones de homeópatas a nivel nacional) reconozca, en declaración pública, que la homeopatía “no sustituye a otros tratamientos farmacológicos cuando estos son necesarios”. Ahora: tarde. ¿Quién devuelve al niño a sus padres? No será la fe. He aquí el problema de esa hipotética “inocuidad” que se asocia, equivocadamente, a este tipo de falsas terapias: a veces la elección de su uso retrasa el acceso al tratamiento adecuado y ello puede llevar a un punto de no retorno, o la muerte.

No serán pocas las veces en que se ha denunciado públicamente este hecho, haciendo eco a las autoridades que la homeopatía no funciona; no al menos más allá del efecto placebo -ese bienestar que cualquiera de nosotros sentimos cuando creemos que algo nos está haciendo bien-. Como tampoco funcionan el resto de prácticas que se venden como “terapéuticas” sin que hayan demostrado, científica ni mucho menos clínicamente, que lo son. Sin embargo, cualquiera puede seguir inventándose una, la suya, y como “terapia” venderla, enriqueciéndose a costa de la credulidad, ignorancia o necesidad ajenas. Estas son, en su conjunto, las tan de moda “terapias alternativas” o “complementarias”. La Homeopatía es una de ellas.

Como investigadora biomédica, y como ciudadana, soy consciente de que la eficacia de cualquier medicamento (incluidas las vacunas) se sustenta en una probabilidad de éxito, cuantificada esta mediante la experimentación y los ensayos clínicos. Y siempre, siempre, los beneficios derivados de su uso habrán de ser significativamente superiores a los riesgos de no utilizarlo para que este acceda al mercado. Siempre; bajo pena de cuantiosa multa.

Sin embargo, la Homeopatía es diferente. Ha logrado encajar medicamentos en el mercado -regularizados sólo cinco, pero muchísimos más comercializados- que únicamente han de demostrar que son seguros, sin necesidad de que sean eficaces para dispensarse; es decir: no han de demostrar que funcionan para aquellas indicaciones que, por contra, sí tienden a rotular en los envases o publicitar. Es más, la multinacional homeopática por excelencia, la Boiron, una multinacional, aún no ha sido capaz de explicar cómo o por qué funcionan los productos homeopáticos; los suyos tampoco.

Hace apenas unos días, tras el impacto mediático acaecido por la muerte del menor, era la ilustre Real Academia Nacional de Farmacia española (RANF) quien emitía un duro comunicado acompañado de un grueso y detallado informe en que explicaba por qué la homeopatía no puede tener ningún tipo de efecto terapéutico. Solicitaban, expresamente, que se actualice su regulación legal y reclaman sacarla de nuestras farmacias y centros sanitarios, porque “existe un riesgo real” para los pacientes.

La Homeopatía, esa estratagema disfrazada de ciencia según la cual cuanto más diluida esté una sustancia -y menos consumas de ella-, más potente será su efecto. Sí, han leído bien: se venden productos de potencia 60CH (o más) que equivale a decir que el supuesto principio activo está 100 veces diluido. Es decir, por ejemplo, si partiéramos de un café solo, el producto homeopático derivado del café sería el equivalente a coger una gota de dicho café solo y diluirla en 100 ml de agua (con lactosa o sacarosa, ambos dos tipos de azúcares); coger otra gota de la dilución y volverla a diluir sobre nuevos 100 ml y repetir este proceso otras 58 veces más. Pues bien, según los homeópatas, un vaso de 100 ml del resultado final tendría más cafeína -o potencial terapéutico- que el café solo…

¿Locura lo anterior? ¿Incongruencia lógica? Para cualquiera que quiera calcularlo y razone mínimamente sobre ello: sí, lo es. Pero más impactante es el precio de estos productos: les animo a preguntar en su farmacia más cercana.

Y sí, he dicho “farmacia más cercana” porque son muy pocas las que se niegan a participar de este lucrativo negocio, admitido por las autoridades sanitarias, legitimado incluso por universidades (públicas y privadas), magnificado por medios de comunicación de masas, apoyado por personalidades de la esfera pública y/o cultural y no suficientemente denunciado por los profesionales sanitarios y resto de autoridades (a nivel personal o institucional) competentes con capacidad de difusión e impacto social.

Por supuesto, mientras tanto, las farmacias siguen dispensando este tipo de productos que ni son eficaces ni inocuos ni baratos ni deberían venderse como Medicamento.


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