Los retos de hoy en la lucha contra el cáncer de pulmón no son los mismos que teníamos al inicio del año, antes de que irrumpiera en nuestras vidas la pandemia de la COVID-19. Tanto entonces como ahora los esfuerzos se dirigen, por un lado, a conseguir implantar el screening en población de riesgo, sabiendo que esta herramienta ha mostrado su relación directa con el número de muertes evitadas; por otro, tratar de establecer un diagnóstico más preciso, tipificando molecularmente el tumor, teniendo en cuenta que un 20-25 por ciento de los pacientes presentan alguna mutación genética que puede ser tratada de manera específica para lograr una mayor supervivencia.

En tiempos de coronavirus, las prioridades sanitarias se han tenido que adaptar a la nueva realidad. Lo más urgente ha sido hacer frente al virus pero no podemos dejar para más tarde enfermedades cuyo diagnóstico y tratamiento no pueden esperar. Un ejemplo es el cáncer de pulmón, primera causa de muerte por un tumor en nuestro país. Una enfermedad cuyo abordaje se ha visto significativamente sacudido por esta crisis. Para empezar, hemos dejado de diagnosticar a muchos posibles pacientes porque seguramente haya habido casos de personas con posibles síntomas de alerta que han optado por no ir a su médico de familia por miedo a contagiarse en un centro sanitario. En estas circunstancias, vuelve a ser fundamental trabajar intensamente para reducir demoras en el diagnóstico y en el tratamiento de estos pacientes. Los oncólogos estamos haciendo verdaderos esfuerzos por recuperar esa normalidad, tanto a nivel de atención clínica como de actividad investigadora.    


"El cáncer de pulmón microcítico es un tumor con un comportamiento muy agresivo que deteriora rápidamente al paciente y que está muy asociado al consumo de tabaco"


Es de desear que el desastre sanitario nos haga a todos más conscientes de la importancia de apostar por la ciencia, del valor de la investigación. Precisamente ha sido ese esfuerzo científico el que nos ha traído una de las buenas noticias de los últimos meses frente al cáncer de pulmón. Tras años de avances consecutivos en el porcentaje de pacientes –la mayoría, un 85 por ciento- con el tumor clasificado como de células no pequeñas o no microcítico, por fin podemos congratularnos de haber obtenido buenos resultados también en el control de la enfermedad para ese grupo restante, los de célula pequeña o microcítico, a los que apenas hemos podido ofrecer novedades durante varias décadas. La buena noticia tiene forma de inmunoterapia anti-PD-L1.

El cáncer de pulmón microcítico es un tumor con un comportamiento muy agresivo que deteriora rápidamente al paciente y que está muy asociado al consumo de tabaco. Con la quimioterapia se consigue una muy buena respuesta de inicio que al cabo de poco tiempo deja de surtir efecto. Hasta la disponibilidad ahora de la inmunoterapia, no habíamos conseguido dar con estrategias que aportaran incrementos significativos de la supervivencia.

Los datos que avalan su beneficio proceden de un estudio, el Impower133, que ha sido el primero en demostrar que la combinación de una inmunoterapia, en este caso atezolizumab, más quimioterapia aumenta la supervivencia. Se trata además de una investigación con participación clave de la Oncología española, lo cual no es una novedad teniendo en cuenta que hemos colaborado en la mayoría de estudios que han contribuido a mejorar la práctica asistencial del cáncer de pulmón. Confiemos en que pronto podamos contar con la autorización en nuestro país de esta nueva estrategia para que estos pacientes se puedan beneficiar lo antes posible de ella.

De hecho, dada la relevancia del avance, la última actualización de las guías clínicas de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) ya ha incorporado la indicación de esta inmunoterapia más quimioterapia como tratamiento de primera línea para el cáncer de pulmón microcítico en fase avanzada. Se abre así un escenario de posibilidades ante el que es un nuevo estándar de tratamiento. Por último, nunca está de más, al destacar estos avances, recordar siempre que el mayor logro contra esta enfermedad pasa por no fumar. De hacerlo así podríamos algún día hablar del cáncer de pulmón como una enfermedad residual.