Dicen que faltan médicos de familia. Sentencia que se ha convertido en uno de los mantras más invocados en los medios de comunicación social, tanto generales como profesionales. Una afirmación que parece obvia, aunque, como es habitual, las cosas no son tan claras como pudiera creerse.

Porque las deficiencias, incluidas las insuficiencias, pueden serlo en relación a un determinado valor de referencia o bien a una valoración del desempeño de que se trate. Por lo que se refiere a lo primero, la proporción de médicos por habitantes en España es bastante más elevada que la de otros países de nuestro entorno, aunque la de enfermería sea de las más bajas.

Claro que si nos fijamos en la demora para ser visitados en los centros de Atención Primaria --un indicador básico-- resulta que es habitual que sea mayor de una semana. Lo que refleja de modo inapelable la incapacidad operativa de la que muchos califican como la joya de la corona de nuestra sanidad asistencial. Una valoración que en boca de algunos que ostentan responsabilidades políticas sanitarias más bien parece una coartada cuando no un escarnio.

En cualquier caso, la Atención Primaria y Comunitaria no funciona como debería, deficiencia que no es atribuible, al menos totalmente, a la falta de médicos. ¿Porqué pues tanta insistencia? Independientemente de la oportunidad que pueda suponer para eventuales pescadores en río revuelto, la verdad es que son muchos los factores que --no sólo pero también en lo que respecta al estamento médico-- claman al cielo.

Entre ellos destaca la poca preocupación sobre la calidad de la oferta de puestos de trabajo que caracteriza en general a nuestro sistema sanitario. Se paga poco, predominan los contratos basura y las interinidades, se incorporan profesionales sin la titulación requerida, no se atienden las reiteradas y seculares demandas de una carrera y desarrollo profesional decentes, se delega en la industria farmacéutica la financiación de las actividades de formación continuada, se convocan de ciento en viento concursos-oposición que no se resuelven hasta pasados varios años.


"Y luego dicen que faltan médicos, aunque en todo caso parece que sobre todo enfermeras de familia"



En lugar de dimensionar adecuadamente las plantillas de recursos humanos a las necesidades locales de cada contexto y su población se opta por la estrategia homogeneizadora del 'café para todos', menos conflictiva con las corporaciones profesionales y sindicales. Se sigue imponiendo la obligación de ejecutar múltiples actividades burocráticas dignas de mejor causa a médicos y enfermeras, en detrimento de lo que debería ser el compromiso asistencial son los pacientes y con la ciudadanía.

Un compromiso asistencial que convendría reformular inequívocamente, ni que fuera para disminuir las frustraciones que generan expectativas ilusorias, también de los pacientes y de los ciudadanos.

Pero, como dice nuestro amigo Juan Simó, cuando los políticos y gestores se acostumbran al “petróleo barato” se resisten como gato panza arriba a que suba el precio de la energía y, en lugar de analizar las causas profundas del problema, se aferran a “soluciones” de parcheo que, a medida que pasa el tiempo, no hacen otra cosa que ir agravando el problema.

Y luego dicen que faltan médicos, aunque en todo caso parece que sobre todo enfermeras de familia. Nuestros líderes y gestores sanitarios, feligreses de la ley de la oferta y la demanda, olvidan que la calidad laboral de nuestro sistema sanitario público está bajo mínimos, lo que implica entre otras cosas una merma del potencial atractivo de la Atención Primaria y Comunitaria en relación con otras ofertas laborales más gratificantes procedentes de otras partes del sistema.

Estamos ante un problema importante y complejo y las soluciones tienen que estar a la altura.

Son inútiles y hasta peligrosos los análisis simplistas del tipo: si no encontramos médicos o enfermeras la única causa es que no tenemos suficientes y por ello la principal solución “mágica” es producir más como sea y, mientras tanto, contratar masivamente y de forma ilegal a profesionales sin los requisitos precisos.

Una cosa es que el problema de la falta de disponibilidad de profesionales pueda verse acentuado en determinado momento, como el actual, por variaciones en la pirámide demográfica (jubilaciones) y otra bien distinta ser capaces de analizarlo con visión global y perspectiva de medio y largo plazo.