Como representante de la enfermería andaluza, además de presidente a nivel nacional, me genera cierto sentimiento de orgullo ver que mi tierra natal ha sido pionera, una vez más, a la hora de utilizar el potencial de sus más de 35.000 enfermeros en beneficio del paciente. Hace unos años, mientras que en otras regiones de nuestro país se rasgaban las vestiduras con sólo plantear algo tan simple como crear las consultas de enfermería, poner a enfermeras a gestionar equipo multidisciplinares o legalizar la prescripción enfermera, Andalucía se lanzaba a priorizar a los pacientes y daba los pasos necesarios para implantar cada una de estas medidas en el Servicio Andaluz de Salud (SAS). Tiempo después, cuando había ya evidencia consolidada de los beneficios que suponían cada una de ellas, todas y cada una de estas iniciativas se exportaron al resto del Estado.

El proyecto que tiene entre manos el Servicio Andaluz de Salud (SAS) para actualizar y modernizar el actual modelo asistencial de Atención Primaria pretende, en el fondo, mejorar la respuesta a los pacientes. Este nuevo modelo ha generado una importante controversia entre algunos estamentos médicos (fundamentalmente colegios y sindicatos) que han reaccionado de forma contundente y reaccionaria contra dicho modelo. Algunas de estas reacciones pueden ser cuanto menos precipitadas y no representativas de la base de médicos que trabajan en AP. La realidad es que en los centros de salud, médicos y enfermeros trabajan codo con codo como un equipo. Desde esa comunión ponen todo de su parte por el bienestar del paciente, que es lo único que debería importar.


"Los enfermeros no pretendemos ser médicos, ni lo vamos a ser nunca, pero sí reivindicamos poder realizar nuestras funciones con autonomía"


No sé a quién puede contrariar ni ofender un planteamiento tan lógico como que las enfermeras puedan ser la puerta de entrada a algunos problemas de salud de los pacientes. Se trata de problemas de baja complejidad: catarros, vómitos y diarreas, quemaduras, picaduras, dolor lumbar y traumas leves e hipoglucemias leves. Por tanto, estamos ante situaciones que pueden ser resueltas con la indicación de los cuidados adecuados así como con recomendaciones para el autocuidado del paciente: facilitándole a las personas los conocimientos necesarios para poder gestionar  los problemas de salud de baja complejidad. A fin de cuentas, la profesión enfermera ya es a día de hoy un referente en cuidados reconocido los pacientes y por toda la comunidad sanitaria.

Los enfermeros no pretendemos ser médicos, ni lo vamos a ser nunca, pero sí reivindicamos poder realizar nuestras funciones profesionales con autonomía y eficacia. 

Esta iniciativa no hace más que aprovechar todo nuestro potencial asistencial exportando a atención primaria actuaciones que ya realiza en otros ámbitos asistenciales como salud laboral, enfermería escolar o urgencias y emergencias. En este sentido el Servicio Andaluz de Salud apuesta por aprovechar al máximo el importantísimo potencial asistencial de la enfermería. Si se materializan estas actuaciones van a contribuir a que el sistema sanitario público sea más eficiente y sostenible.

Pero los malos entendidos y la reacción de oposición de otros profesionales también vienen influenciados por el hecho de que la Consejería de Salud no ha contado con la participación de quienes somos los representantes legítimos de todos los profesionales médicos y enfermeros: las organizaciones colegiales de ambas profesiones sanitarias. No tiene ninguna lógica que los colegios profesionales no hayamos participado desde el principio en esta iniciativa, aunque todavía están a tiempo de rectificar para que representantes de enfermeros y de médicos andaluces podamos dialogar -entre nosotros y con la Administración- para contribuir, como debe ser, a la puesta en marcha de esta importante iniciativa que, todo sea dicho, vemos muy positiva.