La Revista

El ministro de Sanidad asesinado por ETA en el 2000 impulsó la Ley General de Sanidad, entre otras grandes aportaciones

Veinte años sin Ernest Lluch, padre de la actual sanidad pública española
Ernest Llunch


21 nov. 2020 10:00H
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Este 21 de noviembre se cumplen 20 años del asesinato a manos de la banda terrorista ETA de Ernest Llunch, que fue ministro de Sanidad en el Gobierno de Felipe González entre 1982 y 1986.

A este intelectual catalán le bastó con cuatro años para desarrollar varias políticas clave que le han atribuido el calificativo de padre de la sanidad universal. Una atribución que viene de la mano de su mayor logro, impulsar la Ley General de Sanidad, que instaló la sanidad pública para todos los españoles y extranjeros residentes en España pasando de un sistema de Seguridad Social financiado por las cuotas de trabajadores y empresas a un Sistema Nacional de Salud dependiente de los Presupuestos Generales del Estado. 

Sin embargo, también diseñó otras herramientas que han sido y siguen siendo clave en el desarrollo de la gestión de la sanidad pública española. Llunch fue el artífice de la creación del Consejo Interterritorial, el organismo por el que actualmente se coordinan las actuaciones de las 17 comunidades autónomas en la lucha contra la Covid-19.

El exministro, que no contaba con formación sanitaria y estaba licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales, también sentó las bases para el sector investigador en sanidad a través de la creación del Instituto de Salud Carlos III, que alberga a dos de los principales centros de investigación biomédica europeos: el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC).

Su segundo de abordo como subdelegado federal de Salud, el neurólogo Pablo Recio, recordó en una entrevista para La Revista de Redacción Médica a Llunch como alguien de trato directo y cercano. Además, destaco de su labor gestora “su empeño por afrontar los problemas de la Transición sanitaria, que fueron muchísimos, pues no olvidemos que se venía de la afrenta de Tejero el 23 de febrero de 1981; por entonces, se llevaron a cabo las primeras transferencias en sanidad a las comunidades autónomas, aunque la mayoría seguía dependiendo del Estado; así que debió de hacerlo muy bien cuando, de buenas a primeras, se puso en marcha todo aquello y su figura apenas se recuerda por la gente ajena al sector”, explicaba Recio. 


Un intelectual que murió abrazado a sus apuntes 


Tras su paso por Sanidad se retiró de la vida política y ostentó hasta 1995 el cargo de rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander (UIMP). Llunch también fue un gran productor de piezas literarias: fue autor 23 libros, 25 capítulos de libros, 200 artículos en revistas especializadas, 200 más en revistas culturales y alrededor de 1.400 artículos de prensa. Además, fue nombrado Catedrático de Economía en la Universidad de Valencia y de Historia de Doctrinas Económicas de la Universidad Central de Barcelona.

Llunch murió abrazado a sus apuntes sobre un curso de doctorado tras caer encima de ellos al recibir un disparó por la espalda mientras los recogía del asiento del acompañante de su coche. Fue el 21 de noviembre del 2000, poco tiempo después de dejar una frase para la historia en un mitin electoral en el País Vasco: “Gritad, gritad, porque mientras gritáis no mataréis”. 

El salón de actos del ministerio de Sanidad lleva su nombre 


Cuenta con homenajes en las que el calificó como sus cuatro ciudades (Barcelona, Madrid, San Sebastián y Valencia) y en otros hospitales y centros de salud ubicados en España. El más relevante de todos ellos es el realizado por el ministerio de Sanidad, cuyo salón de actos principal lleva el nombre de Ernest Llunch. 

Su legado perdura a través de la fundación que lleva su nombre y cuya misión es “centrar su acción en el fomento del diálogo Cataluña-España-Europa”, tal y como expresan en su página web. También perdura su memoria a través de sus tres hijas Eulàlia, Rosa y Mireia, fruto de su matrimonio con Dolors Bramon, también profesora universitaria.
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