La Revista

Paloma Bravo narra en 'Una historia de amores' un relato sobre el acompañamiento de un ser querido en su etapa final

"La Geriatría es dura; el geriatra nunca gana y el paciente siempre muere"
Paloma Bravo, autora de 'Una historia de amores'.


1 nov. 2022 16:30H
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POR TANIA CALAHORRA
'Una historia de amores' (Editorial Contraluz) es un relato en primera persona en el que la escritora Paloma Bravo aborda un tema tan delicado como el de acompañar a un ser querido en su etapa final. Después de que su padre recibiera el diagnóstico de hepatocarcinoma en fase terminal en plena pandemia de Covid-19, decidió vertir en un libro todos los sentimientos que afloraron al ver sufrir a su progenitor mientras era "destruido por la enfermedad".

Bravo reflexiona sobre la lucha contra la muerte de una sociedad que acaba "alargando la vejez por no enfrentarla" y, a la vez, demanda un pacto entre profesionales sanitarios y ciudadanos para exigir a las administraciones "inversiones suficientes para que todos podamos tener una vejez digna". Un libro cargado de verdad y enseñanzas que va más allá del duelo personal.

Escribió este libro en primera persona, con un retrato familiar en profundidad: ¿forma parte de un ejercicio de "sanar las heridas”?

Escribir no cura, pero leer sí: consuela, acompaña, remueve… Escribí el libro porque era el que habría necesitado leer cuando el diagnóstico de 'cáncer terminal' llegó a mi vida. Hay muchos libros sobre el duelo, pero yo no encontré ninguno sobre el acompañamiento, sobre lo difícil que es estar con alguien a quien quieres, alguien que sufre, que tiene miedo y a quien la enfermedad está destruyendo. Es un libro directo, con amor, con humor y con luz. Y, a pesar de que mi padre era un hombre extremadamente discreto, quise publicarlo porque pensé que podía ayudar a quien hubiera pasado o fuera a pasar por algo así, que somos todos.

¿Cree que existe un tabú sobre el cáncer?

No sé si la palabra es tabú, pero, de alguna manera, hay un mensaje un poco perverso. Se habla del cáncer de mama, por ejemplo, con naturalidad, hasta el punto de que parece que siempre es curable y no es cierto; pero con otros cánceres se utiliza ese eufemismo horrible de 'la batalla contra la larga enfermedad' y esa insistencia culpógena de 'lo importante es que seas positivo'. Hay cánceres que matan, hagas lo que hagas, y es importante asumirlo.


"Hace décadas que la muerte no suele ocurrir en las casas, sino en hospitales de una forma aparentemente más aséptica"



¿Estamos hoy en día preparados para la muerte?

No lo sé. Quizá la gente con fe lo esté, pero, en general, creo que no. La sociedad occidental lleva años luchando contra la muerte, desde la Medicina y desde esos deseos de inmortalidad de los millonarios de internet que prometen descargar nuestro cerebro en algún sitio, sin darnos cuenta de que, muchas veces, alargamos la vejez y no la vida. Además, hace décadas que la muerte no suele ocurrir en las casas, sino en hospitales, lejos, de una forma aparentemente más aséptica. Supongo que por eso nos parece más lejana. Pero, por mucho que nos empeñemos, la vida siempre acaba con la muerte y es importante que aprendamos a afrontarla (a la muerte y a la enfermedad terminal), que hablemos de ella, que hasta hagamos chistes y que podamos preguntar a quién queremos: ¿cómo estás?, ¿qué puedo hacer por ti?, ¿cómo quieres que te acompañe?

¿Qué se necesita para acompañar?

Amor. Sobre todo, amor. También valentía y capacidad de esfuerzo, porque la enfermedad y la muerte no son bonitas, son lentas, pegajosas, agotadoras… Pero querer exige estar; estar presente, estar cerca. Querer es cuidar, escuchar, respetar, acariciar y, sí, sobre todo, acompañar. No dejar sola a la persona que quieres. Querer es, sobre todo, dar, y para dar hay que estar mínimamente lleno. Por eso es importante que el cuidador se cuide.

Pero, ¿quién cuida al cuidador?

Esa es una gran pregunta. El cuidador tiene que cuidarse a sí mismo; tiene que saber pedir ayuda y no sentirse culpable porque cuidar agota. Hay que encontrar momentos de felicidad en el cuidado y en los pequeños descansos (una película, una cerveza, unas risas…); parar de decir a los amigos que estás bien, que no hay problema, y contar cómo estás de verdad, dejarte abrazar, dejarte ayudar. Y, si hace falta, buscar también ayuda profesional. Porque no puedes darlo todo si nadie te da a ti.
 
¿Qué papel juega la sanidad pública en todo este proceso de cuidados a los más mayores? ¿Está la sanidad pública preparada para apoyar o dotar de recursos a los cuidadores de personas mayores o enfermeras?

Creo que, por un lado, hace falta una revisión de las prioridades que tenemos como sociedad. Caminamos hacia un envejecimiento brutal de la población y no estamos preparados. Hacen falta más especialistas en Geriatría, más y mejores residencias y sistemas de apoyo a domicilio, mayor respeto a los mayores por parte de todos los ciudadanos (respeto a su aportación, a su personalidad, a sus valores…).

Hace falta, sobre todo, un pacto entre ciudadanos y profesionales sanitarios para exigir a las administraciones públicas inversiones suficientes para que todos podamos tener una vejez digna. Dicho esto, nosotros descubrimos el servicio de asistencia geriátrica a domicilio de la sanidad pública y, pese a estar desbordados, nos dieron un trato extraordinario y nos ayudaron a conseguir que las últimas semanas fueran suaves, en casa, y con una irrenunciable dignidad.

"El servicio de asistencia geriátrica a domicilio de la sanidad pública nos ayudó a conseguir que las últimas semanas fueran suaves y con una irrenunciable dignidad"



A pesar de contar con una población envejecida, Geriatría es una de las especialidades con menos profesionales: ¿cree que esto debería cambiar?

Sin duda. Ahora, para que cambie habrá que garantizar que sea una especialidad valorada y bien pagada. Dice Atul Gawande en 'Ser Mortal' que la Geriatría es una especialidad difícil porque de alguna manera, el geriatra nunca gana, el paciente siempre muere. Pero dice también que poder garantizar una vejez sana, lúcida y feliz es una victoria social. Yo estoy de acuerdo con él. A la vejez, además, se llega con mil y una enfermedades y mil y un medicamentos que a veces son contradictorios: hacen falta especialistas que prioricen y que vean al paciente y velen por su bienestar por encima de los órganos enfermos.

¿Ha cambiado su visión de médicos, enfermeros y sanitarios en general después de lo que ha vivido su familia?

Encontramos un mínimísimo porcentaje aislado que no mira a la cara al paciente y no entiende el miedo y el desvalimiento con que los enfermos y sus familiares entramos en un hospital… Pero son pocos. El 95 por ciento de los profesionales que hemos encontrado a lo largo de dieciocho meses de enfermedad terminal han sido extraordinarios y algunos hasta heroicos. Mi visión es de admiración, respeto y agradecimiento.

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