La Revista

El psiquiatra Enrique González Duro analiza para Redacción Médica su último libro, Historia de la locura en España

"El suicidio se ha convertido en un negocio, solo le faltan las pastillas"
El psiquiatra Enrique González Duro.


28 ene. 2022 13:20H
SE LEE EN 8 minutos
La Historia ha demostrado que la locura es una cuestión llena de matices, pues a menudo viene determinada por la cultura y los preceptos morales de un territorio. El mero concepto de “loco” ha cambiado a lo largo de los años, al igual que el tratamiento y la asistencia hacia este tipo de enfermos.

Estos son algunos de los temas que aborda el reconocido psiquiatra Enrique González Duro en su último libro, Historia de la locura en España, en el que repasa la evolución de la salud mental en nuestro país, así como su significado a través de los siglos.

¿En qué momento de la Historia cree que las personas con problemas de salud mental empezaron a estar socialmente aceptadas?

El concepto de salud mental no ha existido a lo largo de la Historia. Se inventó después de la II Guerra Mundial para dar una acepción más suave a la Psiquiatría. Es algo un poco contradictorio, porque salud mental es justo lo contrario a enfermedad: lo que hay que hacer es protegerla.

¿En qué medida cambió la situación tras la guerra?

Los países vencedores ofrecieron un enfoque absolutamente distinto de la Psiquiatría que el que venían imponiendo los alemanes, que, teniendo algunos de los psiquiatras más reputados del mundo, avalaron una matanza bestial de cerca de 300.000 enfermos mentales. Todo para dar cabida a los soldados que se encontraban de baja, como los que venían del frente con Rusia.

Fue entonces cuando comenzaron a abrirse las puertas de los manicomios, a ofrecer una mejor asistencia y un trato más racional. La Psiquiatría clásica de los alemanes comenzó a desaparecer, aunque no lo ha hecho del todo. Siempre quedan restos. 

¿Cuál fue, a su parecer, la época más ‘oscura’ de la patología mental en España?

Hay que tener en cuenta que la Psiquiatría como tal no existió hasta el siglo XIX, coincidiendo con la Revolución Francesa, aunque ya por entonces había personas de las que se decía que estaban “locas”. Era la respuesta de una sociedad asustada de la gente que tenía una conducta anómala, imprevisible. Que estaban, digamos, al margen de la propia sociedad, aunque no eran delincuentes. La Psiquiatría se convirtió de esta forma en una respuesta institucional al problema de la locura, y de esta forma los convirtieron en enfermos para no encerrarlos con los delincuentes.

Pasaba igual en España, que por cierto, fue donde se alzó el primer centro para enfermos mentales, en Valencia en el siglo XV. Pero no existía un corpus doctrinal, los médicos tenían muy poco poder en los manicomios, que era un centro de corrección de la conducta.

Ha hecho mención a los años de la II Guerra Mundial. En España, ¿cómo fue la etapa de la Guerra Civil y el franquismo para los enfermos mentales y para los psiquiatras que les trataron?

Fue una época muy difícil. Los manicomios españoles no escaparon de los bombardeos, y además muchos enfermos morían de hambre porque había poca comida y estaban en una situación muy lamentable. Después de la guerra el fenómeno cambió, y los manicomios comenzaron a llenarse porque empezaron a meter a todos los disidentes y gente del ejército franquista.

Pero el manicomio lo que hacía era empeorar a los enfermos, porque estaba hecho para domesticarlos. El objetivo era que no armaran líos ni problemas, no había un plan para rehabilitarlos.

Aquello era caótico, y además se seguía aplicando la misma doctrina de la Psiquiatría alemana. Los pocos psiquiatras que había, porque muchos murieron, huyeron de España o incluso los metieron en la cárcel, seguían el patrón de la Psicología nazi. Eso cambió cuando Alemania perdió la guerra. Evidentemente, la matanza de enfermos no era muy terapéutica.

Como psiquiatra, ¿cuál cree que ha sido el gran avance de la Medicina española en patología mental en el último siglo?

Hubo un intento que salió mal en el siglo XIX, cuando los psiquiatras españoles seguían los dictados del llamado alienismo francés. Este propiciaba el aislamiento, el encierro, y los centros se llenaban. Los manicomios eran poco más que correccionales, una figura de internamiento definitivo. Los pacientes eran calificados de locos, sancionados por un juez como enfermos mentales definitivos y morían en el manicomio. Es decir, estos centros no podían ser un lugar de cura, porque allí no se curaba a nadie. El que entraba no salía.

Eso mejoró ya en el siglo XX, en la época de la República, cuando ya sí había psiquiatras formados y hasta se hizo una Ley de internamiento psiquiátrico. Luego vino la guerra y todo se vino abajo. Los manicomios volvieron a ser sitios donde se metía a todo lo que “sobraba”, y los médicos que quedaban ganaban muy poco y dedicaban poca atención a los pacientes. Había que cuidarlos y ya está, porque se suponía que no tenían cura. Los enfermos que tenían algo de suerte y dinero se iban a consultas privadas.

En los últimos meses se ha reabierto el debate sobre la necesidad de visibilizar el suicidio. ¿A qué cree que se debe ese tabú que ha imperado durante tantos años en torno a esta causa de muerte?

El suicidio es cosa de los seres humanos. Los animales no se suicidan nunca, sobreviven como pueden, pero es raro encontrar a una persona que alguna vez no haya pensado en esa posibilidad. ¿A qué responde eso? A las condiciones de vida de la gente. Incluso era normal en algunas culturas, como en la japonesa, cuando los samuráis se hacían el “hará-kiri” para mantener el honor tras perder una batalla.

En occidente se veía el suicidio más como un delito. Por ejemplo, en Inglaterra la tentativa de suicidio era delito hasta principios del siglo XX. Es decir, que si no morías, te llevaban a la cárcel. Y en los países católicos el suicidio era un pecado, porque tu vida no te pertenece a ti, sino a Dios, y tú no tienes derecho a quitártela. Te marginaban de la sociedad, hasta el punto de que una persona que se suicidaba no era enterrada en el cementerio católico sino en una fosa común. Eso para la familia era un deshonor, y por eso muchas veces lo disimulaba, incluso engañando a los médicos.

Hasta ahora, las cifras de suicidio en España eran muy bajas, pero eso no era cierto. El suicidio sucede no como consecuencia de una enfermedad, sino de una situación vital muy desagradable. Pero de pensar en suicidarse hasta hacerlo de verdad hay una gran diferencia, porque muchos los hacen como una llamada de socorro. Un SOS.

¿Qué ha cambiado en los últimos años?

Habría que preguntárselo a las televisiones y otros medios, que están dando una importante visibilidad al suicidio. En parte eso ha facilitado que gente que está mal lo reconozca y dé una llamada de atención, lo que facilita el poder ayudarles, pero a veces me hacen cierta gracia los anuncios publicitarios que dicen que hay que hablar del suicidio. ¿Hablar, de qué? ¿Y quién va a hablar? Porque el problema no se soluciona solo con hablar. Puedes decir que es un problema muy grave, pero, ¿y qué? Se está convirtiendo en un negocio, y no me extrañaría que hasta saliesen pastillas contra el suicidio.

¿Teme que pueda generarse un sobrediagnóstico del suicidio?

Exactamente. No creo que sea una cosa que se deba hacer por televisión, porque crea una preocupación absurda. Especialmente ahora, que estamos atravesando una pandemia y han surgido nuevos miedos.

Usted ha escrito un libro de historia y ciencia pero, ¿podría trazar lo que intuye que será la Psiquiatría del futuro y el perfil de estos pacientes?, ¿cuál cree que será el mayor riesgo que acechará a la salud mental?

Hace tiempo que lo estamos viendo, que es que lo que se llama salud mental está en manos de la multinacional farmacéutica, y la única solución que se da al problema es el de la medicación. Hacen del enfermo un drogadicto, y con eso hay que tener mucho cuidado. Ojalá una pastilla te curara todas las enfermedades mentales, pero no. No son la única solución.

¿Cómo se debe abordar esta problemática?

Hay que volver a hablar con los pacientes, que te cuenten sus problemas. La Psiquiatría tiene que ser más dialogante, más social, debe ir a la raíz del problema de cada uno.
Las informaciones publicadas en Redacción Médica contienen afirmaciones, datos y declaraciones procedentes de instituciones oficiales y profesionales sanitarios. No obstante, ante cualquier duda relacionada con su salud, consulte con su especialista sanitario correspondiente.