EDITORIAL
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9 jul. 2015 19:25H
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A punto de completarse el nuevo mapa de consejeros que dirigirá los distintos servicios (o sistemas, según se mire) de salud, ya hay una autonomía que centra la mayor parte de comentarios y, desde luego, una considerable cuota de la lógica expectación ante los numerosos cambios que depararon las urnas del pasado 24 de mayo. Se trata de la Comunidad de Madrid, que a la habitual e indiscutible importancia de su sanidad añade ahora la personalidad y el carácter de su nuevo consejero: Jesús Sánchez Martos.

Como era de esperar por su trayectoria, ligada casi desde siempre a la comunicación y la divulgación, Sánchez Martos ha dirigido sus primeras decisiones a plasmar en hechos lo que lleva defendiendo muchos años con palabras. En este sentido, la creación en la Consejería de una Dirección General de Coordinación de la Atención al Ciudadano y Humanización de la Asistencia Sanitaria permite visualizar de inmediato uno de los propósitos que, a buen seguro, guiará la acción de gobierno del nuevo consejero: situar la comunicación como hilo conductor y facilitador de las relaciones entre todos los agentes.

Mirando el perfil de Sánchez Martos, la comunicación es uno de sus fuertes, sin duda, y sería un error renunciar a sus enormes posibilidades en el momento cumbre de su vida profesional. Más aún cuando tiene la certeza, y así se ha encargado de repetirlo y difundirlo a los cuatro vientos, que uno de los grandes problemas del sistema sanitario es su falta de humanización en la asistencia. Y también, claro está, del madrileño.

Conviene precisar el término.Sánchez Martos habla de humanización, no de humanidad. Alude a una nueva competencia que deberían tener todos los profesionales sanitarios, médicos, enfermeros, farmacéuticos, pero también administrativos, informadores, celadores, limpiadores y un largo etcétera. Una capacidad adicional para comunicar con tacto, para estar pendientes de las emociones y sensaciones del paciente, sin perder de vista a las familias, que juzga todavía como las grandes olvidadas del sistema. Humanización no como síntoma de humanidad, que ya se da por descontado en cualquier sistema sanitario desarrollado, sino como una vía muy poco explorada para ganar en eficiencia y en sostenibilidad.

Suena un poco raro eso de mezclar conceptos como humanización y economía, pero Sánchez Martos está convencido de que reconocer a las familias y a los cuidadores en la atención a los enfermos es una manera muy directa de preservar la sostenibilidad del sistema, que estaría claramente en riesgo si estas personas dejaran de prestar el impagable (nunca mejor dicho) servicio que prestan.

Al nuevo consejero madrileño también le gusta diferenciar entre tratamiento y trato. El primero se aprende en las facultades, se estudia en los tratados de medicina y se obtiene en las farmacias. Pero el segundo es un intangible muy claro, no se aprende, no se ve, se lleva dentro y, desde luego, hay que entrenarlo como una actitud. Algunos identifican el trato con la vocación, pero sin llegar a este grado, es posible enseñar humanización a través de un mejor dominio de la comunicación.

Julio Zarco es el alto cargo elegido por Sánchez Martos para alzar la bandera de la humanización, no sólo en la sanidad madrileña sino seguramente en todo el Sistema Nacional de Salud. La elección era tan esperada como apropiada porque Zarco es uno de los más reconocidos defensores de la humanización de la asistencia sanitaria o, como él mismo describe,  de la rehumanización de los cuidados en salud, pues resulta paradójico humanizar una actividad que se desempeña entre humanos y que, básicamente, es humana.

Otro cambio de calado promovido por Sánchez Martos y largamente esperado en la sanidad madrileña ha sido la recuperación de una Dirección General de Salud Pública, para la que ha sido nombrada Carmen Yolanda Fuentes. Hace ya siete largos años que el entonces consejero Juan José Güemes, de infausto recuerdo en el sector, decidió suprimir la Salud Pública del organigrama de su departamento. Consiguió así, no la medida innovadora que pretendía, todavía no se sabe por qué, sino alejar a la disciplina de los logros e importancia que sí han venido teniendo en otras administraciones sanitarias.

El nuevo consejero recupera ahora la salud pública porque la protección de la salud de la población y la anticipación a la aparición de la enfermedad merecen de cierto una estructura administrativa propia. En este caso, hay autonomías, como la Comunidad Valenciana, que han ido aún más lejos y han colocado a la Salud Pública en el mismo nombre oficial de la Conselleria de Sanidad Universal.

En cualquier caso, y como era fácil de anticipar, Sánchez Martos ha entrado pisando fuerte en su nueva responsabilidad y sus decisiones han tenido un efecto inmediato.

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