El trabajo de un médico no solo consiste, de manera muy resumida, en
curar a los pacientes. También implica un importante grado de
involucración emocional que, dependiendo de la especialidad en la que se desarrolle el facultativo, puede ser mayor o menor. Un claro ejemplo de lo fundamental que es la
empatía médico-paciente se dio durante una guardia que vivió
Kassandra Falcón, quien hace unas semanas atendió a una persona con
cáncer de ovario en estado avanzado con
metástasis pleurales.
Según relata esta facultativa, la paciente llegó al hospital con
disnea intensa y, tras la evaluación, la detectaron un derrame pleural masivo, por lo que, lamentablemente, “
ya no había opciones terapéuticas”. “Ni quimio, ni cirugías.
Solo aliviar. Solo acompañar”, ha explicado Falcón en su perfil de Linkedin.
Conversación médico-paciente "humana"
Tras analizar la situación, esta especialista descubrió que la paciente no solo necesitaba oxígeno o hacer algún tipo de drenaje para darle alivio, sino una “
conversación honesta clara, pero profundamente humana”.
A pesar de que la paciente era consciente de su diagnóstico y pronóstico del mismo, según añade Falcón, ni ella ni su familia conocían que
el final “estaba más cerca de lo que creían”.
“Me senté con ella y con su familia. Les expliqué todo: el diagnóstico, el pronóstico, lo que podíamos hacer y lo que ya no era posible. No usé eufemismos. No di falsas esperanzas. Pero
tampoco les hablé solo desde la Medicina, sino desde la compasión y la humanidad”, ha detallado.
Una médica rompe a llorar frente a su paciente
Tras una dura conversación, Falcón reconoce que “lloraron juntos”.
“Sí, rompí una de mis reglas: nunca llorar frente a los pacientes. Me permití ser humana porque era lo correcto en ese momento. Respondí sus preguntas y escuché sus silencios”, ha afirmado.
Esta experiencia no la hizo sentirse “menos médico” por no poder curar, sino que se notó más profesional por haber tenido la
capacidad de acompañar. “A veces, lo más importante que podemos ofrecer no es un tratamiento, sino n
uestra presencia, claridad y humanidad. Esa paciente me enseñó que, incluso en el final, hay espacio para la dignidad. Y yo, como facultativa y como persona, no salí igual de la habitación”, ha concluido.
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