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Un estudio de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos) revela que el SARS-CoV-2 llegó a Wuhan, China, demasiado rápido como para que sus huéspedes murciélagos lo transportaran allí, un patrón de dispersión consistente con el del SARS-CoV-1, que causó el brote de SARS de 2002.

El ancestro del virus que causa la COVID-19 se originó en el oeste de China o el norte de Laos apenas unos años antes de que la enfermedad apareciera en humanos a una distancia de hasta 2.700 kilómetros, en el centro de China, según este nuevo estudio realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego.

Este tiempo no es suficiente para que el virus en evolución se haya propagado hasta allí mediante la dispersión natural de su huésped principal, el murciélago de herradura. Esto ha llevado a los investigadores a concluir que, en cambio, se trasladó allí con otros animales a través del comercio de fauna silvestre, en consonancia con lo ocurrido durante el brote de SARS en 2002.

Los murciélagos de herradura son los principales hospedadores de los sarbecovirus. Estos virus no dañan a los murciélagos, pero se cree que se propagaron a los humanos mediante eventos de propagación zoonótica. Los sarbecovirus dieron origen a los coronavirus relacionados con el síndrome respiratorio agudo severo, como el SARS-CoV-1, la cepa que causó la pandemia de SARS de 2002-2004, y el SARS-CoV-2, la cepa que provocó la pandemia de COVID-19. Sin embargo, cómo llegaron a los lugares donde ocurrieron estos eventos y si otros animales, además de los murciélagos, estuvieron involucrados, ha sido tema de debate.

Para aclarar estas preguntas, los investigadores analizaron el árbol genealógico de ambas cepas virales utilizando datos de secuencias genómicas disponibles en línea, mapeando su historia evolutiva en Asia antes de su aparición en humanos. Sin embargo, el panorama se vio desdibujado por el hecho de que estos virus de ARN experimentan una gran recombinación dentro de sus huéspedes murciélagos, intercambiando material genético. El estudio se publica en 'Cell'.

"Cuando dos virus diferentes infectan al mismo murciélago, a veces lo que surge de ese murciélago es una amalgama de diferentes fragmentos de ambos virus", argumenta el coautor principal, el doctor Joel Wertheim, profesor de medicina en la División de Enfermedades Infecciosas y Salud Pública Global de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego. "La recombinación dificulta nuestra comprensión de la evolución de estos virus, ya que da lugar a que diferentes partes del genoma tengan historias evolutivas distintas".

Los investigadores evitaron ese problema identificando todas las regiones no recombinantes de los genomas virales y utilizándolas para recrear la historia evolutiva de los virus. De esta forma, el estudio reveló que los sarbecovirus relacionados con el SARS-CoV-1 y el SARS-CoV-2 han circulado por el oeste de China y el sudeste asiático durante milenios. Durante este tiempo, se desplazaron por el paisaje a un ritmo similar al de sus huéspedes, los murciélagos de herradura.

"Los murciélagos de herradura tienen un área de alimentación estimada de alrededor de 2 a 3 km y una capacidad de dispersión similar a la velocidad de difusión que estimamos para los sarbecovirus relacionados con el SARS-CoV-2", detalla el coautor principal Simon Dellicour, jefe del Laboratorio de Epidemiología Espacial de la Universidad Libre de Bruselas.

Por el contrario, el análisis también reveló que los ancestros sarbecovirus más recientes tanto del SARS-CoV-1 como del SARS-CoV-2 abandonaron sus puntos de origen menos de 10 años antes de que se informara por primera vez que infectaban a humanos, a más de mil kilómetros de distancia.

"Demostramos que el SARS-CoV-1 original circulaba en el oeste de China, solo uno o dos años antes de la aparición del SARS en la provincia de Guangdong, en el centro-sur de China, y del SARS-CoV-2 en el oeste de China o el norte de Laos, solo cinco a siete años antes de la aparición de la COVID-19 en Wuhan", apunta el doctor Jonathan E. Pekar, graduado en 2023 del programa de Bioinformática y Biología de Sistemas de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego.

Los investigadores calcularon que, dadas las distancias que el SARS-CoV-1 y el SARS-CoV-2 habrían tenido que recorrer con tanta rapidez, es muy improbable que se dispersaran allí a través de murciélagos. Es mucho más probable que fueran transportados accidentalmente por comerciantes de animales salvajes a través de huéspedes intermediarios.

De hecho, estudios previos han sugerido que el SARS-CoV-1 probablemente se transmitió desde la provincia de Yunnan, en el oeste de China, a la provincia de Guangdong a través de civetas palmeras o perros mapaches infectados, animales comúnmente comercializados por su piel y carne. Sin embargo, el estudio actual proporciona la evidencia más sólida hasta la fecha de que el SARS-CoV-2 llegó a los humanos de forma similar.

Los hallazgos contradicen la idea ampliamente difundida de que el SARS-CoV-1 surgió de forma natural, pero el SARS-CoV2 fue el resultado de una fuga de laboratorio. "Al inicio de la pandemia de COVID-19, existía la preocupación de que la distancia entre Wuhan y el reservorio del virus de los murciélagos fuera demasiado grande para un origen zoonótico", detalla Wertheim. "Este estudio demuestra que no es inusual y, de hecho, es extremadamente similar a la aparición del SARS-CoV-1 en 2002".

Los eventos de propagación zoonótica están en aumento en todo el mundo debido al incremento de las interacciones entre humanos y animales a través del comercio de fauna silvestre, así como a la urbanización y la destrucción del hábitat. Los investigadores creen que, al continuar el muestreo de poblaciones de murciélagos silvestres para detectar sarbecovirus, podría ser posible descubrir el origen de la próxima pandemia de coronavirus. Además, comprender la historia evolutiva de estos virus y otros patógenos puede ayudarnos a prepararnos y controlar futuros brotes de enfermedades.
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