Elena Aguilar, responsable de la investigación.
En un contexto donde esta afección sigue siendo subdiagnosticada,
Elena Aguilar Aguilar, coordinadora de titulación y profesora del Grado de Nutrición Humana y Dietética de la
Universidad Europea de Madrid, subraya la necesidad de adoptar un
enfoque integral que combine la atención médica tradicional con intervenciones nutricionales y psicológicas.
La inflamación es una
respuesta inmunitaria esencial para la reparación y defensa del organismo, pero puede transformarse en un riesgo para la salud cuando se mantiene en el tiempo, dando lugar a la i
nflamación sistémica de bajo grado (IBG) que se relaciona con un riesgo mayor de desarrollar múltiples complicaciones de salud, como las cardiovasculares o metabólicas.
En este sentido, “aunque la dieta antiinflamatoria, basada en principios similares a la dieta mediterránea, emerge como una herramienta útil para prevenir la IBG, no es una solución milagrosa”, advierte Elena Aguilar. La efectividad de la dieta “se maximiza dentro de un estilo de vida saludable que abarque el
control del estrés, la actividad física regular, una correcta higiene del sueño, la evitación de contaminantes ambientales y hábitos tóxicos, una buena salud bucodental y el mantenimiento de un peso saludable”, añade.
“La IBG puede afectar el eje hipotálamo-hipófisis-ovario, desencadenando
alteraciones en la ovulación, la duración del ciclo
menstrual, el equilibrio hormonal y la intensidad de los síntomas premenstruales. Por ello, es fundamental reducir los factores
que contribuyen a la inflamación”, explica la experta de la Universidad Europea.
La
investigación aún es limitada, a pesar de que casi la mitad de la población mundial es femenina y experimenta la menstruación. Para muchas mujeres que sufren
trastornos menstruales, “una alimentación adecuada puede ser clave para mejorar su calidad de vida”, añade. La profesora del Grado de Nutrición Humana y Dietética de la Universidad Europea recomienda “
planes dietoterapéuticos personalizados, adaptados a las necesidades específicas de cada paciente y al agente desencadenante de sus síntomas”.
En casos de
dismenorrea (dolor durante la menstruación), “se recomienda una dieta con predominio de
alimentos de origen vegetal, como frutas y verduras, y una buena hidratación, limitando las grasas saturadas y trans, los hidratos de carbono refinados, la sal, la cafeína y el alcohol”. Mientras que, para la
endometriosis, se propone “una
alimentación equilibrada con productos vegetales, lácteos, calcio, vitamina D y omega 3, reduciendo grasas, carnes rojas y alcohol”. En el
síndrome premenstrual, cuya sintomatología es muy diversa, “pueden ser recomendables
alimentos diuréticos, ricos en potasio, calcio, vitamina D y magnesio, y se desaconsejan los ultraprocesados y las bebidas estimulantes”, detalla Elena Aguilar.
Además de los síntomas físicos, tiene un impacto significativo en la
salud mental de los pacientes. La IBG se ha relacionado con
trastornos depresivos y ansiedad, por lo que “seguir una dieta antiinflamatoria podría influir positivamente en el estado emocional y el bienestar mental, especialmente relevante durante el ciclo menstrual en las mujeres que presentan síndrome premenstrual o, en los casos más severos, trastorno disfórico premenstrual, un trastorno psiquiátrico temporal e incapacitante”, apostilla.
Investigación en salud hormonal para mejorar la calidad de vida
El grupo de investigación NutriOmics360 de la UEM tiene una línea de investigación orientada hacia
la salud hormonal y la mujer, con el objetivo de ayudar a lograr evidencia científica que ayude a mejorar la calidad de vida de este colectivo. La investigación continua en este campo es esencial para comprender mejor el impacto de la alimentación en la salud menstrual y desarrollar estrategias más efectivas y personalizadas.
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