Una guía aconseja a los profesionales sobre qué pautas hay que seguir ante personas con problemas de salud mental

Cinco claves para la atención a personas con comportamientos violentos
El objetivo final es reducir el impacto emocional para todos.


28 jul. 2017 14:30H
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POR REDACCIÓN
El Instituto Nacional de la Excelencia para la Salud y la Atención del Reino Unido ha publicado una guía para profesionales sanitarios con cinco puntos de actuación ante los comportamientos violentos y agresivos en personas con problemas de salud mental.

En primer lugar, es fundamental identificar disparadores y señales de advertencia. Para ello, hay que asegurarse de que las personas que han sido violentas en alguna ocasión estén en contacto con los servicios de salud mental y que se activen protocolos de actuación ante señales de alerta temprana, para así poder prevenir dichos comportamientos. Se les ayuda a que ellos mismos traten de identificar las variables que influyeron en situaciones anteriores y que reconozcan los primeros
de que están a punto de estallar.

En segundo lugar, los servicios de salud mental tienen que ayudar a las personas que han sido violentos o agresivos a identificar las estrategias que les han ayudado en otras ocasiones a disminuir la agresividad (como hablar con alguien o tomar un medicamento), ya que esto aumenta las probabilidades de que la desescalada de la violencia sea efectiva y no hagan falta otro tipo de medidas restrictivas. Si se agrava, se debe seguir intentando que la escalada de la violencia pare mediante las estrategias identificadas.

El tercer punto considera primordial la monitorización de las constantes físicas durante y después de la restricción manual, para la seguridad de la persona. Las intervenciones solo se deben utilizar si se han producido fracasos en otras estrategias preventivas. No se debe utilizar más tiempo del necesario y es fundamental seguir intentando otras vías de relajación.

En cuarto lugar se insta a una tranquilización rápida, que busca disminuir de forma rápida el estado de nerviosismo y consiste en el uso de fármacos para calmar o sedar ligeramente al paciente agitado y así reducir el riesgo de que se lesione a sí mismo o a otros. Esta intervención puede tener importantes efectos secundarios, por lo que deben estar monitorizados, por lo menos cada hora, para controlar los signos vitales, el nivel de hidratación y el de conciencia después de la actuación.

Por último, y después de que una persona con un problema de salud mental haya tenido que ser sometida a restricción, tranquilización rápida o reclusión, el servicio debe iniciar una evaluación completa de lo sucedido y emitir un informe. Es más probable que este tipo de intervenciones restrictivas se lleven a cabo en ambientes hospitalarios. Llevar a cabo una evaluación posterior al incidente ayuda a proteger a los usuarios y al personal del servicio, así como a reducir el impacto emocional para todos.
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