Sagrario Mayoralas habla de los aspectos que han marcado su trayectoria como neumóloga y gestora

Sagrario Mayoralas, enamorada de la Neumología y la estructura de gestión sanitaria de su hospital
Sagrario Mayoralas


26 feb. 2023 15:30H
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A Sagrario Mayoralas la vocación le vino antes incluso de que aprendiera a montar en bici con apenas unos años de edad. Desde entonces, el mundo sanitario ha estado muy presente en la vida de esta neumóloga, tanto en lo profesional como en lo personal. Antes de llegar a la treintena, esta facultativa ya había sido jefa de servicio de su especialidad en el Hospital de Móstoles. Años más tarde, y con sus pacientes presentes en su día a día como médica, Sagrario se convertía en presidenta de Neumomadrid.

En total, dos décadas de aprendizajes y logros en los que ha aportado la bata como médico en la parte asistencial, como profesora de universidad, en el área formativa y como gerente en el ámbito directivo, moviéndose tanto en la sanidad privada como en la pública. Actualmente Sagrario es directora médica y gerente del Hospital Quirónsalud San José de Madrid, desde donde realizaba esta entrevista para el pódcast 'Líderes Sanitarias'. 
 
¿Cómo fue ese momento en el que dice "Papá, mamá, quiero ser médica"?
 
Realmente siempre he querido ser médico, desde que tengo uso de razón y así me lo dicen mis padres. Un primo de mi abuela en el pueblo -en un pueblo de Ciudad Real, en Herencia- era  médico de Familia. Y siendo muy muy pequeñita, con dos años fuimos a visitarlo y me dejó entrar a la consulta y estuve con él. Y yo creo que ese fue el momento donde tuve clarísimo que no quería hacer otra cosa. Entonces, desde chiquitita, me pasaba allí el día. En cuanto íbamos al pueblo de vacaciones, ahí estaba con mi tío Valerio. Entonces yo creo que quien me condicionó esa visión de la Medicina tan de servicio, tan de ayudar, fue un médico de pueblo. Era muy divertido porque yo era muy pequeña. Tengo recuerdos, muy de retazos del principio. Era muy divertido porque era tener una niña muy chiquitita, que hablaba mucho, como ahora, que se sentaba encima de la mesa y él hablaba con sus pacientes. Mi abuelo, trabajaba en el Ayuntamiento y me conocía todo el mundo por ser la 'nieta de'. Yo lo recuerdo con un profundo cariño, sobre todo la relación entre el médico y el paciente. Una relación que a mí me marcó mi manera también de hacer Medicina. Él me decía que a las personas se las conoce en la enfermedad, que es cuando mejor conoces a alguien y cuando más le puedes ayudar.
 
Con lo cual sí que fue una buena noticia...
 
Claro, cuando a partir de los 14,15 años -que empiezas a tomar decisiones reales en cuanto al circuito que vas a tomar de estudios-, yo dije que quería ser médico y mi padre pensó que fue la mejor decisión de mi vida.
 
Entra, por tanto, en la Facultad de Medicina, ¿cómo fue esa etapa universitaria?
 
Muy divertida. La carrera de Medicina es muy dura. Yo estudié en la Universidad Autónoma y es realmente dura en cuanto al esfuerzo que hay que implementar, pero es una etapa muy bonita porque te haces mayor. Yo estudié en un colegio hasta que termine COU. Era un colegio concertado, entonces tenías muchísimo control. Llegar a la facultad supone tener muchísima libertad y conocer a muchísima gente con diferentes intereses, diferentes formas de ver el mundo. A mí la universidad me abrió al conocimiento tanto de la Medicina, que era para lo que iba, como al conocimiento personal. Aprendí muchísimas cosas, incluso de mí, que no sabía. Pasaron muchas cosas a lo largo de la etapa universitaria y tuve un accidente de tráfico. Tuve una doble fractura vertebral. Fue un accidente muy aparatoso y estuve con un corsé de escayola todo el curso. Lo que me marcó es que pasé a estar al otro lado de la cama, de la mesa. Entendí la enfermedad con todas las limitaciones que implica. No era nada grave, pero a mí me limitaba mucho. Pero es cierto que, afortunadamente, tanto a través de la estructura de la universidad como de mis amigos, como mi abuelo que se encargaba de llevarme y traerme cada día para que pudiera ir a clase, pude tener cobertura y lo pude sacar adelante. Pero por primera vez entendí lo que es depender de todo el mundo para poder hacer algo. Eso es algo que necesitas entender cuando tratas con pacientes, porque una cosa es dar recomendaciones, decir lo que es lo mejor o lo que tú crees que es lo mejor y otra cosa es hasta dónde va a poder llegar el paciente y cómo lo percibe, cuál es su propia realidad. Estaba en segundo de carrera y realmente marcó mi manera de entender la Medicina.
 
¿Tenía ya claro que quería especializarse Neumología?
 
La vida te coloca donde tienes que estar. Yo empecé la carrera para ser traumatóloga. Soy muy futbolera. Me encanta el fútbol desde niña. He estado yendo a ver al Madrid. Soy muy madridista y quería hacer Traumología para dedicarme al deporte. Pero en tercero de carrera, que empezamos a movernos por el hospital, acabé en el Servicio de Neumología y me integraron como si fuera una persona más del servicio. Trabajé con diferentes compañeros y con el doctor Villasante en la consulta de asma, en la consulta de sueño. Presenté un proyecto precioso de calidad de vida en los pacientes. Luego estuve en la planta de hospitalización con la doctora Ortega, el doctor Díaz Lobato...Estaba sólo en tercero de carrera pero fui una más y me enamoré de los pacientes respiratorios. Un paciente crónico donde hay mucho sufrimiento y donde pequeñas cosas les pueden cambiar mucho la vida. No resolvérselas pero sí ayudar a pacientes a los que no se les tiene mucho en cuenta en muchos sitios. El sufrimiento de no poder respirar, de ver cómo te vas apagando. Y como ellos te van contando y te ponen en esa situación, que al final es un reflejo de lo que nos va pasando a lo largo de la vida. Para mí han sido unas enseñanzas que no cambiaría con nada. Lo que yo he vivido con ellos no lo cambiaría. Me gustó tanto que desde ese momento yo ya sabía que iba a hacer 'Neumo'. Costó trabajo que lo entendiera la gente de alrededor porque no tenía, según decían, demasiadas salidas. Pero al final decidí que siempre había hecho por desarrollar lo que me gusta y si luego había que cambiar, pues ya plantearíamos otra cosa. Y desde ese momento, yo tenía claro que no quería hacer otra cosa que no fuera Neumología. Cuando alguien me pregunta "¿Qué haces?", siempre digo que soy neumóloga. Puedo estar en un sitio o en otro haciendo un tipo de actividad u otra, pero lo que yo soy es médico, neumóloga. Para mí es mi esencia, es mi profesión. Y siempre que puedo valorar a un paciente o ayudarle de manera directa, ahí estoy porque me gusta. Me gusta el cuerpo a cuerpo con los pacientes.


"Lo que me marcó es que pasé a estar al otro lado de la cama, de la mesa. Entendí la enfermedad con todas las limitaciones que implica"


 
Terminas la residencia y ese primer paso en tu carrera lo das en el Hospital de Móstoles, donde te conviertes en jefa de Servicio en 2004 y cuatro años más tarde, en 2008, en subdirectora de este centro. ¿Cómo viviste este proceso, teniendo en cuenta que era, digamos, el inicio de tu trayectoria profesional?
 
Sí, el mundo está lleno de casualidades, esto es una realidad. Yo fui muy joven jefa de Sección, porque en Móstoles lo que hay es una Sección de Neumología, simplemente porque la persona que estaba responsable, se marcho a Inglaterra. Entonces éramos un grupo de neumólogos y mis compañeros me propusieron que asumiera la jefatura porque se me da bien organizar. Eso es verdad. Tengo una mente muy de orden, de organización, de proyectos desde pequeña. A través de la jefatura de Servicio tienes mucha más relación con las direcciones de los centros. La jefa de Servicio de Admisión, la doctora Granados, con la que tenía relación a diario con la gestión de las camas -los pacientes que no nos caben en ningún sitio en el invierno-, saltó a la dirección y,  cuando pudo, me propuso para trabajar con ella. Y fue el inicio del acceso a lo que es el mundo de la gestión, fue la que me enseñó que eso también había que aprenderlo, que yo puedo seguir siendo médico y ayudando a los pacientes aunque no esté en el ejercicio directo, porque al principio me costó mucho. Separarme de mis pacientes, de lo que te dan, porque es energía en vena lo que te dan los pacientes en su feedback. Eso lo pierdes un poco cuando saltas a la gestión, pero también aprendes que puedes cambiar tantas y tantas cosas que les mejoran la vida también a esos mismo pacientes... Es un equilibrio que me costó pero di el paso.
 
Por tanto, la desventaja era perder un poquito ese contacto con los pacientes...
 
Sí, de hecho yo creo que ese fue uno de los motivos por los que yo di el salto de la gestión pública a la gestión privada. En aquel momento yo me fui a la subdirección también de Hospital Moncloa, porque me permitían hacer asistencia y podía combinar las dos cosas. Tengo la firme creencia de que, si un médico quiere y puede, debería hacer asistencia junto con la gestión, porque te mantiene muy conectada a los problemas del día a día y te da mucha información y ayuda. Te enriquece. Es verdad que a veces no se puede por volumen de trabajo, por estructura. Yo hacía de neumóloga en el hospital y de su directora médica en el en el hospital, en el mismo sitio.
 
Y además de esa capacidad de dar asistencia a los pacientes que le brindaba, ¿qué otros aprendizajes se lleva del sector privado?
 
Lo que descubrí son los procedimientos de calidad asistencial, que es verdad que en la pública existen, pero en otro formato. Aquí la calidad como experiencia de mejora es algo que me enseñó un montón de cosas que yo desconocía. Conocía la ISO solo cuando llegué a la sanidad privada y empezamos a hablar de procedimientos como EFQM, que es otra cosa completamente diferente, más adecuada al mundo sanitario que la ISO, que es más para el mundo industrial. Lo que aprendí ahí es a eso precisamente, a como el cambio de la estructura de los procesos, más allá del propio acto médico, del acto clínico, del acto de Enfermería, condiciona el servicio y la calidad, y la seguridad del paciente. A mí aquello me marcó, porque empiezas a ver las cosas en modo proceso, no en modo acto, porque tienes que mirarlo todo. No vale solo mirar cuando yo veo al paciente en la consulta, qué es lo que yo miraba entre comillas. Lo teníamos demasiado segmentado. El momento que te metes en el proceso de calidad, te metes en el proceso de ver las cosas desde el inicio hasta el final. Y una cosa básica: me enseñó a tolerar el error como método de aprendizaje. Yo creo que nuestra carrera es muy dura y el error se penaliza de manera brutal, por lo cual al final ese nivel de exigencia lo acabamos trasladando a todo lo que hacemos en la vida y el error se convierte en algo malo. Cuando tú estás en el círculo de la calidad, los errores se convierten en algo que te enseña y que tienes que intentar evitar, pero que te enseñan cosas. A mí esa visión me la dio Carlos Zarco.
 
Llega 2015 y se convierte en presidenta de Neumomadrid. ¿Cómo vivió esa etapa en el cargo?
 
Yo ya venía de participar en las diferentes sociedades, en diferentes grupos de trabajo tanto en la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) como en la Sociedad Madrileña de Cirugía Torácica (Neumomadrid) y, no sé por qué, me metí en ese follón. Me gusta Neumomadrid, siempre he estado muy implicada con ellos, pero la realidad es que es una carga por encima de todo lo que haces. Es decir, ser presidente de una sociedad científica, un cargo no remunerado y súper exigente implica dejar muchas otras cosas en el camino. Yo cuando veo ahora a los compañeros y oyes las críticas, pienso que no se reconoce el trabajo de estas personas. Además, de manera completamente altruista. Y el trabajo es enorme. No solo el del presidente sino el de todos los miembros de la junta directiva. Se trabaja mucho, pero fue muy divertido. Viví una época de cambio. Estaba cambiando la manera de enfocar las cosas, la manera de relacionarse con la industria. En esa etapa aprendí a manejar, a tratar con proveedores. A mí me enseñó mucho de gestión. Llevas cuentas, hay dinero en la gestión de los congresos, luego tienes que hacer las inversiones en la formación... Es decir, hay muchos palillos a tocar que dependen de ti y de tu junta directiva. Además coincidí con gente como Fernando Torralba, el otro neumólogo que me enseñó muchas cosas más allá de lo que es el conocimiento, si no, ese estilo personal. Realmente es de gente de la que se aprende.
 
¿Qué cosas cree que ha dejado por el camino?
 
He dejado por el camino a veces darle tiempo -tiempo no de calidad, pero sí en cantidad- a mi hijo. He dejado por el camino darle tiempo a mis padres porque al final tienes muchas horas de trabajo y la gente necesita el tiempo cuando lo necesita, no cuando tú lo tienes. Y eso es un error de concepto. Por ejemplo mi hijo siempre me decía "¿por qué eres la única mamá que no me recoge en el colegio?" Y yo le decía, "Porque no puedo".  Y no pasa nada pero son cosas que te las dejas por el camino. O sea, no está ni bien ni mal, simplemente pasan y siguen en ese sentido. Luego también te dejas por el camino la posibilidad de hacer cosas diferentes porque estás tan metido en lo que es la Medicina que te dejas sin hacer otras que probablemente podrías haber desarrollado. ¿Está mal? No, es una elección. En la vida tomamos decisiones, decimos y yo no me arrepiento de ninguna. Creo que elegí bien.


"El proceso de calidad me enseñó a tolerar el error como método de aprendizaje"


 
 Y quedaba un escalón más. En 2019 llegaba a directora del Hospital Quirónsalud San José de Madrid. ¿Qué retos presenta dirigir un centro como este?
 
Retos todos. El principal, adecuarme al modo de trabajo de una empresa como Quirónsalud, que era completamente diferente a lo que yo había vivido antes. Venía previamente de una multinacional de gases medicinales, con lo cual lo de la multinacional lo tenía un poco integrado. Pero cuando llegué a Quirónsalud hay una estructura con la que tienes que aprender a trabajar. Una estructura territorial, una estructura corporativa, es decir, tienes muchos juegos de influencias que tienes que aprender y saber cómo se trabajan respecto a lo que son los homólogos. Y luego, es cierto, que el principal reto para mí en este sitio, más allá de hacerme cargo de la dirección médica, es hacerme cargo de la gerencia, porque al final hago las dos cosas, que es algo en lo que yo no tenía experiencia. Conoces cosas de la gestión, pero no tenía la experiencia directa de haber hecho labores de gerente en otro sitio. La verdad es que ha ido todo cayendo. Poquito a poco vas aprendiendo y he tenido siempre el soporte, en este caso de mi directora territorial, que es Lucía Alonso, que siempre ha estado ahí para enseñarme como ella considera que hay que ir haciendo las cosas. Con estilos directivos diferentes, pero claramente a mí me ha servido mucho tenerla de referencia en todo este lío en el que me metía de un día para otro.
 
¿Y qué es para usted lo más satisfactorio de esta aventura en la que se embarcó?
 
Cuando consigues cambiar algo y la gente está contenta. No vale con cambiar las cosas. Hay que conseguir cambiar las cosas teniendo contentos a diferentes agentes. Es decir, yo necesito que mi personal esté contento, mis médicos, que son proveedores externos, estén contentos y dar la mejor atención posible al paciente que es mi cliente. Entonces, cuando consigues hacer algún cambio en algún proyecto con alguna cosa donde todo se equilibra -porque a veces es como un dominó, empieza a caer, a caer, a caer y se resuelve- es muy satisfactorio porque ves como todo el mundo está mejor que antes. Esa sensación de ser el catalizador, que al final es lo que eres para que los proyectos salgan adelante, es es muy agradable porque te permite tener la idea de un trabajo bien hecho.
 
Otro reto al que tuvo que enfrentarte, también con mayúsculas, fue la pandemia. ¿Cómo se vive la gestión de una crisis de tal magnitud desde la gerencia de un hospital?
 
Para nosotros el reto fue el volumen. Somos un hospital muy pequeñito, un hospital materno-infantil, que tenía un volumen de trabajo para el que estábamos ajustados. Con la pandemia lo que hicimos fue ajustarlo para dar servicio a las parturientas, a las pacientes embarazadas en un entorno 'no covid'. Por lo cual, aunque hubo que desdoblar todos los circuitos, el objetivo siempre era mantener el hospital lo más libre de covid posible para que a las pacientes embarazadas y a sus hijos les pudiéramos dar ese servicio en un entorno protegido. Recibimos pacientes de todos sitios, tanto de la pública como de la privada. Ayudamos en lo que pudimos y la verdad es que nunca había tomado tantas decisiones tan rápido en mi vida. Inicialmente el vértigo es brutal porque empiezas a tomar decisiones y no sabes dónde vas. Trabajas con incertidumbre todos los días, pero es cierto que también te acostumbras a tolerar mejor etsa incertidumbre. Con lo cual la pandemia es una enseñanza brutal a nivel de gestión, porque nos enseña que a veces tenemos que trabajar sin tener todos los datos. Y luego también aprendí una cosa: que tengo el mejor equipo del mundo. No podría haber hecho nada si no hubiera sido por la implicación de mi equipo directo, pero también de mis profesionales y mi personal que se adaptó, que se ajustó, que estuvo dispuesto a estar ahí sin esperar nada. Es decir, los profesionales sanitarios estuvieron a la altura, sin ninguna duda.
 
Sagrario, ¿crees que todavía hay quien se sorprende al ver el cartel de gerente y que aparezca el nombre y apellido de una mujer?
 
Sí, claro que sí. Lo que pasa es que hay que gestionar también esas situaciones. No pasa nada. Se ha sorprendido alguien, se explica, se aclara y ya está. Trabajo en un entorno con profesionales de mucha edad. O sea, yo tengo médicos que han vivido otra cosa. Entonces se sorprenden. Eso no significa ni que te traten mal ni que te hagan de menos, pero sí se sorprenden. 
 
¿Considera que el desempeño de puestos de responsabilidad en el mundo de la sanidad por parte de mujeres es una meta cercana o todavía queda mucho por hacer?
 
Queda, pero estamos más cerca que ayer. El mundo no se cambia en un día. A veces, cuando oigo algunos discursos, me sorprendo mucho porque creo que el mundo se cambia haciendo. Y a veces no es sólo decir, decir, decir, sino que hay que hacer. Por ejemplo, a mis compañeras, que algunas veces vienen y te dicen "He tenido una situación incómoda", yo siempre digo "Dilo". Porque el problema es no decirlo. Pero no lo digas en una queja. Habla con la persona que te hace sentir incómoda y díselo: "No me estás tratando de forma adecuada. Tu conversación me hace sentir incómodo". Yo creo que eso es lo que tenemos que hacer como mujeres, porque así respetarán nuestro criterio y nuestras decisiones. Tenemos que hablar, pero hablar en el cuerpo a cuerpo, no en discursos magníficos donde todo el mundo dice lo que el otro quiere oír. A mí eso no me sirve. Hay que trabajar, somos hormiguitas las mujeres. En mi equipo directivo tengo hombres y mujeres, todo el mundo trabaja fenomenal y cada uno aporta cosas diferentes, porque yo sí creo en el liderazgo diferencial. No se lidera igual siendo un hombre que una mujer, porque no tenemos la misma manera de hacer las cosas y eso no es un problema, simplemente hay que aprovechar lo mejor de cada uno. La mayoría de la gente en el momento que lo dices, lo reconoce y lo retoma y lo reconduce, porque muchas de las cosas son un poco automatismos que se cambian haciéndolos conscientes. Si solo me enfado y no digo nada y no lo resuelvo, pues el otro tampoco sabe que ha hecho mal. Explícalo si no pasa nada.

En tu caso personal, ¿has encontrado algún obstáculo en tu carrera, en tu desarrollo, por el hecho de ser mujer?
 
He tenido obstáculos como a tiene todo el mundo en su trayectoria profesional, pero yo no diría que han sido por ser mujer, única y exclusivamente. Sí que es cierto -eso lo contamos mucho las médicos- que tú entras a una cita de un paciente, atiendes a alguien y te dice "¿Y el médico cuándo viene?". Eso pasa. Son situaciones que hay que aprender a manejar. "Pues yo soy la doctora, soy yo". O "¿Puedes llamar a tu jefe?". "No, es que yo soy el jefe". Entiendo que eso le pasa a las mujeres y le pasa a la gente joven. Casi he tenido más problemas por llegar a determinados puestos demasiado pronto que por ser mujer. No voy a negar que hay limitaciones y que hay que trabajar y que tenemos que mejorar. Eso es obvio, lo sabemos todos. Yo lo que digo es que tenemos que trabajar en eso en positivo, es decir, no en la queja de lo que está pasando, ni lo que ha pasado, ni lo que pasó hace 30 años, ni cómo era hace 200. No, soy más de analizar este problema, esta situación por el mero hecho de ser mujer e intentar corregirla, buscar aliados. Porque ahora tienes aliados en muchísimos sitios y muchos de ellos son hombres. Yo siempre creo que hay que trabajar en positivo en el avance y en que te reconozcan, independientemente de que seas un hombre o una mujer.
 
Con respecto a esto, ¿siente que en algún momento de tu trayectoria se te ha exigido más por cuestión de género?
 
Yo creo que me he exigido más o he querido demostrar más. No que me hayan exigido más por ser mujer. Muchas veces no es lo que el otro probablemente estaba esperando, pero yo sí me he sentido en la necesidad de hacerlo. Ahora cada vez pasa menos, pero hace años sí que lo vi. Ahora, con la perspectiva de la edad, que la edad matiza muchas cosas, sí que creo que muchas de esas cosas me las imponía a mí misma. Es verdad que el mundo de la sanidad es un mundo bastante femenino, aunque en genérico. También es cierto que la mayoría de los jefes de Servicio siguen siendo hombres. Lo que pasa es que las prioridades que nos ponemos cada persona en nuestra vida, muchas veces dependen del sexo y muchas veces no, es decir, hay gente que lo sacrifica todo por su carrera profesional y puede ser un hombre o una mujer. Es gente que está dispuesta a sacrificar menos de su vida por esa carrera profesional. Tradicionalmente ha sido el hombre el que lo hacía y ahora yo creo que las generaciones actuales tienen la oportunidad de hacerlo. En cualquiera de los casos, se trada de una decisión personal. A mí nadie me ha obligado nunca, y menos por el hecho de ser mujer, a sacrificar algo que no he querido. Lo que sí he sido es consciente y realista con las decisiones que tomaba y lo que iban a implicar.


"Como mujeres, tenemos que hablar en el cuerpo a cuerpo porque así respetarán nuestro criterio y nuestras decisiones"


 
Teniendo muy presentes esas prioridades, esas decisiones de las que hablaba que no tienen que ver con el género, ¿piensa que es posible acabar con el 'techo de cristal' en la sanidad?
 
Es una cuestión de tiempo. Es decir, si venimos mejorando y haciendo cambios tan sustanciales en la sociedad como por ejemplo, que en un comentario machista sea el chaval de 15 años el que le diga a alguien "Eres un viejo. ¿Cómo se te ocurre decir eso?" Yo lo he vivido con los amigos de mi hijo. Es decir, sí, ya estamos en ese punto, las generaciones van a ir desplazando las conductas, pero no podemos pretender que se cambie todo de un día para otro, porque no es posible, porque no pasa nada en ningún proyecto. Los cambios culturales, las transformaciones, requieren tiempos. Lo que hay que seguir es trabajando y poniendo encima de la mesa lo que consideramos que es adecuado y lo que no. Yo espero que, con el recambio generacional de jefes de Servicio, pues haya muchas más mujeres.
 
¿Has visto ese cambio desde la pizarra como profesora de Medicina?
 
Vamos, es donde mejor se ve. Ves el trato que hay ahora mismo entre chicos y chicas y las conversaciones y no tiene nada que ver con lo que podría haber vivido en la universidad, cuando yo estudié. Y ya estábamos muy avanzados. Pero sí que hay un cambio significativo, sobre todo, en los niños chicos. Para un niño pequeño lo natural es la igualdad, no la desigualdad. Cuando tú ves eso, dices lo hemos hecho bien.
 
¿Cómo es un día cualquiera en la vida de Sagrario?
 
Yo reconozco que seguiré en el puesto de trabajo mientras me divierta. Para mí es esencial divertirme. Entonces hay mucha parte de reunión, tiempo para pensar... Porque necesitas parar. Porque en un hospital todo el rato está pasando algo y siempre hay incidentes y si no es una cosa, es otra, y sino la de más allá. Al final, es intentar resolver los problemas de la urgencia, del incendio, manteniendo un poco el foco desde arriba para conseguir que los proyectos vayan avanzando. Porque las transformaciones también en los centros hospitalarios son complicadas. Un hospital es un sitio donde todo el rato hay incidencias. Por eso es muy divertido, porque todos los días son diferentes.
 
¿Y en la parte personal?

Estoy casada y tengo un hijo. Mi marido tiene dos hijos de un matrimonio previo y ahora tenemos nietos. Entonces yo en lo personal soy súper feliz. Mi vida cambió al conocer a mi marido porque cambió mi manera de enfocar las cosas. Yo era una persona bastante rígida, donde las cosas estaban o bien o mal, no había cosas en el intermedio. Él ha estado a mi lado apoyándome siempre en todo y contándome su manera de ver el mundo en todo. Es una persona muchísimo más pausada que yo y a veces voy excesivamente rápido. Me ayuda muchísimo en la manera de enfocar mi vida. Nos conocimos cuando yo era residente de último año y él era adjunto del Servicio. Y desde entonces estamos juntos. Son muchos, muchos años. Siempre digo que es lo mejor que me ha pasado. Ser buena persona es algo que te da mucho de vuelta y él me ha ayudado a ser mejor persona, mejor profesional, mejor madre, probablemente. Es la mejor decisión de mi vida el tener un hijo. Tengo mucha suerte. Tengo un niño maravilloso que es muy adulto a pesar de la edad que tiene y que me da muchísimas alegrías. Ahora estamos en esa época adolescente, pero he de reconocer que es muy divertida porque al final es donde al final tú puedes saber si dejas alguna huella o no en una persona, en un adolescente que siempre está a la contra.
 
Y teniendo en cuenta lo presente que ha estado la Medicina en su vida, ¿es posible que siga los mismos pasos que sus padres?
 
Yo creo que sí. A ver, él tiene 15 años y tiene dos opciones vitales en este momento: quiere ser médico y quiere ser pianista. Imagino que tirará por donde el desarrollo le lleve y por donde él vea. Es un niño muy maduro, muy sensato. Probablemente por ese exceso de raciocinio que es obviamente heredado de esa hiperresponsabilidad que a veces inculcas a tus hijos aunque hubieras preferido que no la aprendieran. Creo que al final acabará haciendo Medicina y seguirá con el piano en manera paralela. Su hermana mayor también es médico. Claro, al final, quieras o no, aunque es una carrera dura, también es verdad que yo no elegiría otra cosa.
 
Vamos a imaginar que finalmente escoge ese camino. Decide ser médico. ¿Qué diferencias fundamentales imagina que va a encontrar en el sistema con respecto al mundo que encontrró usted al elegir profesión?
 
Creo que ha cambiado mucho la relación médico-enfermo. Mucho. La tecnología es una maravilla, pero deshumaniza las relaciones. Y la gente joven que es súper tecnológica, prioriza muchas veces la tecnología frente al trato, frente a la relación médico-paciente. Eso hace que mientras todo va bien sea muy fácil. Pero cuando las cosas no van bien, son muy difíciles. Lo que tú construyes con un paciente hace que el manejo de las situaciones sea diferente. Si la relación realmente es de confianza mutua, simplemente es hacer pruebas y darle solución a sus problemas. La relación entre médico-paciente tiene un componente de humanismo brutal que no podemos perder, porque eso es lo que marca la diferencia. Vendrá la Inteligencia Artificial, los mejores robots...y nos ayudarán a ser mejores médicos, porque tendremos el tiempo de darle al paciente lo que no le puede dar la tecnología. Espero que seamos capaces de reconducir ese cambio tecnológico y volver a nuestro profesionalismo médico, donde lo más importante es la relación médico-paciente. También es cierto que los cambios genéticos y la Medicina personalizada lo va a cambiar todo.
 
Cuéntenos uno de los momentos que más le haya marcado...
 
Cuando yo empecé a trabajar aquí, llegué un día y había una cesta de flores gigantes con un dibujo de un ángel. Abro la tarjeta y ponía "Para mi ángel. Buena suerte en tu nuevo trabajo". Me la envió un paciente muy joven al que yo recibí un día en la consulta y después de dar un montón de tumbos, le diagnostiqué de un déficit de Alfa uno, que es un enfisema pulmonar de origen genético. Lo metí en un programa de trasplante y le cambió la vida. Entonces siempre me dice en la relación personal que soy su ángel. Pero es cierto que cuando cambié de trabajo le perdí la pista porque ya no estaba haciendo asistencia privada y dejé de hacerle las revisiones. Entonces para mí, que supiera donde yo empezaba a trabajar, que lo pusiera de manifiesto y que siguiera diciéndome lo que sentía... Eso es para mí la Medicina. Eso que te da un paciente no te lo da nada, nada. No hay nada en el mundo que sea equiparable a esa sensación.


"Hay que escuchar al paciente. No todo el mundo quiere morir de la misma manera. Creo que a veces no dejamos a la gente morir como le gustaría"


 
¿Y cuál siente que ha sido el momento más duro?
 
Mi tío murió muy joven. Yo estaba estudiando Medicina y le diagnosticaron un cáncer de esófago. Fue muy duro porque era una relación muy especial. Él no tenía hijos. Fue muy duro por cómo lo vivió el resto de la familia y el equipo médico. No quería hacerse nada y pasó dos veces por el quirófano. No quería quimioterapia y le tenían ingresado como un paciente. Sabía que se moría y no podía hablar de ello porque nadie quería hablar de que era posible esa posibilidad. Yo sí lo hablaba con él. Para mí ha sido el momento más duro, el tener que hablar con un compañero, decirle "Te estás equivocando porque no le estás oyendo. O sea, sabe que se muere y no quiere morirse en el hospital". A mí eso sí que me ayudó luego en el manejo de enfermedades neuromusculares, a aprender que no vale lo que yo quiero, todo lo que puedo hacer por ti, sino lo que tú quieres hacer y dónde quieres estar. A mí me lo enseñó mi tío. La última imagen que tengo es de dos días antes de que muriese. Nos fuimos del hospital sin pedir permiso al bar de enfrente a comernos unas gambas a la plancha. Que no podía comer porque no podía tragar, pero solo las chupaba y decía "Mi último plato de gambas". Eso me marcó en ese sentido, porque lo viví con él. Cómo se puede afrontar la muerte de una manera mucho más realista. Hay que escuchar al paciente. No todo el mundo quiere morir de la misma manera. Yo creo que a veces no dejamos a la gente morir como le gustaría. Hay que ayudar a vivir y hay que ayudar a morir.


 
Y después de todos estos años ejerciendo como profesional, ¿qué cree que le queda pendiente?
 
Todos tenemos la responsabilidad de cambiar las cosas y cada vez que te colocan en un sitio tienes la responsabilidad de cambiar las cosas donde estás, de mejorar lo poquito que puedas. Hay un otro compañero que siempre hablaba de la 'teoría de los papeles en el suelo'. Lo recuerdo mucho cuando digo "Esto que voy a hacer, no aporta nada o aporta muy poco". Y él siempre me decía: "En una habitación llena de papeles, si todo el que pasa recoge un papel, en X tiempo, la habitación está limpia. Haz lo que tengas que hacer. Será pequeño, pero será mucho más que no haber hecho nada". Lo importante es que eres responsable del bienestar de tu gente y con ese poder, dar pasos para mejorar las cosas. Siempre hay algo que se puede mejorar, siempre hay algo que podemos hacer mejor. Seguiré feliz mientras tenga algo que cambiar. En el momento que estemos en algo así estático, creo que llegaría el momento de hacer otra cosa diferente.
 
Una enseñanza, un lema...
 
El poder de la sonrisa. O sea, es mucho más fácil ser amable, afectuoso, sonreír y que la gente intentar transmitir esa sensación de que todo es posible. Podemos seguir adelante, podemos seguir trabajando en ello. Creo en el liderazgo emocional. Es decir, las emociones son importantes, las relaciones son importantes y tienes que intentar que el otro siempre se sienta lo mejor posible, porque eso hará que todos nos sintamos lo mejor posible.
 
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