Alumnos en un aula universitaria.
Uno de los retos a los que se enfrentan las facultades de
Medicina en el momento presente es
poder mantener la calidad de las prácticas clínicas, ante el incremento de las plazas que no va coordinado con un crecimiento de la plantilla docente. Por este motivo, las universidades empiezan a investigar
nuevos mecanismos para potenciar la formación en ámbitos tan importantes para los futuros médicos como son los periodos de prácticas, usando los recursos existentes.
Es el caso de la Universidad de Bergen,
Noruega, que ha hecho un estudio en el que exploran
un método alternativo al tradicional en las prácticas de último año en Medicina, caracterizadas por realizarse en una estructura
one-to-one, es decir, un estudiante y un supervisor. Para llegar a conclusiones que se pudieran aplicar con posterioridad, desde el centro de enseñanza analizaron las
experiencias de ocho alumnos de sexto año y tres supervisores clínicos, es decir, médicos generales, que participaron en una rotación clínica de seis semanas.
Crear un espacio seguro a nivel psicológico
Para paliar esta falta de correspondencia entre el número de alumnos y de docentes, desde la Universidad decidieron probar con
una estructura por parejas, de modo que los estudiantes puedan deliberar sobre los razonamientos clínicos, compartir información y puntos de vista, antes de consultar con el profesor. Al apoyarse mutuamente, haciendo equipo en su propio proceso de aprendizaje, el estudio saca en claro que
se fomenta la creación de un espacio seguro a nivel psicológico, algo fundamental para potenciar el aprendizaje, lo que puede proporcionar a los
estudiantes ventajas educativas.
Y es que, el hecho de
sentirse seguros potencia sus interacciones, haciendo que se atrevan a participar, preguntar al supervisor y probar procedimientos clínicos con más frecuencia que cuando lo hacen solos. Otro hecho que pone en alza el estudio es que, por medio de la observación del trabajo de sus compañeros,
los alumnos aprenden de las fortalezas clínicas de los mismos, algo que no ocurre con tanta frecuencia en las facultades de Medicina. Esto desemboca, en ocasiones, en que
las parejas de prácticas puedan ver más pacientes de los asignados por ser más eficaces trabajando conjuntamente.
Desde el punto de vista de los supervisores, afirman que
es necesario que haya una sala de consulta disponible y suficientes pacientes para que esta metodología sea factible en la
práctica diaria de las universidades. Además, aunque con esta modalidad de trabajo los docentes tienen a su cargo un estudiante más por cabeza, admiten que
la carga de trabajo adicional no es tan grande como esperaban, en parte por la colaboración y apoyo mutuo entre los alumnos.
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