Diccionario de enfermedades

Hepatitis B

¿Cómo se contrae el virus de la hepatitis B?
La hepatitis B es una inflamación del hígado producida por la infección por el virus de la hepatitis B. Este virus pertenece a la familia de los hepadnavirus (su material genético tiene ADN) y puede producir hepatitis aguda y crónica. El virus de la hepatitis B también se asocia con la aparición de cirrosis, cáncer de hígado y, más infrecuentemente, otras enfermedades extrahepáticas (fuera del hígado) como las vasculitis, las glomerulonefritis y la crioglobulinemia. La infección por el virus de la hepatitis B es cada día menos frecuente en los países desarrollados como consecuencia de las políticas de vacunación, pero todavía es muy frecuente en los países del tercer mundo, especialmente en los del África subsahariana y el Sudeste asiático.

¿Cómo se contrae el virus de la hepatitis B?


El virus de la hepatitis B puede adquirirse por:
  • La sangre. Antiguamente podía trasmitirse a través de transfusiones de sangre u otros productos derivados de la sangre, pero ahora esta vía de contagio ha desaparecido dado que se analiza la presencia del virus en todas las donaciones. Actualmente los drogadictos que comparten jeringuillas todavía pueden transmitirse la infección.
  • Las inyecciones intramusculares. Este tipo de inyecciones ha llevado a que muchas personas hayan adquirido este virus. Dado que la infección puede cursar sin síntomas, puede haber muchas personas infectadas sin saberlo, las cuales pueden desarrollar en el futuro una cirrosis o un cáncer de hígado.
  • Las relaciones sexuales. El virus de la hepatitis B se transmite también por vía sexual.
  • La transmisión de madre a hijo durante el embarazo o, más frecuentemente, durante el parto. Se produce en niños de madres portadoras del virus o en madres que adquieren una hepatitis aguda por virus B en el último trimestre del embarazo.
La infección por el virus B es más frecuente en familiares de personas infectadas, en personas con promiscuidad sexual, en trabajadores sanitarios, trabajadores de prisiones, drogadictos, personas con síndrome de Down, pacientes con vasculitis, leucemias, linfomas, hemofílicos y pacientes en hemodiálisis.

¿Qué síntomas produce la hepatitis B?


El periodo que transcurre desde el contacto con una persona infectada hasta el inicio de la hepatitis B (periodo de incubación) oscila entre 1 y 6 meses, generalmente de 2 a 3 meses.

La infección por el virus de la hepatitis B puede:
  • Transcurrir de forma asintomática. Muchas personas han tenido contacto con este virus en algún momento de su vida sin saberlo. En estas circunstancias el paciente puede:
  • Haber desarrollado anticuerpos y haber superado la infección sin llegar siquiera a saber que la ha padecido, quedando protegido de por vida.
  • Haber mantenido una infección activa aunque no haya tenido ningún síntoma (portadores inactivos). Estas personas pueden, sin embargo, transmitir la infección sin saberlo o, en función de la evolución, desarrollar en el futuro una cirrosis o un cáncer de hígado.
  • Producir una hepatitis aguda. La aparición de una hepatitis aguda es más frecuente si la infección se adquiere en la juventud o en edades adultas. A estas edades la hepatitis B suele curarse satisfactoriamente y raramente evoluciona hacia una hepatitis crónica. Tan solo un 3-5% de las personas adultas que desarrollan una hepatitis aguda por virus B evolucionan a hepatitis crónica. La presencia de síntomas de forma prolongada, el mantenimiento de transaminasas elevadas después de 6 a 12 meses y la persistencia de un Antígeno Australia (HBsAg +) en sangre después de 6 meses, sugieren que la enfermedad puede estar evolucionando a la cronicidad. En un porcentaje muy escaso de pacientes (en menos de 1 de cada 100) la hepatitis aguda por virus B produce una hepatitis fulminante con una elevada mortalidad.
  • Producir una hepatitis crónica, bien después de haber padecido una hepatitis aguda o, más frecuentemente, sin esperársela en personas que no se conocían infectadas. En general, la infección por el virus de la hepatitis B adquirida en el momento del nacimiento, en los primeros años de vida o adquirida por personas con defensas bajas, favorece que se desarrolle una hepatitis crónica. La hepatitis crónica puede evolucionar hacia una cirrosis hepática y/o un hepatocarcinoma (cáncer de hígado).


¿Cómo se diagnostica la enfermedad?


Tras la infección por el virus de la hepatitis B el primer marcador detectable es la presencia de positividad para el HBsAg (Antígeno Australia). Generalmente se detecta entre 8 y 12 semanas después de la infección, antes de que se hayan elevado las transaminasas o hayan aparecido los primeros síntomas.

El diagnóstico de una infección por virus de la hepatitis B requiere, por tanto, de un análisis de sangre en el que se encontrará:
  • Un resultado positivo para el HBsAg. Son excepcionales las personas con infección activa por el virus B que no tengan este marcador positivo. Un HBsAg no indica cual es la situación del hígado, solo que existe una infección activa y que el paciente puede transmitirla a otras personas. Si el HBsAg es positivo y:
  • El paciente no presenta ninguna afectación del hígado, se trataría de un portador inactivo de la infección por el virus de la hepatitis B siempre y cuando el antígeno Australia esté presente en sangre durante al menos 6 meses.
  • El paciente tuviera una hepatitis aguda, sería una hepatitis aguda por virus B. En el caso de que la hepatitis aguda se resolviera por completo, el HBsAg desaparecería entre 1 y 2 meses después del comienzo de los síntomas, siendo raro que siguiera siendo positivo después de 6 meses. Cuando el HBsAg desaparece, se empiezan a detectar en la sangre anticuerpos frente a este antígeno (anti-HBs).
  • Hubiera alteraciones en las transaminasas, con bastante seguridad se trataría de una hepatitis crónica o una cirrosis por virus B, dependiendo del estado en que se encuentre el hígado.
  • En la infección crónica por virus B (ya sea hepatitis crónica o cirrosis), además de HBsAg + siempre se detectan anticuerpos frente al HBcAg, es decir anti-HBc +.
  • Un paciente con HBsAg + puede tener también positividad frente a un marcador denominado HBeAg, lo que indica mayor grado de infectividad y mayor posibilidad de contagiar a otras personas.
Otras circunstancias:
  • Las personas que tengan anticuerpos frente al HBsAg, es decir anti-HBs + (no confundir con el antígeno dado que en este caso se trata de anticuerpos frente al antígeno Australia), son personas que han tenido contacto en algún momento de su vida con el virus de la hepatitis B pero que han superado la infección y les queda este marcador protector elevado de por vida. Estas personas suelen siempre tener positivo el anti-HBc. Es importante insistir en que estas personas no tienen ya el virus activo en su cuerpo y, por tanto, no pueden transmitir la hepatitis a otros.
  • Las personas vacunadas presentan anticuerpos frente al HBsAg (anti-HBs +) pero no presentan anti-HBc +.
La actividad multiplicativa (replicación) del virus B puede detectarse en la sangre mediante la utilización de una técnica llamada PCR del DNA del virus de la hepatitis B (DNA VHB). Cuanta más actividad multiplicativa, más daño del hígado y más riesgo de que la enfermedad evolucione a una cirrosis.

¿Puede prevenirse la hepatitis B?


La infección por el virus de la hepatitis B puede prevenirse evitando conductas de riesgo (no compartir jeringuillas, evitar el contacto con la sangre de otras personas, por ejemplo no compartiendo cepillos de dientes o cuchillas de afeitar, evitar relaciones sexuales sin la protección de métodos de barrera, como los preservativos).

En general no es necesario el aislamiento de los pacientes con una hepatitis B aguda, si bien se debe evitar el contacto con su sangre.

Para favorecer la protección y evitar los contagios, es aconsejable buscar activamente la posibilidad de esta infección en determinados colectivos como:
  • Inmigrantes o niños adoptados de países con una elevada prevalencia de la enfermedad.
  • Contactos domésticos o contactos sexuales de personas infectadas por el virus.
  • Drogadictos.
  • Hombres que tienen sexo con otros hombres.
  • Personas que viven en prisión o en correccionales.
  • Personas con elevación de las transaminasas.
  • Personas infectadas por el VIH o el virus de la hepatitis C.
  • Pacientes en hemodiálisis.
  • Embarazadas.
  • Personas que requieren tratamiento con medicinas que bajan las defensas.
Actualmente existe una vacuna frente al virus de la hepatitis B, que desde hace varios años se pone a todos los niños nacidos en España. La vacuna se pone en 3 dosis y puede ponerse durante el embarazo. No se sabe el periodo de protección de la vacuna. Se recomienda poner recuerdos en personas con defensas bajas o en personas que hayan perdido los anticuerpos pero que mantengan un riesgo de exposición alto, como por ejemplo los pacientes en hemodiálisis.

En personas que se han expuesto al virus y no estaban vacunadas (por ejemplo al pincharse con una aguja de una persona infectada o mantener relaciones sexuales), se debe poner de forma inmediata gammaglobulina específica contra el virus de la hepatitis B y la primera dosis de la vacuna frente al virus de la hepatitis B en 2 pinchazos en sitios distintos y, posteriormente las 2 dosis restantes de la vacuna. Esto mismo debe realizarse en recién nacidos de madres portadoras del virus.

Las personas que conviven con personas infectadas por el virus de la hepatitis B deben ser vacunadas con lo que se evita el riesgo de infección a través de la sangre o las relaciones sexuales.

¿Cuál es el pronóstico de los afectados?


El pronóstico de la hepatitis B es muy variable de unas personas a otras. Muchas de las infecciones por el virus de la hepatitis B adquiridas durante el nacimiento no han producido ningún síntoma y se diagnostican cuando ya se ha desarrollado una hepatitis crónica o una cirrosis. Por el contrario, las infecciones adquiridas en la juventud o madurez, se manifiestan como una hepatitis aguda pero se suelen curar completamente.

¿Cuál es el tratamiento de la hepatitis B?

  • Hepatitis aguda por virus B. El tratamiento suele ser el de cualquier hepatitis aguda, con medidas generales y sin administrar ningún tratamiento específico para el virus B. En situaciones de gravedad, sin embargo, cuando el riesgo de hepatitis fulminante sea elevado, se recomienda administrar tratamiento antiviral para frenar la actividad del virus en el caso eventual de que sea necesario un trasplante de hígado.
  • Hepatitis crónica y cirrosis. En estos estadios, el tratamiento se dirige a reducir la actividad multiplicativa del virus en la sangre. Los tratamientos utilizados pueden ser mediante inyecciones subcutáneas (Interferón pegilado) o mediante medicamentos orales (entecavir o tenofovir). Dado el menor número de efectos adversos y la mejor tolerancia, actualmente se utilizan casi exclusivamente estos dos últimos. En la mayoría de las ocasiones el tratamiento con antivirales orales se debe mantener durante periodos muy prolongados de tiempo o indefinidamente, porque su interrupción produce la recaída en la mayoría de los pacientes. Es decir, la estrategia terapéutica para la hepatitis B es similar a la del virus del SIDA y pasa por suprimir la actividad multiplicativa del virus, porque los medicamentos antivirales disponibles no son capaces de erradicar la infección, al contrario de lo que ocurre con el virus de la hepatitis C. Con todo, esta estrategia de supresión proporciona excelentes resultados y después de 1-2 años de tratamiento, más del 90% de los pacientes tratados con tenofovir o entecavir se mantienen con niveles de virus indetectables en sangre y con normalidad en las pruebas de función hepática. En situaciones de cirrosis avanzada (con descompensaciones) el único tratamiento posible es el trasplante hepático y en estas circunstancias se debe poner tratamiento antiviral.
  • Portadores inactivos del virus de la hepatitis B. Actualmente no se recomienda ningún tratamiento. Son necesarios, sin embargo, controles periódicos para ver la evolución de la enfermedad.

Otras recomendaciones

  • Los pacientes con hepatitis B deben ser vacunados frente al virus de la hepatitis A. Deben recibir también anualmente la vacuna de la gripe.
  • Los pacientes con hepatitis B no deben consumir nada de alcohol dado que el alcohol daña al hígado.
  • No existe ningún alimento o dieta que sea especialmente beneficioso o perjudicial en esta enfermedad.
  • Algunos medicamentos pueden hacer daño al hígado. Otras muchas medicinas son destruidas por este órgano, por lo que si el hígado funciona mal, pueden permanecer más tiempo del deseable en la sangre y producir efectos adversos. Por todo ello, los pacientes con problemas del hígado deben consultar a su médico antes de consumir cualquier medicamento. Sin embargo, si no existe una cirrosis, la mayoría de medicamentos pueden ser consumidos sin problemas. De los medicamentos más habitualmente prescritos, debe limitarse el consumo de paracetamol a un máximo de 2 gramos al día y no es recomendable el consumo de algunos antiinflamatorios (como el ibuprofeno).
  • La hepatitis B no contraindica el embarazo si bien requiere un seguimiento y manejo especiales.
  • Los pacientes con infección crónica por virus B deben ser revisados periódicamente para detectar la presencia de un cáncer de hígado. Estas revisiones son más importantes en personas de mayor edad, en aquellas con cirrosis y en las personas con antecedentes en la familia de cáncer de hígado.
Aunque esta información ha sido redactada por un especialista médico, su edición ha sido llevada a cabo por periodistas, por lo que es un contenido meramente orientativo y sin valor de indicación terapéutica ni diagnóstica. Recomendamos al lector/a que cualquier duda relacionada con la salud la consulte directamente con el profesional del ámbito sanitario correspondiente.