"Una persona con mucho dinero siempre podrá conseguir un médico que le opere, incluso podrá comprarse un órgano si necesita un trasplante, o comprar a un asesino a sueldo para que mate a alguien y le quite el hígado y se lo pongan”. “Una persona normal, con una nómina y un salario, lo que necesita es un sistema de salud pública regulado para que si se pone enfermo y necesita un trasplante le trasplanten un hígado o un riñón o un corazón".

Con este extraño discurso, aparentemente dirigido a resaltar la necesidad de un sistema público de salud para la gente “normal”, el hoy vicepresidente del gobierno de España, Pablo Iglesias, saltaba hace unos días a las redes sociales y medios digitales, envuelto en una cierta polémica.

Ante todo, decir que se trata de un discurso sacado de la hemeroteca, en el trascurso de una de sus conferencias. No es por tanto actual, aunque no he conseguido averiguar su fecha exacta, pero precisamente por ello, cabe asumir que su difusión en estos momentos tiene implicaciones políticas en las que obviamente no voy a entrar. No obstante, como el video está ahí, no es un “fake” y lo ha visto bastante gente, creo obligado hacer algunos comentarios porque para quienes hemos dedicado gran parte de nuestra vida a luchar por la donación y el trasplante y conseguir un acceso justo e igualitario a estas terapéuticas, no solo en España sino también fuera de ella, estas palabras, dichas por una alta autoridad del estado, cuando menos inducen a la melancolía.


"Basta con leer cualquier documento serio sobre el tema para verificar que las cosas no van por ahí ni siquiera en China, donde tantas malas prácticas sobre trasplantes se han llevado a cabo"


Varias cosas se desprenden de estas palabras. En primer lugar, sostener estas ideas de los sicarios que matan para sacar el hígado de su víctima y lo entregan a cirujanos sin escrúpulos para que lo trasplanten al ciudadano rico (o quizás si son mañosos los implanten ellos mismos), quizás muestre una tendencia a la fabulación inducida por la lectura poco crítica de novelas o bien la contemplación no bien digerida de abundantes series televisivas. Aunque el tráfico de órganos es una triste realidad en buena parte del mundo (desde luego no en España), esto no funciona así ni mucho menos, salvo en las películas de serie B. Basta con leer cualquier documento serio sobre el tema, especialmente los avalados por la OMS y a los que la ONT tanto ha contribuido, para verificar que las cosas no van por ahí ni siquiera en China, donde tantas malas prácticas sobre este asunto se han llevado a cabo.

En segundo lugar, suponer que algún ciudadano español, con la mayor probabilidad de trasplantarse del mundo (por encima del 90% de quienes lo necesitan, frente a menos del 10% para el conjunto del planeta), y por mucho dinero que tenga, va a preferir explorar a miles de kilómetros las delicias del mercado negro de trasplantes en lugar de recibirlo aquí, es vivir fuera de la realidad. Sinceramente no se en qué datos puede basarse tal afirmación ni que experiencias previas se pueden invocar.

Prácticas médicas clandestinas


Pero es que además, resulta tremendamente negativo el mero hecho de que un político de alto nivel arroje estas dudas sobre la igualdad de acceso a los trasplantes que tanto ha costado conseguir, sobre la honestidad de los equipos médico-quirúrgicos que tendrían que contribuir a prácticas clandestinas abiertamente delictivas y en fin, sobre la limpieza y transparencia del sistema de trasplantes que asienta en el quehacer diario de muchos miles de profesionales del sistema nacional de salud y de toda la sociedad española que es la que dona sus órganos. Minar la confianza del ciudadano en un tema tan delicado no parece una buena idea entre otras cosas porque la donación altruista de órganos se basa expresamente en esa confianza.

Decía Erich Fromm, uno de los padres del psicoanálisis y defensor de la variante marxista del socialismo democrático, que “El estado se preocupa cada día de deprimir a sus ciudadanos porque de esta forma puede controlarlos mejor”. Confiemos en que transmitir la idea de que conseguir un órgano se basa en la ley de la jungla con sicarios y todo, obedezca simplemente a la ignorancia sobre el tema y no a otros fines. En todo caso, el enorme esfuerzo colectivo que ha representado conseguir que el español que haya necesitado un trasplante de órganos en los últimos 28 años haya sido el ciudadano del planeta con más posibilidades de conseguirlo, y dentro de un sistema público, universal y sin discriminaciones positivas ni negativas, es algo de lo que podemos y debemos sentirnos todos orgullosos… y sinceramente, no creo que nos merezcamos estas frivolidades.

Pero algo bueno tenía que tener la perorata: ¡en toda esta columna no ha habido que hablar del maldito virus!