Decía Nelson Mandela: “Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo”. En varios artículos previos en esta misma tribuna he reclamado la necesidad de valorar un cambio que nos lleve a un nuevo estatuto para el médico y facultativos; lo hacía siempre recordando que ya lo tuvimos, que sería bueno pensar en ello, que los problemas podrían solucionarse si se dan pasos en este sentido. Hoy me inspira esta frase de Nelson Mandela, supero el miedo y propongo abiertamente un nuevo estatuto propio para los médicos y facultativos del Sistema Nacional de Salud.

Si alguien se pregunta el por qué ese miedo, lo aclaro. Los facultativos, los médicos, llevamos mucho tiempo envueltos en esa especie de buenismo que hace que nos consideremos como uno más del entramado del Sistema Sanitario, y es cierto que somos uno más entre los muchos profesionales que conforman este Sistema. Pero uno más que tiene unas características muy particulares y que deben ser reconocidas. ¿Cómo se pueden reconocer?, pues admitiendo que deben ser contempladas en un modelo de relación específico entre la Administración Sanitaria y estos profesionales. Nada nuevo, ya lo tuvimos, solo hay que recordar aquel “Estatuto Jurídico del personal médico de la Seguridad Social” (Decreto 3160/1966, de 23 de diciembre).

¿Quiere esto decir que otros profesionales no deben tener estatuto propio? No, que cada cual reclame el suyo si lo estima oportuno, lo argumente, lo defienda y lo pelee. Pero ha llegado el momento de dar un paso al frente, hacer un lobby profesional que nos una y haga la presión necesaria para lograrlo. El germen está inventado hace años, tiene estructura y organización. Se llama “Foro de la Profesión” y en él están presentes todas las estructuras representativas de la profesión: sindicato profesional, colegios profesionales, universidad, sociedades científicas y estudiantes. Lo que es necesario ahora es que se crean que son un lobby, ejercer su fuerza y presión, tener un objetivo claro y apostar sin miedo por ello.

Para reclamar un estatuto propio debemos tener claro y estar convencidos de que somos una profesión especial que lo requiere, que lo necesita, que realmente somos especiales, ni mejores ni peores que otros, simplemente especiales y con unas características propias que nos hacen reconocibles. Suena a corporativismo, a cierta “chulería”, a sentimiento de pertenencia, pero no es nada de eso, simplemente es reconocer lo que somos, lo que hacemos y cómo lo hacemos. Veamos a que me refiero.

Estudiar medicina (voy a ceñirme a esta profesión, pero es válido para los demás facultativos) no es un camino sencillo. Los estudiantes que quieren ser médicos saben desde el bachillerato que deben esforzarse, tener un expediente académico excelente, enfrentarse a una selectividad exigente, competir por una plaza que requiere las notas más altas. Eso significa esfuerzo, estudio, constancia, competencia y méritos.

Después, una vez que has logrado acceder a una plaza para estudiar medicina, vienen los 6 duros años de carrera, y repito, “los 6 años” de carrera, con una carga lectiva que ninguna otra precisa. Yo me quedé en que te licenciabas, ahora dicen que te “gradúas”, aunque en los conceptos de ahora, en realidad terminas con la consideración de “máster”. Resumo: carrera dura, la más larga en tiempo y créditos y máster.

Una vez finalizas la carrera, tienes que hacer frente a un año de largos días de estudio, días de horas frente a los libros, preparación de un exigente examen que te dará acceso… o no, a la formación especializada en aquello que deseas… o no. Una necesidad ineludible, un requisito sin el que no podrás ser médico. Ya se que también hay posibles trabajos para quien no se especialice, pero son residuales, testimoniales y muy escasos. Quien estudia medicina lo que quiere es ser y trabajar de médico.

Tras 4 o 5 años de residencia, un periodo de formación duro y exigente, con largas jornadas de trabajo, muchas guardias, estudio, investigación, escasa retribución y, en ocasiones, un trato francamente mejorable, logras el ansiado título de médico especialista, un título que te faculta para ejercer una determinada especialidad.

Por si esto no fuera suficiente, ahora llega el peregrinar y deambular por un sistema que te maltrata, te exige todo y no te reconoce nada, te hace someterte a un modelo de “esclavitud” y sumisión al Sistema, un adoctrinamiento que termina por hacerte sentir el clásico “síndrome de Estocolmo” y hacerte creer que lo que sufres es normal y hasta lo entiendes. Años y años de abuso en la contratación, siempre con el miedo a si me renuevan el contrato de guardias o eventual, aspirando a que en algún momento pueda ser interino, una suerte de seguridad relativa en la que puedes estar años y años hasta que puedas acceder a consolidar la plaza mediante la correspondiente oposición.

Una vez descrita la situación y el recorrido de un médico, viene la necesidad de rebelarse, decir basta ya, exigir respeto y un trato digno a unos profesionales que lo merecen, que son sacrificados, que han demostrado siempre su compromiso con un Sistema Sanitario que es envidia de muchos. ¿Y cómo se hace esto? Desde luego no con el modelo actual, no estando encorsetados en un Estatuto Marco que nos comprime y no reconoce. Son muchas las profesiones que trabajan y configuran el Sistema Sanitario, todas ellas necesarias e imprescindibles, pero todas ellas especiales y diferentes entre sí. Por ello, entiendo necesario que se diferencien, que se doten de marcos regulatorios específicos, que se doten de estatutos propios.

Los facultativos necesitamos este estatuto, un reconocimiento a lo que somos, a que necesitamos una organización y posible jerarquización diferente, unos horarios racionales y razonables, terminar con esas jornadas de 24 y hasta 31 horas de trabajo continuado, reconocimiento de todo el tiempo de trabajo a efectos de cómputo de tiempo para la jubilación, reconocimiento de posibilidad de jubilación anticipada voluntaria, una retribución acorde nuestra responsabilidad, un modelo de acceso propio al sistema, etc.

Sé que lo que digo generará cierto rechazo en muchos profesionales, no digo ya en otras categorías, eso lo doy por sentado, lo digo por quienes solo quieren ver el modelo actual como posible y prefieren eso de “más vale malo conocido que bueno por conocer”, pero como decía Nelson Mandela: “El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo”, y yo siento miedo, pero quiero conquistarlo.