Hoy inicio este artículo, no con la cita de un personaje histórico, filósofo, escritor, etc., sino que me permito recordar algo que digo con cierta frecuencia: “lo que no es urgente puede esperar y, si es realmente urgente, para, piensa y actúa”.

La situación del Sistema Nacional de Salud (SNS) es crítica, estamos ante un estado de deterioro avanzado que nos está conduciendo a una situación crítica que, o tratamos sin dilación, o terminará por provocar su final. ¿Es urgente? Si, a mi juicio si lo es y, por eso, deberíamos parar, pensar y actuar.

El SNS ha sido un importante avance en el estado de bienestar para todos los ciudadanos; igualdad, accesibilidad, longitudinalidad, universalidad, etc., son conceptos que han calado y que, en mayor o menor medida, son una realidad. También hay que decir que, con el paso del tiempo, todos estos conceptos han sufrido bastante deterioro. Me explico.

Igualdad. Entendida como “principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones” (definición de la RAE). Pienso que esto no es una realidad. Hay importantes diferencias entre territorios, entre CCAA, entre los diferentes Sistemas de Salud. Incluso, dentro de un mismo Sistema de Salud, hay diferencias en función del lugar de residencia. No tener un único Sistema Sanitario (todos sabemos que la realidad es que conviven 17 Sistemas), aunque hablemos de una cartera de servicios mínima común, no permite que la igualdad sea real.

Accesibilidad. Un servicio sanitario que no permite el acceso en tiempos razonables, que limita al paciente su accesibilidad con dilaciones inaceptables a los servicios, no es digno de calificarse como accesible. Listas de espera para citas con tu médico de familia o pediatra; listas de espera para consulta de especialista hospitalario o para pruebas complementarias; listas de espera para intervenciones quirúrgicas; incluso “lista de espera para asignarte una cama en la que ingresar”, son causas más que justificadas como para cuestionar la accesibilidad. Haciendo el símil con aquello de “justicia que llega tarde, no es justicia”, diría “asistencia sanitaria que llega tarde no es asistencia sanitaria accesible”.


"No tener un único Sistema Sanitario (todos sabemos que la realidad es que conviven 17 Sistemas), aunque hablemos de una cartera de servicios mínima común, no permite que la igualdad sea real"



Longitudinalidad. Complicada palabra, tanto como lo es proporcionarla en estos momentos. Buscar la definición de este término es hacerlo en los medios y publicaciones sanitarias, el diccionario de la RAE no lo contempla. En nuestro entorno se entiende como el seguimiento de los diferentes problemas de salud de un paciente por el mismo médico. Esto, en la actualidad, es francamente utópico. Sí es cierto que hay médicos que cumplen este criterio, pero no es muy habitual. Desde que se forma un médico de familia o pediatra, y accede a una plaza de forma eventual, suplente, interino, incluso como fijo, hasta que después de numerosos cambios se consolida de forma definitiva, pasan muchos años y, con ello, muchos pacientes no “disfrutan” de mantener de forma permanente un mismo médico. El sistema de acceso a las plazas de médico en nuestro SNS propicia esta situación. Ya hablaremos en su momento de cómo sería posible afrontar este problema. Algún avance ya hice en artículos previos en esta misma tribuna de opinión.

Universalidad. Este concepto, demasiado vinculado a ideología a mi entender, es muy importante y debe ser una realidad que permita que cualquier ciudadano tenga acceso a unos servicios sanitarios mínimos que cualquier país desarrollado debe proporcionar. Hasta dónde, con que criterios, quien lo sufraga, etc., son cuestiones para debatir, no el concepto en sí.

Estos conceptos deben perdurar, son básicos en un modelo propio de países desarrollados, del entorno en el que nos movemos, estar presentes en cualquier modelo de SNS que se quiera proponer. Sin olvidar algo básico, cualquier SNS debe contar con las instalaciones, centros, infraestructuras, equipamientos, etc., necesarios, actualizados, en buen estado de funcionamiento, renovados sin esperar que la obsolescencia se apodere de ellos, así como con los profesionales necesarios, con plantillas adecuadas y con retribuciones acordes a su formación y responsabilidad. De eso ni me planteo discutir.

He publicado varios artículos con ideas y propuestas de lo que podría ser un nuevo SNS, pero hoy lo que quiero plantear es diferente. Hasta ahora lo que decía era cómo veo el SNS y los posibles cambios necesarios, sin cuestionar el propio modelo en sí mismo. Se partía de buscar los problemas, los defectos y las ineficiencias y proponer alternativas. Pero siempre desde la base de mantener un modelo de SNS que ya tenemos, sin entrar a valorar si es posible un cambio de modelo.

Por eso hoy me planteo la pregunta siguiente: ¿Seguimos intentando rehabilitar el modelo de SNS que tenemos o buscamos construir un nuevo modelo? Ese es el debate. Es el momento de sentarse los expertos, ver los diferentes modelos de sistemas sanitarios, analizarlos, valorar ventajas e inconvenientes, los diferentes resultados en salud, cuales son más coste/eficientes, buscar el consenso político que garantice viabilidad y permanencia en el tiempo, cuánto se está dispuesto a poner sobre la mesa para su financiación, etc., y ponerse a ello. Puede que se concluya que el mejor modelo es el que tenemos, eso sí, con la financiación adecuada y la pertinente reconstrucción de aquello que ya está en ruinas o, por el contrario, plantear un cambio de modelo y, en consecuencia, su puesta en marcha con determinación, conocimiento público del modelo, plazos, financiación, modelo de transición, paulatina implementación, etc. ¿Lo veremos? Sinceramente, no lo creo. Seguiremos “apuntalando el SNS” para que no se derrumbe y que aguante lo que se pueda. Seguiremos mirando a otro lado, evitando hacer frente al problema, dejando que el proceso de deterioro continúe y termine con el paciente. Luego vendrán las lamentaciones y echarse las culpas unos a otros.