En un mundo cada vez más interconectado y tecnológicamente avanzado, la atención a los pacientes ha experimentado una revolución significativa en la última década. La inteligencia artificial (IA) es una herramienta consolidada que se ha instalado en muchos ámbitos de nuestra vida- incluido el de la salud- y que está generando numerosas oportunidades y desafíos. Ofrece muchas posibilidades para mejorar la prestación de cuidados, tal y como asegura la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su primer informe mundial sobre esta herramienta.

La IA está modificando el cuidado de la salud y -no siempre- en beneficio de la carga de trabajo de las enfermeras, ya de por sí significativa. Ha emergido como una aliada, ayudándolas a realizar algunas de sus funciones de manera más eficiente y efectiva. Así, los sistemas de IA pueden realizar tareas repetitivas liberando a las enfermeras para que se concentren en funciones de mayor valor, como la interacción directa con los pacientes. Y es aquí donde radica el beneficio que deben facilitar los procesos asistenciales del cuidado y no constituirse en una barrera más, sentando a las enfermeras ante un ordenador y perdiendo tiempo de presencia con las personas a las que se atiende.


"Los sistemas de IA pueden librar a las enfermeras de tareas repetitivas"



En este contexto, su uso puede generar recelos y dudas en algunos profesionales, preguntándose si las herramientas digitales pueden llegar a replantear la relación enfermera-paciente, al poder desempeñar algunas de nuestras funciones o tareas. Hay que aprovechar su potencial transformador para la mejora de la redistribución de recursos y de resultados, y permitir la automatización de ciertas funciones, siempre dirigidas a la promoción de la calidad y la seguridad del paciente.

Aplicada a Enfermería, la Inteligencia Artificial posibilita el análisis de grandes volúmenes de datos clínicos; facilita la monitorización de los pacientes y puede ser de ayuda a la hora de tomar decisiones.  Sin embargo, la IA también incluye una serie de riesgos inherentes para la seguridad del paciente, problemas de ciberseguridad y efectos en el medio ambiente, por lo que la OMS propugna su empleo seguro y ético.


Ante un nuevo paradigma


Es innegable que nos enfrentamos a un cambio disruptivo con la llegada de nuevas herramientas digitales, pero tenemos que ser capaces de utilizarlas realmente como lo que son: una ayuda, un complemento; y no convertirlas en un desafío que nos lleve a la deshumanización de los cuidados y la atención.

Esta situación puede surgir cuando las tecnologías se convierten en nuestras competidoras y no en nuestras alidadas. Pero no debemos olvidar que, como enfermeras y enfermeros, somos los responsables de las decisiones que afectan a nuestros pacientes.

La IA no reemplaza la atención humana, sino que debe servir para complementarla y potenciarla al mejorar la eficiencia, la precisión y la personalización de la atención que ofrecen las enfermeras. Sin embargo, es esencial abordar cuestiones éticas y de privacidad de manera rigurosa para garantizar que, como cualquier otra herramienta, la IA se utilice de modo responsable en beneficio de los pacientes y los profesionales de Enfermería, en la promoción de una calidad superior y mejorar la vida de los pacientes.
Por tanto, debemos tener presente que la IA es una herramienta complementaria que facilita la continuidad y seguimiento de la atención y los cuidados, al tiempo que ayuda a una mejor gestión de los recursos, todo ello sin prescindir de una atención personalizada, cercana y humana.

Las enfermeras y enfermeros hemos demostrado siempre nuestra capacidad de adaptación e innovación en todo tipo de situaciones y estamos más que preparados para convivir y utilizar las nuevas tecnologías. Sabemos que pueden encargarse de determinadas tareas, pero siempre con el convencimiento de que la responsabilidad de esas tareas será siempre nuestra. 

Somos profesionales con experiencia, capacidad y conocimiento que apostamos decididamente por las “tecnologías de los cuidados”, por lo que es esencial que los gobiernos, las instituciones y los profesionales de la salud trabajemos conjuntamente para establecer unos criterios éticos sobre su uso. Solo así podremos asegurar unos cuidados de calidad para todos.