Querido Diario:

Otra vez lunes. Ayer celebramos el cumple de Pablito. Ya son 19 años. Como pasa el tiempo. Su hermana de 4 miraba entre asombrada y orgullosa como soplaba las velas de la tarta. En la Hípica. Ojalá este verano su madre y yo podamos hacer un esfuerzo y afrontar la cuota de entrada. Ellos se merecen disfrutar. Hacer amigos, tomar el sol, bañarse… todo eso!.

La yaya no ha podido venir esta vez; estaba algo pachucha. Y cansada de tanto trajín para vender la casa del campo. Ella quiere sacarse cuanto antes ese peso de encima, porque no puede mantenerla. Y además insiste en que me ayudará con la hipoteca del piso. Más de 150.000 euros que me quedan aún por pagar. Una espada de Damocles que no veo el día que me la quiten del cuello. Es una carga demasiado grande. Pero en algún sitio hay que vivir.

Peor están otros, me dicen los colegas. A Antonio lo jubilan por la maldita retina, que se le ha desprendido. Casi ciego, tampoco ha podido ver con sus ojos el día de ocupar una plaza en propiedad. Como si a estas alturas le valiera ya de algo. A ver lo que le queda de pensión. Que tío mas grande… cuando llevábamos el colectivo de médicos en paro y todo se hacía a rajatabla. Ni una trampa. Así se nos quedó la cara de tontos, cuando nos faltaba nada para coger nuestra interinidad y el Sergas le quitó el listado al Colegio. Ahí empezó la pesadilla. Todos a los que le dimos Antonio y yo la interinidad están ahora con plaza fija. Y cobrando la carrera profesional. Una pasta!. Y nosotros, al pairo. Por honrados. Qué cosas tiene la vida… pero, eso sí, la conciencia muy tranquila.

Y tampoco estamos tan mal. Otros están peor. Lo importante es tener salud y que los hijos tiren para arriba, con alegría.

Cuantos años de PAC y cuantos kilómetros de coche para aquí y coche para allá. Y la guardia yo solo ante el peligro, en Muxía, el día de la Virxen da Barca. Que miedo pasé… todo lleno de gente y sin ni siquiera una puñetera ambulancia. Para que ahora vengan los imberbes estos a decir que lo nuestro era medicina de guerra. Bien que tenían sus sonrosados mofletes de bebés protegidos por nosotros, hechos a golpe de las aguanieves y las lluvias de Santiago. Y las clases de Quirúrgica bajo la estatua de Cadarso. Qué grande el viejo profesor Puente. Siempre en la memoria. Y las tazas de vino y los chinos en las tascas. Porque había tiempo para todo y más. Que años tan felices, Dios…!.

Nos dispersamos como bandada de pájaros sin rumbo fijo. Unos al norte y otros al sur. Nos vemos a veces en Silleda, en las OPEs. Cada día más viejos, aunque de eso no se hable. Vivimos en una larga noche que se extiende desde aquel primer día en que nos enfrentamos al mundo con la única arma de un fonendo y un brillo en la mirada. Y podíamos con todo… hasta que el mundo empezó a comernos a nosotros. Poco a poco, como un ratón que roe incansable una bata vieja, como el sonido eterno de la lluvia repiqueteando en una lata oxidada. Lejos nuestros logros, aquellas victorias pírricas que al menos nos demostraron a nosotros mismos que valíamos para algo. Y para algo importante. Aquel primer bloqueo epidural en el PAC de Betanzos que hasta salió en La Voz. Eso sí que fue algo grande. Y la mirada de mi madre cuando se lo conté. Que momento de gloria… de felicidad. A mi pobre padre muerto se lo dediqué y aún grabado lo tengo en el corazón. El estaría orgulloso de mí. Lo sé.

Te dejo, Diario. Como aquellos pájaros que un disparo de la vida dispersó, vivimos sin tocar la tierra. Entre la playa y el cielo, como decía Serrat. Quizás algún día un cazador como aquel que creó Delibes y que también tenía un Diario como tú, nos remate de un escopetazo. O un azor más joven y fuerte acabe de triturarnos en sus garras. Pero nada hay más hermoso que el canto de la invisible alondra colgada del trapecio de un cielo añil del mes de mayo.

Libranos, Señor, de los cazadores; y, sobre todo, de los crueles halcones. El pan nuestro de cada día dánosle hoy. Amén.


  • TAGS