Si algo hay que reconocerle al nuevo ministro es que su entrada en el sector ha sido espectacular. Una inmersión total en la sanidad de las que no se recuerdan. Cuando anteriores ministros se encerraban un mes en su despacho antes de zambullirse en el cuerpo a cuerpo con los sanitarios, Alonso se ha tirado de cabeza y los jueces (de la sanidad) le han puesto un sobresaliente a su salto. Su estrategia ha sido impecable: contacto directo y una cara conocida como sombra. Una bien planificada agenda de reuniones y llevar a su lado en todo momento a Rubén Moreno le han servido a Alonso para que los profesionales bajaran el brazo de la espada y se sentaran a escuchar. Y ahí es donde la oratoria le ha permitido a Alonso metérselos a todos en el bolsillo, incluso a los enfermeros, que hace menos de 24 horas todavía estaban amenazando con romper el pacto y ahora están dispuestos a cooperar. Eso sí, lo que Alonso ha ganado con las palabras deberá mantenerlo con hechos, en enero, no más tarde. Porque el sector otra cosa no, pero no se deja embelesar por cualquiera y exigirá resultados inmediatos si el nuevo ministro quiere contar con su apoyo en año electoral.
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