Hace unos días, leí en un medio de comunicación algo sobre la proliferación de estaciones de servicio que ofrecían grandes descuentos en el precio de los combustibles (sólo Gasóleo A y Sin Plomo-95, no había otras). La noticia hacía referencia a la ausencia de marca como la razón última de tales descuentos, o sea, a la aparición de combustibles genéricos. “Es gasolina, qué más da”, venía a ser el mensaje para atraer al consumidor. 

En otro párrafo del artículo se venía a decir que el objetivo era entablar una guerra de precios (en principio muy buena para el consumidor según las directrices de las autoridades de la competencia), para terminar por “machacar al contrincante” (sic) (ya no tan buena para el consumidor porque, con toda seguridad, cuando alguno gane la guerra, tendrá que desplazarse en breve para buscar dónde repostar y encontrará, entonces, unos precios de no te menees).

En cualquier tipo de confrontación el único factor igualitario es el equilibrio de fuerzas; cuando éstas no son equivalentes, la confrontación se convierte en un paseo militar para una de las partes. Por esa misma razón, las leyes que permitan confrontaciones mercantiles sin medidas correctoras capaces de proteger al débil, han de ser consideradas injustas y sus autores cómplices de la ruina de los sectores afectados.

¿Quién está detrás de estas confrontaciones?. ¿Qué personas, empresas o grupos tienen intereses tan fuertes como para comenzar una revolución de este tipo, en apariencia “espontánea” y que la legislación lo permita y consienta impunemente?

Hace unos años “nos vendían” la competencia en el mercado de los combustibles porque, argumentaban, bajaría los precios y aumentaría los servicios y las prestaciones. Hoy día sabemos que eso era, y sigue siendo, una gran falacia, porque los precios no sólo no han bajado sustancialmente sino, que son muy similares en todas las gasolineras y, además, ni nos limpian los cristales del coche, ni nos miran la presión de los neumáticos, ni nos sirven el combustible, teniéndolo que hacer nosotros mismos sin tener carnet de manipulador de carburantes, como dice cierto wasshapp que circula por la red. Por si fuera poco, para pagarlo hemos de soportar colas compartidas con otros consumidores que abonan artículos varios adquiridos en las antaño denominadas, con rigor, estaciones de servicio, hoy simplemente “tiendas”.

En el mundo sanitario está pasando algo parecido: competencia feroz y anuncios de clínicas donde ofertan precios tan competitivos que te entran ganas de operarte de algo, o de hacerte un implante dental aunque no lo necesites, y que provocan, como ya ocurrió con los laboratorios de Análisis Clínicos, una crisis sectorial muchísimo más grave que la económica que nos asola, pues supuso la desaparición de la inmensa mayoría de ellos, regentados por magníficos y preparadísimos profesionales, que se vieron abocados a cerrarlos.

Algo similar va a terminar pasando con las Ortopedias, aunque en este caso se suman los incumplimientos en los pagos de una Administración que debería ser ejemplo para todos y no lo es para nadie, ni para nada, salvo honrosas excepciones. Pero ya que hablamos de análisis, no sería lógico terminar el que hacemos sin hacer referencia al mundo del medicamento, donde los precios no responden a la realidad del producto desde hace tiempo. El origen hay que buscarlo en el mecanismo que permite que, en un sistema de precios regulados por la Administración, los laboratorios puedan bajarlos hasta lo anecdótico; y luego pasa lo que pasa.

Volviendo al principio, a la noticia de los carburantes, si donde ponía “la proliferación de estaciones de servicio que ofrecían grandes descuentos en el precio de los combustibles… Es gasolina, qué más da”, ponemos “…medicamentos…”, tendremos el mensaje perfecto que atraería a la Administración: “Son medicamentos, qué más da”. Pues no, señores, da y mucho, porque permitir el hundimiento de los precios de los medicamentos, así como el hundimiento colateral de las Farmacias españolas es una grandísima torpeza, por no decir algo más fuerte. Y, más aún, cuando las medidas vienen acompañadas de la adjudicación de la exclusividad para ser dispensadas a laboratorios que no compiten en igualdad de condiciones a los radicados en España, convirtiendo las licitaciones en un paseo militar. ¿Se está emulando a las gasolineras sin marca y el objetivo es, como en ese caso, “machacar al contrincante”?. ¿Somos los Farmacéuticos los contrincantes?; ¿lo es la industria?. ¿Quién es, en ese caso, el otro contendiente?.

Dejaremos para otro día los problemas derivados de haber permitido la libre circulación de medicamentos con precios regulados en Europa, como si fueran cajitas de irrelevante contenido, que ha sido, sigue y seguirá siendo otra grandísima torpeza.

Sea todo por la libre competencia. ¡Salud!

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