Todos nos hemos atrevido más de una vez a analizar la realidad de nuestro país en charlas con amigos, familiares o compañeros de trabajo y todos hemos oído valoraciones pesimistas o juicios críticos que se acompañan de frases del tipo: “es una vergüenza que esto suceda en España”, “parece mentira que en el siglo XXI ocurra en nuestro país”, “en los países del norte de Europa no pasaría” o la frase lapidaria de “esto no hay quien lo arregle”.

Muchos sociólogos consideran que los españoles como nación padecemos una baja autoestima, caracterizada por estar descontentos con nosotros mismos, exagerar la magnitud de nuestros errores y por una tendencia a lamentarnos indefinidamente. En definitiva, nos cuesta querernos. En principio, esta valoración pesimista también afecta a uno de los temas que más preocupa en las encuestas a los españoles, la salud. Pero, ¿dicha valoración corresponde con la realidad? Vamos a aportar unos datos que intenten responder a esta pregunta.

Recientemente se ha publicado en una prestigiosa revista médica un estudio abierto, colaborativo e independiente, patrocinado por la Bill & Melinda Gates Foundation, donde han participado más de 1870 investigadores de todo el mundo y en el que se ha realizado un análisis de 33 indicadores de las metas de la Agenda 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible, los específicamente relacionados con la salud. Se han recopilado sistemáticamente datos para estimar el desarrollo de estos 33 indicadores relacionados con la salud en los 188 países del mundo de 1990 a 2015.

Los indicadores analizados van desde la mortalidad materno-infantil hasta la cobertura vacunal, mortalidad por las principales enfermedades de la actualidad (cardiovasculares, cáncer, diabetes, patologías pulmonares), enfermedades infecciosas (VIH, tuberculosis, hepatitis B, enfermedades tropicales), accidentes de tráfico, violencia, tabaquismo, abuso de alcohol, obesidad, contaminación ambiental, riesgos laborales, etc.

Cada indicador se analiza en cada país en función de una escala que va de 0 a 100 y posteriormente se determina la media de los 33 indicadores analizados, obteniendo para cada país una puntuación muy objetiva y realista de su estado de salud. Solamente unas pinceladas de los resultados obtenidos: la media de todos los países del mundo ha sido de 59,3 puntos (sobre 100), siendo la mayor puntuación la de Islandia (85,5 puntos), gélida isla del norte de Europa de 331.000 habitantes, y la menor de los 188 países la de República Centroafricana (20,4 puntos), país de 4,4 millones de habitantes, sumido en el caos y en una guerra civil desde hace años.

¿Y España? ¿En qué posición se encuentra España a nivel de salud en comparación con los 188 países del mundo? Posiblemente este dato sorprenderá a los autores de las catastrofistas e incluso demagógicas frases con las que se ha iniciado este artículo, ya que España se sitúa, con 82 puntos, en el 7º lugar, con la misma puntuación, sin decimales, que el Reino Unido (5º lugar) y Finlandia (6º), y por delante de países que normalmente envidiamos o ponemos como ejemplo a seguir como Canadá (81 puntos), Noruega (81), Alemania (80), Suiza (78), Francia (77), Japón (76) USA (75), Seychelles (71 puntos), etc.

España obtiene una puntuación muy alta, por encima de 90 puntos sobre 100, en temas como cobertura de salud universal, asistencia al parto, mortalidad infantil, abordaje del retraso en el crecimiento infantil, planificación familiar, tratamiento del agua, higiene, saneamiento, etc. Muchos se preguntarán, sobre todo los pesimistas, ¿en qué indicadores hemos obtenido peor puntuación y debe mejorar nuestro país a nivel de salud para alcanzar los objetivos de la Agenda para el Desarrollo Sostenible de la ONU de aquí al 2030?

Los peores resultados, sobre 100 puntos, los obtenemos en obesidad (33 puntos) y en tabaquismo (47 puntos). Como se ve, estos dos indicadores no dependen de grandes inversiones del Estado, ni de grandes hospitales o medios técnicos de última generación, sino de políticas de Salud Pública que fomenten los hábitos saludables y, en última instancia, de cada uno de nosotros.

En términos generales, y a pesar de que todavía es necesario mejorar en muchos aspectos de nuestra sanidad, como por ejemplo en el intolerable problema de las listas de espera, se puede asegurar que España, a nivel de salud, no es un desastre, sino todo lo contrario y que todos, además de mantenerla y mejorarla día a día, podemos estar orgullosos de ello. 

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