27 oct. 2015 10:43H
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Jesús Vicioso Hoyo/ Imagen: Cristina Cebrián. Madrid
Desde que es presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), Emilio Casariego vive siempre con una maleta hecha. No para de viajar, pero siempre con una sonrisa en la cara; dice que no podría vivir sin ella. Estuvo a punto de ser arqueólogo, pero en el último momento se decantó por la Medicina, y más concretamente por una especialidad sobre la que su madre le pregunta de vez en cuando que qué hace exactamente. Se sienta con ‘Revista Médica’ y responde como buen gallego (nació en Vivero, Lugo) de meigas, de científicos corruptos, del mejor traje de Carnaval y de Sabina. Tras la SEMI, aquí su otra vida.

¿Cuántas meigas tiene la sanidad española?

(Risas) No tengo ni idea, pero en Galicia hay alguna que otra. Mi meiga preferida es la secretaria general de la Consejería de Sanidad gallega, Josefina Monteagudo, muy buena amiga. Y, la verdad, se lo tiene ganado: es capaz de hacer milagros.

Con todos los jaleos que tienen los internistas, que están metidos en casi todos los fregados del hospital por razones obvias, ¿cómo es que saca tiempo para ser presidente?

Debe de ser que soy raro, yo tampoco lo entiendo (risas). Pero realmente fue porque me lo pidieron, yo no acabé aquí solo. Me empujaron un poquito, y mira tú dónde acabé.

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