9 mar. 2016 10:04H
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Carlos Cristóbal / Carlos Corominas. Madrid
Rafael Basterrechea es demasiado testarudo como para recibir sin inmutarse un ‘no’ por respuesta. Lo ha sido desde niño y continúa siéndolo ahora, después de una década de lucha contra una de las mayores injusticias que se recuerda en nuestro país: la de la talidomida de Grünenthal. Las malformaciones que el fármaco le causó en los dos brazos no le han supuesto, sin embargo, freno alguno para llevar una vida “normal”. El vicepresidente de la Asociación de Víctimas de la Talidomida en España (Avite) abre las puertas de su casa a Revista Médica para mostrar su faceta menos conocida. La de un hombre abierto que combate con sentido del humor un drama que, sin embargo, se cuela a través de su mirada cuando piensa en el día de mañana. Un futuro avocado a la dependencia y la falta de recursos sin la indemnización que el causante de sus males le niega a él y al resto de afectados.

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